Usted está aquí: sábado 17 de enero de 2009 Opinión Contener la crisis

León Bendesky
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Contener la crisis

Cada vez se resienten más los efectos de la crisis financiera mundial en la economía mexicana. El nivel de la actividad productiva se reduce especialmente en el sector de las manufacturas y cae fuertemente el flujo de las exportaciones; ello impacta adversamente la creación de empleos. Se advierte un debilitamiento general de la demanda interna que refuerza las condiciones recesivas.

El gobierno ha propuesto aplicar diversas medidas de índole fiscal para contener dichos efectos negativos. Ese es el caso del recientemente anunciado Acuerdo nacional a favor de la economía familiar y el empleo y que puede preverse que sea insuficiente y deba ser complementado pronto por otras formas de intervención pública.

Por otro lado, el valor del peso se ha ido debilitando en los últimos meses, además de que habían aumentado las tasas de interés y crecido los precios. Así, se han puesto en entredicho las bases de la estabilidad financiera que había sido la situación de la que más gala se hacía en cuanto a la política económica, aún y cuando ella contrastaba con la falta de un mayor crecimiento del producto.

Hoy, las condiciones financieras se han deteriorado aún más por la contracción del crédito y el aumento de su costo para las empresas y los consumidores. Crece la cartera vencida y es previsible que aumenten las dificultades de pago de los deudores.

Este año habrá una tendencia a agravar los factores negativos en el desempeño económico y la política pública deberá orientarse de manera más efectiva a contenerla.

En el campo monetario, uno de los instrumentos con los que cuenta el Banco de México para orientar la determinación de las tasas de interés, es decir, el costo del crédito en el mercado, es fijar un objetivo para las tasas interbancarias, las que funcionan justamente entre los bancos, a corto plazo (un día).

Esa es una indicación de las condiciones que prevalecen en las transacciones de dinero y sobre las cuáles tiene injerencia el banco central. Dicha tasa había llegado a 8.25 por ciento. Pero, ayer, las autoridades monetarias la redujeron a 7.75 por ciento, indicando con ello que están dispuestas a sostener una reducción del conjunto de las tasas. Esto quiere decir, bajar el costo del crédito entre los bancos y, así, reducir las restricciones que existen en el mercado de los préstamos.

El fundamento de esta medida significa en efecto liberar recursos y expandir la cantidad de dinero para aliviar los efectos contraccionistas de una caída de lo que se denomina como demanda agregada, en especial, el gasto en inversión y en consumo.

El sustento de la baja de las tasas, según el anuncio de política monetaria del 16 de enero es, precisamente buscar un efecto contrario al que está generando en la economía la profundización de la crisis financiera internacional.

En muchos países, como ocurre en Estados Unidos, en la Unión Europea y Japón, los bancos centrales están reduciendo las tasas de interés para intentar detener la caída de la demanda y contener la recesión. Eso sucede en un entorno en el que están cayendo los precios (por la misma contracción del gasto) y en el que algunos analistas prevén que puede incluso llegarse a un escenario de deflación (caída de los precios). En esa circunstancia la política monetaria se hace prácticamente inefectiva.

El Banco de México apoya la medida de bajar su objetivo de la tasa de interés en la expectativa de que la inflación aquí también se va a reducir en los próximos meses y por las mismas razones de la caída de la demanda.

Se busca, así, mitigar la crisis y crear estímulos para la ampliación del crédito. La jugada se vincula con el tipo de cambio. En una primera instancia podría preverse que ante menores rendimientos internos, los ahorradores podrían preferir vender pesos y comprar dólares. Eso presionaría el nivel de las reservas internacionales, o bien, depreciaría al peso frente al dólar con un efecto inflacionario que contrarrestaría la rebaja de las tasas de interés.

La apuesta parece ser que hoy irse a dólares representa un alto costo puesto que los rendimientos de las inversiones en esa moneda son muy bajos y el algunos casos negativos una vez descontado el aumento de los precios. Aunque persiste la demanda de dólares como refugio soportado por la garantía que todavía representa el gobierno estadunidense.

Sin embargo, para que la medida del banco central funcione se requiere que la estructura financiera, especialmente en el segmento bancario, responda ampliando los créditos y ajustando el costo a la baja. Eso puede no ocurrir, puesto que 80 por ciento de la cartera de créditos está concentrada en los bancos extranjeros que hoy enfrentan grandes problemas en sus países de origen y a los que supeditan sus operaciones en el mercado local.

La medida del banco central está sujeta a diversos supuestos sobre el comportamiento general de la economía, las repercusiones que provoque aquí la recesión en Estados Unidos, el curso de la inflación, las decisiones de los bancos y, no menos relevante, el estado de confianza de los inversionistas y consumidores.

Ante una fuerte desaceleración de la actividad económica y con pérdida de empleos, el efecto de un menor costo del crédito puede ser nulo como instrumento para contener la crisis.

 
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