Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de enero de 2009 Num: 725

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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Historias del país portátil
ESTHER ANDRADI entrevista con VÍCTOR MONTOYA

La función ha terminado
LETICIA MARTÍNEZ GALLEGOS

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Las nubes, Paz, Sartre y Savater
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Estados Unidos, los afroamericanos y la montaña racial
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SERGIO PITOL: ARDUO TRENZADOR DE HISTORIAS

JORGE ALLER


Infierno de todos,
Sergio Pitol,
Universidad Veracruzana,
México, 2008.

Escribir me parece un acto semejante al de tejer

y destejer varios hilos narrativos arduamente trenzados donde nada se cierra y todo resulta conjetural; será el lector quien intente cerrarlos, resolver el misterio planteado, elegir alguna de las opciones sugeridas: el sueño, el delirio, la vigilia.

La vocación literaria de Sergio Pitol (Puebla, 1933) se alimenta de la temprana lectura en una infancia y adolescencia que le permiten disponer del tiempo sin límites para devorar libro tras libro. Comienza así el escritor en ciernes a pertrecharse de los andamiajes que le proporcionan las lecturas. Con su ayuda construirá su obra de creación literaria: cuentos, novelas, ensayos autobiográficos y traducciones conforman el abanico en que la expresa, enriquecida con los escenarios de los viajes debidos a su carrera diplomática.

La obra de Pitol puede distribuirse en tres etapas, según expone Teresa García Díaz en el prólogo de Infierno de todos, una colección de relatos de su primera etapa: con ellos arranca su obra y permiten al autor saldar cuentas con su infancia y levantar el vuelo. Sus dos primeras novelas El tañido de una flauta (1973) y Juegos florales (1985) y el libro de cuentos Vals de Mephisto (1989) conforman la segunda etapa: aparecen como temas el viaje y la creación, y como referentes las diversas expresiones artísticas (pintura, dibujo, escultura, arquitectura, cine, literatura), integradas por infinidad de autores y ciudades. La velada autobiografía y la hibridación de géneros se hacen más evidentes en su última etapa: Tríptico de la memoria: El arte de la fuga (1996), El viaje (2000) y El mago de Viena (2005). A lo que se suman las espléndidas traducciones (más de cien) de Conrad, James, Austen, Nabokov, Bassani, Chéjov, Gombrowicz, Andrzejewski, Bernhard…

El año 19 57 marca el momento en que Pitol realizó su “salto a la escritura”. Así lo expresaría en “El sueño de lo real” (1997): “Una tarde comencé a escribir y no pude detenerme sino hasta el amanecer. En unas cuantas semanas escribí mis tres primeros cuentos: ‘Victorio Ferri cuenta un cuento', ‘Amelia Otero' y ‘Los Ferri'”, recogidos en Infierno de todos (1ª edición, 1964), obra de iniciación en la que el escritor asistía “a la aplicación de una matemática del caos”.

Este libro consta de nueve relatos, más el texto introductorio “El sueño de lo real”, escrito por Pitol para la segunda edición, el prólogo de Teresa García Díaz y una reseña de César Rodríguez Chicharro (1965). La segunda edición de Infierno de todos apareció en 1997, la tercera en 1999 y la cuarta en 2007, siempre en la Editorial de la Universidad Veracruzana. Esta cuarta edición aparece cuando se cumplen, precisa y cabalísticamente, cincuenta años de la Editorial de la Universidad Veracruzana y cincuenta años de los primeros cuentos de Pitol.

En “El sueño de lo real”, texto al que pertenece el epígrafe inicial, Pitol, hábil tejedor de hilos narrativos, arduo trenzador de historias, dice: “Los cuentos de Infierno de todos, mi primer libro, […] revelan, sin embargo, algunas constantes que sostienen […] mi Ars Poetica. El tono, la trama, el diseño de los personajes son obra del lenguaje. Mi acercamiento a los fenómenos es parsimoniosamente oblicuo […] En el acercamiento a una oquedad existente en medio del relato, en las vueltas que la palabra da en torno a ella, se realiza la función de mi literatura.”

Los tres primeros relatos fueron escritos “de una sentada”, a manera de “fecunda trilogía”, recurso de agrupación creativa que el autor aplicará en obras posteriores: Tríptico del Carnaval, Tríptico de la memoria. Tres cuentos con protagonistas bien definidos, intensos: los dos primeros, de un rencor sin límites, corroídos por las pasiones y miserias; el tercero, producto de la murmuración.

“Victorio Ferri cuenta un cuento” es tan breve como misterioso: la narración, en primera persona, que viene sucediéndose parsimoniosa, se interrumpe de pronto con unos puntos suspensivos para dar paso al ¿corolario?, las cinco últimas líneas, leídas las cuales la mente se dispara a indagar qué ha pasado. La ambigüedad final es inmensa como un desierto; todo se le deja al lector. Y es la misma ambigüedad inicial (la del título). El escritor pone al protagonista “a contar un cuento” y se escabulle. Pienso que el título forma parte del relato como elemento intrínseco, o ¿acaso puede cambiarse sin que éste se resienta? En este caso, ¿en boca de quién estarían puestos el título y el final lapidario?

El cuento está escrito de tal forma que, narrado en primera persona, las dos últimas frases, expresadas en tercera, pudieran estar pronunciadas por el narrador respecto de sí mismo sólo si consideramos el título como intrínseco al relato. El escritor se propone un juego: Víctor va a contar un cuento. Ya dentro del juego, Víctor, que puede elegir todas las posibilidades, decide ponerse a sí mismo como protagonista, el cual, por estar contando un cuento, y siempre dentro del juego, aun siendo el protagonista puede estar vivo y estar leyendo lo que dice la lápida, ya que esto forma parte de lo que está contando, una ficción. Otra posibilidad es que el título y el final estén en boca del narrador omnisciente, el cual, al estar por encima del protagonista, puede disponer de su vida. Con tal título el escritor está multiplicando las interpretaciones. Quizá aquí esté condensada la propuesta de lo que es el juego de la literatura y, por supuesto, la literatura de Sergio Pitol: él dispone de los personajes a su antojo, de acuerdo con el pacto narrativo, abandonándolos en el momento más inesperado. Tal vez, el mejor cuento de este libro.

Infierno de todos, va tejiendo un laberinto secreto: “Aquello que da unidad a mi existencia es la literatura; todo lo vivido, pensado, añorado, imaginado está contenido en ella. Más que un espejo es una radiografía: es el sueño de lo real.” El infierno de todos.



De eso se trata. Ensayos literarios,
Juan Villoro,
Anagrama/Colofón/UANL,
col. Argumentos,
México, 2008.

Prolífi co, incansable, con este nutrido volumen el ex director de este suplemento “prosigue la senda iniciada [...] en los ensayos de Efectos personales”. Entre otros aquí se dan cita, bajo la mirada del atentísimo lector, Onetti, D.H. Lawrence, Hemingway, Lowry, Chéjov y W.B. Yeats. En el prólogo, el propio Juan explica inmejorablemente el propósito más alto de estos ensayos: se trata de leer en compañía.