Usted está aquí: domingo 18 de enero de 2009 Espectáculos Día del Compositor: tonadas y letras, alegrías y tristezas

■ Sin la música no se puede vivir, afirma Martín Urieta, autor de Mujeres divinas y Urge

Día del Compositor: tonadas y letras, alegrías y tristezas

■ Roberto Cantoral y Felipe Gil presidieron la celebración en las instalaciones de Mayorazgo

■ El truco de la vida es evitar enojarse, ofender y mentir, filosofía de Kenny, de Los Eléctricos

Arturo Cruz Bárcenas

Ampliar la imagen En un momento del convivio previo al palomazo obligado, Alejandro Marcovich, ex de Caifanes, y el etnorroquero Jorge Reyes En un momento del convivio previo al palomazo obligado, Alejandro Marcovich, ex de Caifanes, y el etnorroquero Jorge Reyes Foto: Arturo Cruz Bárcenas

El jueves pasado, en la comida organizada por la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM), en sus instalaciones de Mayorazgo y al cobijo de una carpa blanca y calentadores ambientales para mitigar el frío, se reunieron quienes con su inspiración crean las tonadas y letras que acompañan los momentos de tristeza y alegría de millones de mexicanos, para celebrar el Día del Compositor,

En la mesa de honor, Roberto Cantoral, artífice de El reloj, en su calidad de titular de la SACM, recibía apretones de manos y palmadas de sus colegas. Felipe Gil, compositor de La felicidad, canción que Gualberto Castro hizo famosa, respondía las preguntas de algunos reporteros. “Cantoral ya casi no habla”, comentaron varios asistentes. Es verdad, al maestro el tiempo se la venido encima: “Reloj, no marques las horas...”

De mesa en mesa, saludando a todo el que se le cruzara, El terror del corrido, personaje infaltable en la reunión anual, se tomaba fotos. Cuando Cantoral hablaba ante las cámaras, aquél se colocaba hábilmente detrás para salir a cuadro.

La música, imprescindible

Martín Urieta, el creador de Mujeres divinas y Urge, hacía notar la importancia de la música para los mexicanos: “Sin ella no se puede vivir”.

En las mesas, algunos compositores trataban de entablar un diálogo, pero era difícil. Unos estiraron el cuello al máximo para divisar a los que estaban más al fondo.

Oscar Chávez fue uno de los más solicitados para dar autógrafos. Varios se movieron hacia donde estaban sus amigos. Los meseros servían con prontitud tequilas, rones, whiskys, vodkas, cervezas, vino tinto y refrescos.

Empezaron a servir la comida: entrada de frutas y verduras; crema de chicharrón como primer tiempo; pechuga de pollo adobado acompañada de ejotes a la mantequilla y papa como segundo tiempo, y pay de queso con zarzamora, de postre. Ambientaba la degustación el grupo Long Play.

A eso de las cinco de la tarde el reacomodo era generalizado: norteños con norteños, tropicaleros con sus ídem y boleristas igual. En la mesa 31A y anexas, los rockeros hacían su convite particular.

Jorge Reyes comentó: “Tuve que venirme para acá porque en la mesa que me habían asignado estaban unos compositores catatónicos.” Portaba lentes oscuros y leía algo.

–¿Puedes leer con esos anteojos?

–Con o sin ellos, de todos modos nunca leo– bromeó.

Añadió que prevé que las protestas para detener el espectáculo de luz y sonido en Teotihuacán tengan efecto. “Lo que se advierte es un afán de negocio y cosas mal hechas. ¿Por qué no se contrató a una empresa seria para esto o a un artista sensible? ¿Para qué hacer hoyos que parecen comederos de gallinas? Si se hicieron en concreto de la reconstrucción eso no importa, pues fue un ataque al simbolismo de Teotihuacán.”

Kenny, de Los Eléctricos, y su pareja Édgar echaban relajo a diestra y siniestra. “Nomás quiero ver que este cabrón encuentre alguien que le haga lo que yo. Ni con dos de 25 años”, decía Kenny a otras compañeras de roqueros.

Nuevo curso de Marcovich

Alejandro Marcovich brindaba con unas y otras. Suele ser parco, pero como era día de fiesta, charlaba y hasta bromeaba.

Informó que está por iniciar un segundo curso de guitarra, luego del éxito del primero, al que se inscribieron varios músicos que quisieron saber sus secretos y su paso por Caifanes.

Kenny se sumó a la plática: “Me encanta venir a las comidas de la SACM. Estoy contenta. Regularmente todos trabajamos los fines de semana y es difícil que nos podamos ver. A pesar de eso, la mayoría ha ido a comer a mi casa carne asada. Aquí veo gente que no es fácil contactar, como Laredo Cabañas.

“Convivir es muy importante. Por ahí leí que entre más amigos tengas tendrás una vida más sana. En la vida hay que sumar, y yo siempre lo hago. Eso es de familia. Mi papá, Humberto Avilés, vende plantas medicinales, pero siempre fue un brujo matemático maravilloso, con una ideología de la vida encantadora.

“Siempre me decía que el truco de la vida es evitar cada día enojarse, ofender, contradecir, mentir, y tolerar al enojado, al ofensivo, al contradictorio y al mentiroso. Eso era un mandamiento para mí.

“Mi papá ya tiene 90 años, pero es mágico. Lee el iris. Trata el glaucoma. En mi caso, yo curo con el alma, porque amo la vida y me amo. Luego amo todo lo que me rodea.”

Cerca de las siete y media comenzó la bohemia bajo la dirección de Martín Urieta. Al escenario fueron subiendo para el palomazo todos los que se animaron. Muchos se fueron hasta eso de las diez, previa propina a los meseros que se pasaron de atentos.

 
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