Usted está aquí: domingo 18 de enero de 2009 Opinión A la mitad del foro

A la mitad del foro

León García Soler

■ Convocatorias y llamados a misa

Ampliar la imagen Barack Obama tomará posesión ante las expectativas de un mundo en crisis. En la imagen, el presidente electo de Estados Unidos encabeza un mitin en Baltimore, Maryland, en una parada de su viaje en tren a Washington para asumir el poder Barack Obama tomará posesión ante las expectativas de un mundo en crisis. En la imagen, el presidente electo de Estados Unidos encabeza un mitin en Baltimore, Maryland, en una parada de su viaje en tren a Washington para asumir el poder Foto: Ap

Barack Obama toma posesión ante millones de asistentes al acto de fin de época y la expectativa del mundo de la globalidad en crisis y entrampado por la inconmensurable deuda que deja George W. Bush al abandonar el escenario de la historia, embozado en el manto de Keynes. Nueva época, nuevo paradigma. Bush deja el mundo en llamas y se vanagloria de haber impedido nuevos ataques terroristas, pero no hace mención alguna de la implacable recesión ni de la liquidez evanescente, el desempleo, la incertidumbre, el desaliento que es su legado y lápida del mercado financiero sin regulación alguna. Obama encarna el liderazgo capaz de restablecer la confianza, conocer el presente y proponer metas claras para el futuro que empezará el martes 20 de enero de este 2009.

Felipe Calderón se asomó al cambio de rumbo, camino al cónclave de cardenales y obispos que vinieron a México a reclamar la liquidación del Estado laico, el revisionismo ilusorio y reaccionario del proceso histórico que nos hizo nación y nos dio la Reforma, el registro civil, la libertad de conciencia. La Iglesia no es ajena al poder terrenal. Del Vaticano vino cardenal mexicano a demandar la desaparición de la educación pública, gratuita y laica; a reclamar el “deber divino” de los padres a educar a sus hijos, sin que les sea “arrebatado” por el Estado. Acto de fe, en más de un sentido. Y Calderón olvidó que es Presidente de la República, jefe de gobierno y jefe del Estado laico mexicano.

En Washington se entrevistó con el futuro y se despidió del pasado. En México dio marcha atrás. Asistió al acto de la jerarquía eclesiástica, donde invocó a la Virgen de Guadalupe, a San Juan Diego y San Felipe de Jesús, “primer santo mexicano”, cuyo nombre lleva; y a los religiosos y religiosas a quienes debe su formación. Reverdeció la higuera de Felipillo santo, pero encendió la hoguera de la intolerancia y de la ignorancia de su antecesor Vicente Fox, al aludir a “los mártires de la persecución”. La libertad de conciencia que consagra la Constitución garantiza el derecho de Calderón a creer y participar en los actos de culto de la religión que profesa. Pero es Presidente de la República y con esa investidura acudió a convalidar un acto oscurantista de espaldas a la secularización del mundo.

Llamadas a misa en la hora de convocatorias de los partidos políticos a los procesos para elegir, designar, seleccionar, sus candidatos a cargos de elección popular en los comicios de medio sexenio. El PAN pagará el costo de todo partido gobernante, o en el gobierno. Como gusten los arrodillados frente a la clerigalla que invita a comulgar con ruedas de molino. El PAN designará directamente a 194 de los 300 candidatos a diputados de mayoría relativa; aparte, desde luego, de los 200 aspirantes a diputados de representación proporcional. “Dedazo de Germán Martínez”, acusan los doctrinarios. Otra mano guiará ese dedo desde Los Pinos. Pero en Nuevo León exigen que saque la mano el aprendiz de brujo que removió las cenizas del fascismo criollo.

Adalberto Madero, alcalde panista de Monterrey, aspirante a candidato a gobernador de Nuevo León, denunció a Germán Martínez, quien le sugirió declinar en favor del senador con licencia Fernando Elizondo. La nave va. En el crepúsculo del priato, otro Elizondo, conservador y rector universitario, fue favorecido por el centralismo con la candidatura del PRI a gobernador. Decenas de priístas quemaron sus credenciales en Monterrey; un giro más en la sinuosa travesía hacia la derecha. En la democracia, los votos premian o castigan, repite la gente decente. Les llegó la hora de pagar en las urnas el precio de la inseguridad pública, la violencia criminal rampante y la crisis económica que Agustín Carstens se niega a llamar por su nombre.

Generaciones van y vienen. La escena se adapta al imperativo del chaquetazo consagrado, la ausencia absoluta de convicciones, de compromiso personal: en San Luis Potosí, el dedo panista designó desde el centro a Alejandro Zapata Perogordo. Pero Marcelo de los Santos decidió curarse en salud y postuló a su colaborador Fernando Toranzo Martínez como aspirante a la candidatura... del PRI. El gobernador panista apoya abiertamente al médico que súbitamente recuperó la memoria y decidió participar en la contienda interna priísta. Ya denunciaron los potosinos que utiliza recursos públicos: ingenuo o cínico, Toranzo dice que el gobernador le ofreció apoyo, pero cuando ya sea candidato.

Hoy deciden los del PRI potosino. Carlos Jiménez Macías, cuando pudo no quiso; merece mejor suerte, pero el hubiera es asunto para la teología. Horacio Sánchez Unzueta, yerno del prócer de la democracia por decreto de Carlos Salinas, volvió del Vaticano para actuar como eminencia gris de Fernando Silva Nieto: el PAN capitalizó el miedo inducido y el PRI perdió el poder. Hoy aportaron su diluida fuerza al candidato del doble juego santista. Quedan Juan Carlos Machinena y Jesús Ramírez Stabros. Va a ganar éste. Sumó el respaldo del priísmo sobreviviente de la derrota local, de la fracción de su partido en la Cámara de Diputados. Hizo política dentro y fuera del partido. Y decían que carecía de experiencia.

Extraños giros estos de la transición en presente continuo. Con la alternancia, los actores de la pluralidad dieron en predicar pureza electoral y en padecer infantilismo democrático. Decidieron que las elecciones internas debían ser abiertas a cuanto ciudadano quisiera participar: en el mundo del revés, desapareció el temor de que la maquinaria del PRI se movilizara y decidiera el contrincante a modo. De pronto, los detractores del centralismo diseñaron los más bizarros sistemas de control, las más diversas variedades de selección con o sin asamblea, en consejo o en la más íntima intimidad.

El PRD rechaza las coaliciones, pero deja abierta la posibilidad de candidaturas comunes. La mezcla es tan espesa que incluyen a Lino Korrodi, socio y recolector de capitales de campaña de Vicente Fox. Jesús Ortega y los suyos han logrado fundir opuestos en perol de alquimista electoral que convierte en oro el voto útil que sacó al PRI de los Pinos y llevó a la derecha al poder. El rechazo de López Obrador: “yo no soy un levanta dedos”, denigra al Poder Legislativo, lleva a los suyos a la incertidumbre de un poder al margen del poder constituido. ¿Para qué?

Se diría que todos conspiran a favor del PRI. Jesús Murillo Karam dice: “Somos el partido más democrático de México, y nuestra militancia tiene más confianza en el PRI y en sus procesos que en ninguno otro”. Beatriz Paredes teje la trama de la social democracia, el nacionalismo revolucionario y la red de poderes estatales que se fundieron en 1929 para consolidar el Estado moderno mexicano.

En 2009 avizoran el 2012: según los augures, Enrique Peña con gran ventaja, Fidel Herrera Beltrán con incontenible impulso, y una nueva generación que gobierna y hace política sin la sombra del caudillo.

En vísperas de la toma de posesión de Obama, quienes aspiren al liderazgo político deberían analizar detalladamente su campaña electoral y el uso de las redes de comunicación abierta, para convocar al cambio, convencer y reclutar a los que rechazaban la política y oían la convocatoria a votar como llamados a misa.

 
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