Del Infierno de Dante a la Tercera Intifada

Juan Trujillo Limones, Campo de refugiados Dheisheh, Belén, Cisjordania, Palestina. “Cuando ocuparon nuestros pueblos, nos forzaron a dejarlos. Dijeron que iba a ser sólo por un tiempo. Tras caminar una semana a finales de septiembre de 1948, todas las zonas históricas y emblemáticas de Palestina estaban ya ocupadas”, explica Mohammed Bahim Alza, de 82 años, mientras acaricia pacientemente la taza de té caliente.

La “guerra total” sobre la Franja de Gaza, ha pintado desde el 27 de diciembre una estela de muerte. La decisión del gobierno israelí de desplegar la operación Plomo endurecido se habría tomado el 24 de diciembre, en la conmemoración para cristianos del nacimiento de Jesucristo. Guerra política, económica, militar, espiritual.

“Es como el infierno de Dante”, declaró el médico noruego Mads Gilbert a CBS, mientras que John Ging, encargado de la Agencia de la ONU para refugiados palestinos, dijo: “Es un infierno en la Tierra, una tragedia”. Ambos testimonios, del 8 de enero, fueron luego de visitar una decena de hospitales, escuelas y campos de refugiados, cuyas condiciones de emergencia, sin electricidad ni equipos suficientes, los convierten en verdaderos inframundos.

Para la memoria colectiva palestina, la Nakbah inició con la creación del Estado de Israel en 1948. A unas horas de la frontera con Gaza y al oeste de Belén, se encuentra un campo que desde entonces alberga refugiados de 46 pueblos destruidos alrededor de Jerusalén.

“En aquel tiempo aquí había 4 mil árabes y 2 mil judíos, yo trabajaba entre 200 judíos en un mismo espacio, juntos, como policías en la estación de Belén. Entonces crearon el Estado de Israel, los británicos vinieron y trajeron a los judíos”, explica el abuelo Mohammed, originario de Telasafi y “uno de los abuelos más viejos de aquí”, dicen los jóvenes afuera de su casa, quienes a pesar del “estado de guerra” en esta zona, juegan a lanzar bolas de nieve en el duro invierno palestino,

El primer ministro Ehud Olmert dijo que el Estado israelí no sometería sus imperativos de seguridad a la resolución del Consejo de la ONU, de cese al fuego, aprobada el 8 de enero, a pesar de la tramposa abstención de Estados Unidos. Mientras, la masacre en Gaza entró ya en su tercera fase, luego de la incursión masiva de soldados israelíes a barrios populares de ciudades y pueblos. La artillería, marina y aviación fueron sólo el saludo de la barbarie en puerta. La franja de apenas 362 kilómetros cuadrados y un millón y medio de habitantes está bloqueada desde hace 18 meses y ahora la dividen en dos las tropas invasoras.

Para Mohammed, estas matanzas no son de ahora: “A principios de 1948 comenzó la guerra entre judíos y árabes. Entonces no había fronteras ni siquiera en las ciudades. Yo fui combatiente en Jaffa”. Hoy el gobierno israelí tiene un pretexto formidable para la guerra: los 470 disparos de mortero y misiles artesanales Quassam, del grupo rebelde Hamas (que dejaron al menos un muerto y algunos heridos). Éste es, sin embargo, la fuerza que desde 2006 gobierna y tiene el apoyo popular en la política y en las armas: cuentan de 15 a 25 mil milicianos estos días.

“Había tres grupos principales que producían terror, iban a bombardear desde Tel Aviv hasta Ako, el líder se llamaba Ariel Sharon, eran civiles, pero usaban el terror contra nosotros”, explica este viejo palestino mientras acaricia su barba canosa. Vienen a la mente las imágenes de los principales blancos militares de hoy: la mezquita Ibrahim Maqadna, la Universidad Islámica (el primer y segundo día de bombardeos respectivamente), escuelas y campos de refugiados acreditados por la onu. En uno de estos últimos, Jabaliya, murieron el 6 de enero 50 palestinos, de ellos tres niñas. Se trata de continuar manchando de sangre la historia ancestral de “Tierra Santa”: destruir los espacios y símbolos espirituales de pensamiento y sobrevivencia popular. La ONU, que apoyó la creación de Israel y que ha dado miserias a los palestinos, también puede ser golpeada y sus colaboradores aniquilados.

“En aquel tiempo, los primeros lugares que ocuparon fueron los más cercanos al mar. Cuando atacaron Jaffa la rodearon desde tres puntos de la costa, y quedaron sólo algunos cristianos y musulmanes. A finales de mayo, ellos habían ocupado todos los lugares cercanos al mar y las ciudades históricas, desde Ashkelon hasta Haifa”, explica Mohammed. El frío sigue calando pies y manos, el abuelo pide plátanos y otras dosis de té hirviendo. Cuenta que cuando fue combatiente aprendía de su abuelo, entonces oficial de policía. “Algo que realmente nos lastimó fue que había algunos israelíes o judíos que antes estaban con nosotros en la misma estación de policías y llegaron a matar a nuestros compañeros, pero al mismo tiempo, algunos de nosotros, también matamos a algunos de ellos. Antes éramos compañeros y amigos”.  

Acuerdos, resoluciones, recomendaciones y grandilocuentes conversaciones entre funcionarios y medios mundiales de comunicación se celebran desde aquellos ayeres narrados por este abuelo, para lograr “soluciones” al conflicto israelí-palestino. Se habla de la “solución” de la creación del Estado palestino y la división de Jerusalén. Aquí, sin embargo, la gente que resiste sabe que eso es imposible: existe una creciente bantustización de Cisjordania. Es decirsu régimen de segregación social, se hace similar al apartheid de Sudáfrica (con un muro divisorio).

A la entrada de la casa se asoman aparatos mecánicos, fierros viejos y la imagen de una mezquita. Mohammed, con un nieto en la cárcel, también trabajó la mecánica, pero de eso habla poco. “Atacaron las ciudades cercanas, se detuvieron en Cisjordania y Gaza para desplazarnos a Jordania y Siria. Mi padre fue muerto cuando vine con mi madre y mis seis hermanos”. El té apenas calienta por dentro, la fruta calma el hambre.

El abuelo cuenta que al llegar a este campo su familia, junto con otras de su pueblo natal, instaló diez tiendas de campaña y dormían unos sobre otros. Cuando llegó la nieve en 1961, “no estábamos acostumbrados, vivíamos cerca del mar y la gente se enfermaba de frío”. Muestra con paciencia sus títulos de tierras, certificados por el gobierno británico, y algunos de sus escritos poéticos, no sin antes reconocer la lucha de las mujeres: “Ellas caminaban 7 kilómetros sin zapatos, por traer agua y leña para hacer fuego para nuestros hijos. Mi madre lo hacía”.

En el presente, como en la Guerra de los Seis Días de 1967, desde mar, tierra y aire las tropas israelíes disparan fuego, en nombre del bíblico David y su bandera en los fuselajes, contra enormes poblaciones que resisten la larga historia que se sigue tiñendo de ocupación, dominación, despojo, represión, destrucción y abre de nuevo la puerta del infierno en Medio Oriente.

La digna rabia popular que se cocina en la población palestina, desde sus entramados comunitarios en los barrios hasta las montañas, no permitirá la dominación con sometimiento que les quieren imponer. Entonces sí, vendría con o sin dirigencias, esa tercera Intifada, que haga estallar el tiempo sagrado de esa “exigencia irreprimible de justicia fraterna que atesoran mujeres, niños y hombres, y que pervive tiranía tras tiranía”, como dice John Berger. “Estamos solos con la esperanza. Y de aquí surge nuestra fraternidad”.

 

Manifestacion en Gaza contra del bloqueo de electricidad impuesto por Israel, 2008.

Foto: Juan Trujillo

 

regresa a portada