Usted está aquí: jueves 22 de enero de 2009 Opinión Hécuba

Olga Harmony

Hécuba

Luisa Josefina Hernández recrea la tragedia de Eurípides con un lenguaje contemporáneo excelente en su forma poética que no ahorra la abrumadora crueldad del relato. Cambia algunas cosas y personajes, como Taltibio que se convierte en joven mensajero, y añade el sueño de la Mujer 1, presagio de la muerte del más joven de los hijos de Priamo, Polidoro –a manos del tracio Polimnéstor a quien le fue confiado en custodia junto con el oro troyano, que el traidor roba–, sueño que sustituye la presencia del fantasma del jovencito asesinado como preámbulo de la tragedia. La devastación de Troya a manos de los poderosos ejércitos griegos coaligados, en la época contemporánea nos remite a otras atroces destrucciones y ya, hace varias décadas, José Solé escenificó Las troyanas envueltas en una escenografía de bambú que recordaban la entonces en su apogeo guerra de Vietnam.

No creo que sea la intención de la dramaturga mexicana y de la directora de Hécuba, Emma Dib, pero es un hecho que la escenificación de la tragedia en este momento no puede menos que despertar en el espectador las comparaciones con esa otra vergüenza de la humanidad que es el cerco y arrasamiento de Gaza por el ejército israelí, aunque de ser Hécuba una mujer contemporánea no hubiera ejercido su venganza únicamente en contra del tracio, sino que entendería que sus brutales enemigos eran los ejércitos que destruyeron Troya –así llegara a un postrer entendimiento con Agamenón– y que sin ellos la traición de Polimnéstor no hubiera tenido lugar.

Emma Dib eligió a un pequeño grupo de muy jóvenes actrices y actores de diferentes generaciones de egresados del Centro Universitario de Teatro para escenificar su imaginativa concepción de la tragedia, tan estilizada que impide que se repare en la edad de las actrices y actores, muy distantes de los personajes que interpretan, al mismo tiempo que permite que los actores varones puedan ser también miembros del coro de mujeres. En un espacio llano que tiene en su parte posterior una pantalla que mostrará los diferentes personajes borrosos y algo desdibujados –como si se exteriorizaran los estados de ánimo de cada uno– en solución multimedia de José Luis García Nava, las cuatro actrices y los tres actores son lo mismo personajes individuales que miembros del coro, a excepción de Isaac Ramírez Díaz que encarna a la Mujer 1 que es la vidente que revelará su sueño, distante de los demás, con gestos y ademanes que la identifican como es el extraño movimiento de las manos que la hacen aparecer como un personaje de excepción, creación tanto de la autora como de la directora.

En un principio, los movimientos corporales, casi coreográficos, dan cuenta de lucha, dolor y muerte. Posteriormente, mediante el expediente de retirar de la cabeza el paño que la cubre, los miembros del coro se identificarán como personajes. Como coro, coreografiarán los sucesivos momentos, algunas veces con paños, uno de los cuales será el cadáver de Polidoro y es de destacarse el momento en que dan muerte en escena a los hijos de Polimnéstor y a éste lo ciegan sin llegar a tocarlo realmente, sólo con una insinuación casi dancística en que dan cuenta de su capacidad de expresión corporal. Tres son las actrices que encarnan a Hécuba sucesivamente, dolorosas madres Priscila Imaz y Jessica Cortés que no rehúyen el grito exasperado, mientras Ixchel Santos Balmori es una Hécuba fría en su venganza.

Marcela Feregrino es una Polixena dulce y digna en su actitud ante su madre y ante Ulises. Adrián Aguirre logra destacar los diferentes caracteres de los personajes que interpreta, el taimado Ulises y el justiciero Agamenón. Lo mismo puede decirse de Darwin Enhaudy como el joven soldado y el traidor ajusticiado Polimnéstor. Emma Dib logra que sus muy jóvenes actrices y actores muestren su gran entrenamiento corporal cuando son parte del coro y crean a sus actantes, sin apoyos de caracterización, con todos sus rasgos y matices en esta escenificación que cuenta, además con el excelente vestuario de Aris Pretelin, la iluminación de Lidia Margules y la musicalización de Bruno Ruiz que nos acerca la tragedia con un arreglo de la canción Adiós a los dioses de Jaime López interpretada por Eugenia León.

 
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