Usted está aquí: lunes 12 de enero de 2009 Política Liberado de secuestro vive un calvario legal

Liberado de secuestro vive un calvario legal

Una juez “olvidó” acusar a sus captores de los delitos de plagio, lesiones y robo

Rosa Elvira Vargas

Ampliar la imagen Jorge S, quien estuvo secuestrado 25 días y fue rescatado por agentes de la AFI, durante la entrevista con La Jornada    Jorge S, quien estuvo secuestrado 25 días y fue rescatado por agentes de la AFI, durante la entrevista con La Jornada Foto: La Jornada

En noviembre de 2003, Jorge S. fue rescatado por la policía de la casa donde estuvo secuestrado durante 25 días; sus plagiarios le mutilaron dos dedos. Esa noche, literalmente volvió a la vida.

Sin embargo, no imaginó que su cautiverio se prolongaría, en otro plano, al menos cinco años más.

Hasta hoy, este hombre de unos 40 años se encuentra atrapado en un proceso judicial tortuoso y caótico. Sus plagiarios han estado a punto de salir de la cárcel y librar los 30 años que recibieron de sentencia por el delito de secuestro.

Ahí, en los juzgados donde se ubica el penal mexiquense de Chiconautla, Jorge S. ha tenido que participar en la reposición de todo el proceso penal, porque la juez federal Yolanda Islas Hernández “olvidó” librar las órdenes de aprehensión contra los tres detenidos por el delito de plagio, lesiones y robo. Luego de que éstos apelaron, un tribunal unitario les retiró esa condena porque, argumentó el magistrado, sin ese documento no se les podía juzgar y por tanto no había delito que perseguir.

La vida de Jorge transcurre entre la atención que le ocupa el negocio familiar de tráileres y sus diligencias en el juzgado del fuero común en Ecatepec. Pero también están el miedo y la desconfianza, instalados para siempre en su vida.

A sus secuestradores se les identificó como la banda de Los Wilbert, porque el cabecilla es Wilbert Enrique Verde May. Con él, también están presos su esposa, Evangelina Hernández Torres, y el hermano de ésta, Daniel. Además, dos años después fue aprehendida Aurora Mendoza Trejo –está condenada a 30 años–, la mujer que, como se dice en el argot policiaco, “vendió” a la víctima. Ésta es la historia contada por él:

“Conocí a una mujer en el año 2000 y la rencuentro el primero de noviembre de 2003, en una fiesta. Hacemos una cita para el lunes 3. Paso por ella y me dice: ‘ven, vamos a dejar una bolsa aquí, a casa de una prima’. Llegamos a esa casa, entramos y ya me estaban esperando. Me someten, me vendan y estoy 25 días en ese lugar.

“A la primera semana, esa gente, que ya tenía negociaciones con mi familia, vía telefónica, me mutila el dedo meñique izquierdo (la falange distal). No llegaban a un arreglo por la cuestión del dinero, pero no era tanto eso, sino que mi hermano había llamado a la Agencia Federal de Investigación (AFI) y ésta intervino con un negociador que estuvo siempre a su lado.

“Tres días antes del rescate me mutilaron el otro meñique para presionar por el pago. Siempre estuve en la misma casa, en condiciones terribles.

“En esos 25 días sólo me bañé dos veces. Me daban de comer una vez al día y pasaba 18 horas sentado, amarrado, con esposas, vendado.

“Para cortarme, la primera vez me dieron pastillas. Creo que me querían dormir. Pero como uno trae la adrenalina hasta arriba, pues eso no me hizo efecto. Entonces me inyectaron en el dedo. Sentí cómo me lo cortaron, pero no me dolió. Saben cómo hacer las cosas; esa gente es profesional.

“Ellos eran una célula de una banda muy grande, porque cuando salgo y empiezo a ver sus expedientes me doy cuenta de que están ligados con otra gente, e incluso se dice que hay dos muertos por sus secuestros, pero no los están procesando por eso.

“En el tiempo que estuve en esa casa alcancé a verlos; me bajaba la venda y por eso sé que había más de esos tres que están detenidos. Por mí pedían al principio 5 millones de pesos y se bajaron hasta millón y medio.

“Pero la policía dice ‘no pagues’. Aunque había pruebas de vida (los dedos mutilados) y ellos analizan el ADN y hacen su investigación, piden que se tenga listo el dinero, pero que tratarán de rescatar a la víctima. De todo esto sólo sabía mi hermano, nadie más, pues se dan muchos casos en que precisamente de la familia vienen los secuestros.

“El papel de mi hermano fue del demonio, porque él recibía las llamadas y las presiones. Tenía a su lado a un agente de la AFI que le escribía en un pizarrón lo que debía decir. Y toda la familia se le echaba encima a mi hermano, tanto, que por ese problema tengo parientes que hasta la fecha no se hablan.

“No estaban de acuerdo cómo él manejaba las cosas. Pero estoy seguro de que, si hubieran pagado, a mí de todas maneras me matan, porque tratan a los secuestrados como mercancía y como conocía a quien me ‘puso’ y cómo llegar a la casa donde me tenían, pues la misma policía me dijo: ‘a ti te iban a matar’.

“Para la negociación, ellos empezaron hablando de casetas telefónicas, por ejemplo de Pachuca, luego de Tierra Colorada, incluso de Acapulco; de todos lados, menos de Ecatepec. Lo irónico es que cuando la policía ya los tenía ubicados, dejaron de hablar porque por ahí del 20 de noviembre hubo un puente muy largo y como que se fueron de vacaciones. Entonces se pierde toda la comunicación y la investigación reinicia hasta que vuelven a llamar.

“Durante el rescate hubo balazos, mas no enfrentamiento. Algunos se brincaron la barda y uno de ellos logra escapar. Me tenían en una casa en obra negra, en la orilla de México. Había terrenos baldíos a los lados y todo el tiempo tenían la radio a todo volumen.

“La cuestión es que todavía me estoy peleando con ellos. Cuando los empiezan a juzgar y me hablaba el Ministerio Público para aportar datos, me desafiaban, me han amenazado de muerte en los careos.

“Yo acredito el trabajo de la policía, pues me rescató. Pero las cosas empiezan a desparramarse en los juzgados. Hoy están en el fuero común, porque en el juzgado federal no se les dictaron órdenes de aprehensión por lesiones, secuestro y robo, y sólo se les dieron por delincuencia organizada y portación de armas.

“ Los sentencian a 30 años por el secuestro, y a cuatro y dos por los siguientes delitos. Apelan y les confirman la sentencia. Y como siempre han tenido abogados particulares se van al tribunal unitario y es aquí donde se dan cuenta de que la juez Yolanda Islas omitió ese requisito y el magistrado deja el caso sin delito.

“Fui de inmediato a la PGR, que en principio no me creía, y es cuando se decide enviarlo al fuero común. Por supuesto que ellos alegan que nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito. Ahora ya se les dictaron las órdenes de aprehensión y, en resumen, un proceso que debería durar nueve meses ya va a cumplir dos años. Quieren que me aburra. Está muy mal nuestro sistema judicial, de veras.”

 
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