Usted está aquí: martes 13 de enero de 2009 Opinión El enredo, revisitado

René Drucker Colín

El enredo, revisitado

El desarrollo de una nación no se mide exclusivamente en términos económicos, sino también en la capacidad que tiene el gobierno para dar a sus ciudadanos una calidad de vida y unos servicios cada vez mejores y más eficientes. Hace 16 años escribí lo que a continuación leerán, que es una especie de anecdotario con personajes ficticios y situaciones inventadas, pero que surgen de circunstancias reales de la cotidianidad nacional donde sea que uno viva:

Esperanza, encargada de la ventanilla de informes sobre problemas de pagos prediales en una de las oficinas de la Tesorería del DF, hoy día en lugar de dirigirse a su trabajo, enfiló hacia la Secretaría de Educación con miras a resolver el problema relacionado con el ingreso de su hijo a la secundaria. El señor Delgado, con quien quedó de verse y que atiende en primeras instancias problemas como el de Esperanza, decidió también el día de hoy ir a arreglar a una de las oficinas de la Secretaría General de Protección y Vialidad el asunto de su licencia de manejo y de la pérdida de una de las placas de su automóvil. Para su infortunio, Florencio, con quien Delgado se había apalabrado de antemano, decidió ir a Teléfonos de México, para ver por qué, después de un año de aquel día que le dijeron que ya le iban a conectar su línea, sólo recibía peticiones de mordida de los operarios de Telmex para instalarle su teléfono.

El señor Solís, quien atiende al principio las quejas de este tipo en Telmex, hoy se ausentó para acudir al banco para quejarse por enésima vez de que su estado de cuenta nunca le llegaba y de que estaba harto de que en el banco culparan al correo y en el correo al banco. También quería saber por qué el banco no concretaba la entrega de su tarjeta de crédito nacional, alegando que la mensajería de seguridad ya debía habérsela entregado. Su contacto en el banco, la señorita Isaura del Toro, quien le había prometido tenerle para hoy toda la información al respecto, harta porque Hermanos Vázquez no quería reponerle los artículos defectuosos que había comprado, decidió ir a la procuraduría del Consumidor, donde tenía a un conocido, el cual la había citado para ayudarle a resolver su problema. Sin embargo su conocido, el licenciado Elpidio Ramos, hoy había decidido acompañar a su hijo a la UNAM para tratar con un amigo suyo, el licenciado Rosendo Rosas, el asunto referente al pago del salario de su hijo, quien a pesar de llevar varios meses trabajando no lograba salir en la nómina.

Menudo coraje hizo el licenciado Ramos cuando se enteró que su amigo Rosas, a pesar de lo prometido, había salido a la calle. Resulta que el licenciado Rosas se había ido al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para tratar lo referente a una beca que le permitiría estudiar una maestría, pero después de varias semanas y varias promesas por teléfono, aún no le habían resuelto. El tal Rosas, al llegar al Conacyt, donde tenía cita con el maestro Teófilo Borrego, se encontró con que éste acababa de partir hacia la Compañía de Luz, pues a pesar de habérsele prometido que las amenazas de corte de luz a su casa no tendrían efecto y que no se preocupara, le acababa de llegar un aviso que si no se presentaba a pagar unos recibos atrasados, los cuales ya estaban pagados, le cortarían la luz. Borrego, conocedor de la burocracia, había hablado con un tal señor Jesús, con quien concertó cita para arreglar de una vez por todas este asunto que lo traía sumamente preocupado.

Cuál sería la mala suerte de Borrego cuando al llegar, un poco tarde por el maldito tráfico, se encontró con que el señor Jesús, le dijeron, “tuvo que ir a la Comisión de Derechos Humanos a ver lo de quién sabe qué injusticia que le hicieron a un pariente” y “tenía cita con un tal señor Luna”. Pues don Jesús al llegar tarde con el señor Luna, por andar medio esperando al tal Borrego, se fue, le dijeron, acompañado por su compadre, quien era familiar de Esperanza “a arreglar algo de un predial que ya lo volvía loco, pues tras meses de pleitos en la Tesorería, no le resolvían nada”. Como Esperanza se había ido a la SEP donde fue a arreglar el asunto de su niño, había encargado al señor Ovidio que viera lo del compadre de su familiar, pero éste tampoco fue a trabajar le dijeron, pues “había tenido que acompañar a su padre que estaba en silla de ruedas, porque éste quería ir al Zócalo a participar en una manifestación de jubilados” ¿Y la modernidad qué?

Ya que leyó usted esto, quisiera que se pusiera a pensar si algo ha cambiado en nuestro país, y como seguramente su respuesta va a ser que nada ha cambiado, esto significa que nuestro país va en retroceso, pues mientras otros países avanzan, corrigen y mejoran, el nuestro se queda estancado. Por eso, nuestra posición respecto de otros países va siempre a la baja. Parece que no hay fuerza, política, decisión, grupo político que elimine o por lo menos, reduzca todas estas ineficiencias y corruptelas. La pregunta es ¿hasta cuándo? Y de la inseguridad, ya mejor ni hablamos. Si esto continúa, ¿tendrá futuro nuestra nación?

 
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