Usted está aquí: lunes 12 de enero de 2009 Opinión Cornada a Humberto

TOROS

José Cueli

Cornada a Humberto

La máscara de la muerte sobre el ruedo de la Plaza México, la dejó con sabor a sangre. Esa sangre que la dejó a su vez con sabor a religión. Esa religión que fue tierno grito de muerte en la tarde torera. La vida como un farol a la muerte. El lamento furioso de la vida que se puede perder en segundos. La ceremonia sagrada del rito que domingo a domingo sacrifica toros. En algunas ocasiones a toreros. Los toros de Santa María Xalpa que se lidiaron ayer fueron auténticos costales de mañas. Metáforas del demonio que se escapaban en sus ofensivos pitones y fiereza que no perdonaba errores.

El cuarto de la tarde que echaba humo y cuyos belfos se agitaban como alas. La rabia se le sentía en cada embestida, el fuelle le trepidaba y ya se había echado al lomo a Humberto Flores avisándole que no estaba jugando. Por si no se dio por enterado que casi manda al otro mundo al espléndido banderillero Cristian Sánchez en un recorte.

Pasó fatigas Humberto para lidiarlo y decidido entró a matar entregándose por en medio de esos pitones descomunales abiertos que miraban al sol y a la sombra. El toro que buscaba las ingles se le impuso de un certero navajazo en el tercio medio del muslo a Humberto. Llevándose el burel una estocada ligeramente caída que lo mató sin puntilla. En la mente el sabio refrán torero: o se hace la cruz en medio de los cuernos o aparece el diablo. Humberto hizo la cruz y aún así se le aparecieron las máscaras del demonio en el pitón asesino.

Previamente Humberto se llevó la oreja del primero de la tarde por una estocada chipén. En la misma forma que El Zapata se llevó a su vez otra oreja por espléndida estocada. En corrida que Miguel Avellán no lució pese a su oficio y valor al igual que El Zapata. Y es que los toros de Santa María de Xalpa –complicados, difíciles, inciertos–, generaron la emoción en los tendidos y permitieron comprobar que Humberto y El Zapata pasaron al escalafón superior de los toreros. Al salir del coso, la música desangraba armonías y al torero herido lo trasladaban al hospital.

 
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