Usted está aquí: jueves 29 de enero de 2009 Política Es una vergüenza

Ana María Aragonés
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Es una vergüenza

La llegada del presidente Barack Obama al gobierno de Estados Unidos ha suscitado enormes expectativas y se espera un cambio de timón con relación a la nefasta política de su antecesor, que ha sido, en parte, la razón de la pérdida del liderazgo estadunidense a escala global. Los cambios que se esperan van desde la economía hasta los derechos humanos, que han sido tremendamente violentados en aras de una supuesta lucha contra el terrorismo, pasando por una nueva política migratoria.

En este contexto, en la página de la Casa Blanca se pueden leer las primeras ideas en relación con el tema migratorio: proteger las fronteras incrementando el personal, la infraestructura y la tecnología en las fronteras y puertos de entrada. Por otro lado, se piensa incrementar el número de migrantes legales para mantener a las familias juntas y satisfacer la demanda de trabajadores que los empleadores no pueden encontrar entre la mano de obra nativa. Se pretende evitar que los empleadores contraten a indocumentados y de esta forma desincentivar esta forma de migración. Además se señala que se va a permitir a los indocumentados que a través del pago de una multa y de aprender inglés tengan oportunidad de convertirse en ciudadanos, colocándose al final de la línea de las solicitudes. Finalmente, el documento señala que se debe trabajar con México para apoyar su desarrollo y así disminuir la migración indocumentada.

Son pasos interesantes porque, en primer lugar, no se plantea el regreso de los indocumentados a sus países de origen para acceder ya sea a la ciudadanía o, en su caso, a la residencia permanente. De ser así, se reconocería el inmenso esfuerzo que estos trabajadores han hecho para la economía del país y dejarían de ver vulnerados sus más elementales derechos laborales. Aprender inglés no es ningún problema; por el contrario, ha sido un reiterado anhelo de estos trabajadores que, por su condición de indocumentados y a veces por el exceso de trabajo, ha sido imposible concretar. Otro punto importante es que se piensa incrementar la demanda de trabajadores legales, lo que indicaría que quien va a hablar ahora es la economía y no los políticos, que han estado casi siempre en contradicción, lo cual ha favorecido el flujo de indocumentados.

Sin embargo, reforzar la frontera, ya lo he dicho en otras colaboraciones, debe tener otros objetivos y no el de parar a trabajadores indocumentados. De hecho, si se logra realmente satisfacer la demanda de trabajadores incrementando el número de visas, será claro que los indocumentados disminuirán en forma importante, pues tendrán los canales legales. Hay que insistir en que a ningún trabajador le gusta ser indocumentado.

Plantear el apoyo a México para que logre su desarrollo es algo novedoso, que recuerda justamente la estrategia seguida por España, Portugal y Grecia cuando pretendieron entrar a la Comunidad Económica Europea de entonces. Fue precisamente la forma en la que estos países lograron incorporarse al desarrollo después de años de opacidad. En el caso de México las condiciones del apoyo tendrían que ser muy claras para evitar que estas ayudas se convirtiesen en una forma de imposición para otro tipo de intereses.

Si se busca una nueva relación con México, lo primero que debería ponerse en el tapete de la discusión es la eliminación de los enormes subsidios que Estados Unidos aplica a la agricultura, pues no sólo son contrarios al espíritu del TLCAN, sino que han sido una de las razones de la devastación del campo mexicano y, por supuesto, de los flujos migratorios hacia Estados Unidos.

Éste es un momento capital en el que surgen voces que quieren ser escuchadas por Obama, como las que se escuchan en la carta firmada por mil 200 agrupaciones de defensa de migrantes, organizaciones empresariales, de derechos humanos, civiles y religiosos en Estados Unidos que exhortan al mandatario a promover una reforma migratoria integral y para que cumpla con su promesa de campaña.

Y mientras esto pasa en Estados Unidos, resulta que en México la Comisión Permanente del Congreso aprueba que la Cámara de Diputados se embarque en una discusión sobre la pertinencia de aplicar la pena de muerte propuesta por el PVEM, aprobada por el PAN y el PRI. No sólo se trata de una discusión absurda y fuera de lugar, puesto que México ha firmado diversos instrumentos internacionales en los que compromete su posición en contra de la pena de muerte, sino que queda claro que para estos legisladores los temas nacionales, como son los trabajadores migrantes, que sostienen a buena parte de la economía nacional y de sus propios emolumentos con sus remesas, no merecen ni la más mínima atención. Es una vergüenza.

 
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