Usted está aquí: miércoles 21 de enero de 2009 Opinión Las implicaciones religiosas de Barack Obama

Bernardo Barranco V.

Las implicaciones religiosas de Barack Obama

Los elementos religiosos en la toma de posesión de Barack Obama forman parte de la cultura política estadunidense. El hecho de que antes de su toma de posesión fuera a orar a la iglesia de Saint Johns y que haya  jurado en la misma Biblia utilizada por Abraham Lincoln no representa una violación a la dimensión laica del Estado ni una afrenta a las demás denominaciones cristianas ni a las otras religiones. Porque el fundamento de la sociedad estadunidense está constituido por diversas iglesias libres, para las cuales tiene un valor estructural precisamente no ser Iglesia del Estado ni un Estado confesional. Es decir, existe en la base de la sociedad una clara separación entre Estado y las iglesias, reclamada por la misma religión; una separación motivada y estructurada en la que el Estado no es más que un espacio libre para las diversas comunidades religiosas.

Barack Obama es heredero de una tradición de políticos y líderes religiosos negros como Jesse Jackson y Martin Luther King, quienes tejieron en su actuar social y político los valores religiosos. Dicha imbricación se percibe en los discursos, gestos e impostación que va más allá del orador convencional; Obama posee tan extraordinario carisma que toca las fronteras del predicador religioso. Durante su campaña, a menudo habló, de manera elocuente, acerca de la importancia de la religión en la vida pública.

Obama tiene una trayectoria religiosa peculiar, poco convencional. Sus padres son religiosamente parcos: madre cristiana de tradición metodista y bautista, y padre keniano de cultura musulmana, pero ateo. El hoy presidente creció en diferentes partes del mundo con muchas influencias culturales y espirituales, sin religión en particular. Hace 20 años se convirtió al cristianismo en la iglesia Trinity United Church, sur de Chicago, que reivindica la negritud, afiliada a la Iglesia Unida de Cristo de corte pentecostal, caracterizada por audaces posiciones liberales en torno a homosexuales, mujeres, indigentes y pobres.

Aunque durante su campaña enfatizó su adhesión cristiana, tuvo que sortear fuertes adversidades sembradas por sus oponentes en torno a su supuesta religiosidad islámica, todavía la revista Newsweek registró en una encuesta que 12 por ciento de los votantes creían incorrectamente que era musulmán. También enfrentó los supuestos vínculos e influencia del radical y “extremista” pastor Jeremiah Wright, quien realiza encendidos discursos contra la mayoría blanca estadunidense.

La estrategia de Barack Obama en campaña fue la moderación: ofreció reducir el número de abortos y favorecer a la familia y en encendidos posicionamientos se manifestó contra la violencia, la guerra, la pobreza, el desempleo, los indigentes, el alto nivel de divorcios, problemas que asoció con la falta de valores morales y religiosos.

Estos mensajes, dirigidos al conservadurismo religioso, no bastaron:  le tiene desconfianza, y seguramente añorará las iniciativas que Bush encabezó desde 2004 para volver a penalizar la práctica del aborto y prohibir las uniones gay. Pese a todo, en campaña mostró mayor soltura ante temas religiosos que su oponente John McCain, de tal suerte que fue arrebatando paulatinamente la tradicional bandera de los republicanos por abordar de manera exclusiva los temas religiosos. Durante su campaña, pidió reiterativamente a evangélicos y creyentes neoconservadores que antepusieran su fe sobre prejuicios y preferencias políticas, solicitándoles una oportunidad.

En torno a la dimensión política de la religión marca distancia con respecto a las posturas propuestas por Bush: no sólo hay que proteger al Estado del confesionalismo, sino que se debe proteger a las iglesias de la injerencia del Estado. Obama sentenció: “Mi criterio general es que si una congregación o una iglesia o una sinagoga o una mezquita o un templo quiere brindar servicios sociales y acceder a fondos gubernamentales, deben ser capaces de estructurarlo de modo que toda la gente pueda acceder a esos servicios, y de un modo en que no veamos el dinero del gobierno usado para hacer proselitismo. Ésta, por cierto, es una visión basada no sólo en la preocupación de que el aparato del Estado sea capturado por alguna fe religiosa en particular, sino también porque quiero a la Iglesia protegida del Estado. Y no creo que logremos promover la increíble riqueza de nuestra vida religiosa y de nuestras instituciones religiosas cuando el gobierno empieza a estar profundamente enredado en sus asuntos. Ésta es parte de la razón por la cual ustedes, los europeos, no tienen una gama tan rica de instituciones religiosas y de fe viva. Parte de esto se debe a que tradicionalmente la Iglesia era una extensión del Estado. Y también existe una menor experimentación, menos vitalidad, menos respuestas a los anhelos de la gente. Se ha convertido en una institución rígida que ya no sirve a las necesidades de las gentes. La libertad de religión en este país, creo, es precisamente lo que hace a la religión tan vital” (Beliefnet.com, 30/01/08).

Con todo y sus buenos oficios, Obama no será un presidente cómodo para el Vaticano ni para la propia Iglesia católica estadunidense. Sin duda la jerarquía católica extrañará el conservadurismo del presidente saliente en temas como la defensa de la familia, el aborto, la anticoncepción, el rechazo a nuevas formas de pareja.

El Vaticano mira con cierto recelo las posiciones liberales y los antecedentes político-religiosos del nuevo mandatario. Existen reservas y desconfianza hacia un político inclinado a las causas que chocarán con la ortodoxia católica como son la defensa de las minorías laicas, el acceso al aborto y la inversión en investigaciones biogenética. Veremos cómo se desarrolla su relación en el plano internacional.

 
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