Usted está aquí: viernes 23 de enero de 2009 Espectáculos Ruta Sonora

Ruta Sonora

Patricia Peñaloza
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■ La crema del 2008 (rock internacional II)

Siguen los discos más relevantes de 2008. Aunque al inicio, una fe de erratas. Luego, el conteo sigue donde quedó (16/01/09).

1. Portishead. Third. Por un desliz de apreciación, quien escribe había reservado este disco para el primer lugar de electrónico, basada en el principio de sus composiciones, y en lo que su líder Geoff Barrow considera sus obsesiones: electro oscuro de los 80, música sintética para filmes de ciencia ficción de John Carpenter, música contemporánea. Pero la importancia del álbum hizo a este apartado cambiar de opinión, pues su deslumbrante sonido (ritmos recortados, teclados cósmicos, agonía espiritual, desafíos noisy-electroacústicos, cariz atemorizante), le merecen el primer lugar de todos en el año. Colóquelo al inicio de la anterior entrega, y recorra un número.

17. The Magnetic Fields. Distortion. Tras 20 años de pop-roquear en el subterráneo, Stephin Merritt, cantante y orquestador, crea una joya de dulces melodías panorámicas, introspectivas, infectadas por una producción análoga y reverberante.

18. The shortwave set. Replica sun machine. Entre colores pastel sónicos y cuerdas soñadoras, este trío de Londres, con la sueca Ulrika Bjorsne en la voz, hace una delicia neo-sicodélica, de producción clara y precisa (Danger Mouse).

19. Elbow. The seldom seen kid. Este quinteto de Manchester se pule en su cuarto álbum, y plasma con una paleta acústica de guitarras, cuerdas y teclados, paisajes profundos cual luz melancólica de otoño, con todo y Richard Howley en un track.

20. Deerhoof. Offend Maggie. No tan despampanante como Milkman (2004) o Friend opportunity (2007), el gloriado trío de San Francisco ofrece su disco más melódico a la fecha, aunque sigue sonando inusual, y cada vez más fino.

21. Shogu Tokumaru. Exit. Con gran tino, este japonés gustoso de yuxtaponer instrumentos acústicos, en su segunda entrega lo hace de modo brillante, humoroso y original, entre cuasi-infantiles cantitos.

22. Paavoharju. Laulu Laakson Kukista. De Finlandia, el segundo disco de este dueto recrea un bosque encantado, folk-bizarro. Las hadas emergen entre liras acústicas, teclados etéreos y cantos élficos escandinavos con influencia japonesa.

23. Jim Noir. Jim Noir. Si Air, Stereolab y Beck tuvieran un hijo, sería este chamaco de Manchester, con su pop sabor sol brillante, sonriente, dosmilero y posmoderno. Agraciada segunda entrega.

24. Black mountain. In the future. Aunque los de Vancouver invocan al futuro, los afianza el pasado, al emular en segundo disco, pero de manera propia, al rock oscuro de Black Sabbath, la épica de Hawkwind y los ecos de Jefferson Airplane.

25. The last shadow puppets. The age of understatement. Alex Turner, de los Arctic Monkeys, supera lo hecho con ellos, al lado de Miles Kane (Rascals) en proyecto alterno de pop elegante, profuso en cuerdas y arreglos a lo Scott Walker. Atosigante, pero arrobador.

26. AC/DC. Black ice. Estos mamuts australianos se apoltronan en su clásico estilo de riffs, arreglos y voces: sonar a AC/DC es ya suficiente. Con producción prístina de Brendan O’Brien, les rescata ese gusto ya escaso por seguir detonando buen rocanrol.

27. Harvey Milk. Life... the best game in town. Qué Metallica ni qué nada. De Georgia, metal de cepa, osado y con trayectoria alterna de respeto. Todo un bloque glaciar y oscuro de stoner, doom y drone-riffs. Refinadamente duro.

28. Paul Weller. 22 dreams. Exquisito álbum doble del ex líder de The Jam: mediante soul, folk y jazz, cuenta 22 historias de lujuria y desamor. Invitados: Robert Wyatt (de lujo), Graham Coxon y Noel Gallagher. Para clasicistas.

29. The Black Keys. Attack & release. En su quinto disco, este dúo guitarra/batería de Oklahoma sigue espacializando su blues-funk, ahora más limpio (produce Danger Mouse), pero aun con ese espíritu retro-futuro que les dio fama (Rubber factory, 2004).

30. Lykke Li. Youth novels. Reina de los bloggers, esta sueca debuta producida por Björn (el de Peter, Björn and John), con un disco de pop minimalista, lúdico, que suena sincero, naïve y fresco cual nieve.

También: de Nueva Jersey, el punk espontáneo y sucio de Titus Andronicus, con Airing of grievances; de Canadá, Fucked up con The chemistry of common life: hard-punk distintivo y furioso; de Filadelfia, Fate de Dr. Dog: folk-rock-pop a lo años 60, romántico y soleado. En lo más pop: la neoyorkina Santogold, con ecléctico, rítmico y adherente disco homónimo; de Florida, los encantadores Black Kids y su neo-new-wave, con Partie traumatic; pegajosísimo, el We started nothing, del dueto inglés The Ting Tings: letras lelas pero simpáticas. En el festín británico y bailador post-punk-funk (quezque nu-rave), Friendly Fires con disco homónimo y Foals con Antidote. En el indie buena-ondita: Los Campesinos! de Gales, y su Hold on now, youngster; el rico dueto estadunidense She & Him, con Volume one; el “post-rock” coral y dramático de British sea power, con Do you like rock music?, y el veterano y sicodeli-folk-pop dueto de Portland, Helio Sequence, con Keep your eyes ahead.

 
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