Usted está aquí: jueves 8 de enero de 2009 Espectáculos Malkovich apuesta a que los actores hallen su propio camino

■ Es amoroso, paciente y propositivo: Irene Azuela y Bruno Bichir

Malkovich apuesta a que los actores hallen su propio camino

Ángel Vargas

Ampliar la imagen Irene Azuela, durante la entrevista Irene Azuela, durante la entrevista Foto: Yazmín Ortega

Ampliar la imagen Bruno Bichir se prepara para salir a escena Bruno Bichir se prepara para salir a escena Foto: Francisco Olvera

¡Tercera llamada! Retumban el eco entre los camerinos del teatro Insurgentes y el pasillo que conduce a ellos. Los actores ya se cambiaron la ropa y se maquillaron, también calentaron la voz. Antes, algunos se dieron tiempo de intercambiar las aventuras del día.

Irene Azuela y Diego Luna son los primeros en salir al escenario. En ellos recaerá durante poco más de horas, incluidos los 15 minutos de intermedio, el peso de la puesta El buen canario, en particular en la actriz, quien se muestra excepcional al encarnar a una mujer cuya vida se halla definida por la fatalidad y la adicción a las anfetaminas.

La voz acelerada de ambos artistas se escucha como murmullos entre los camerinos, y de vez en vez estallan las risas del público. Él representa a un escritor; ella, a su mujer. Entre ambos tejen una historia construida con viñetas, en la que queda patente que el amor no siempre es suficiente.

La otra parte del elenco espera turno. Será una participación, en el mayor de los casos, muy breve, algunos inclusive fugaz, como son los papeles de Jorge Zárate y Yuridia del Valle, como un importante editor y su esposa, respectivamente. A Martín Altomaro, su papel del dealer le permitirá salir dos ocasiones frente al público.

Pero, más allá del escenario y las bambalinas, ¿qué es lo que ha significado este montaje para los actores?, ¿qué opinan de trabajar bajo la dirección de John Malkovich?, ¿qué les ha dejado en lo personal la puesta? De eso hablan algunos de ellos.

Irene Azuela describe a John Malkovich como un tipo “sumamente amoroso. En los primeros ensayos siempre llegaba con capuchinos y pasteles, lo que para mí significa una invitación a sentirnos cómodos y una forma marcar que todos estamos en el mismo nivel. Ha sido un proceso nuevo para mí. La forma de dirigir de John la llamamos Montessori, porque deja hacer lo que dé la gana. Él comienza sus indicaciones con la frase de ‘sigue tus instintos’. Trabajamos dos o tres días y al cuarto nos dijo: ‘ya hagan la escena’.

“Es un hombre que apuesta a que los actores encuentren su propio camino. Marca su distancia con ese tipo de directores dictadores, que quieren indicar e imponerlo todo; deja que el actor descubra el viaje por el que tiene que pasar el personaje. Finalmente el teatro es de los actores, porque una vez que el director monta su obra ésta pasa a mano de los actores. Él se encargó de hacernos responsables.”

El mensaje no es moralino

Sobre el contenido de la obra, la actriz rechaza que tenga un mensaje moralino. Se tocan temas relevantes de hoy día, como el control sobre lo que una mujer puede decir o no. “Habla, por supuesto, de la relación de amor intenso, comprometido, que al final acaba por terminar porque tienen una serie de dinámicas que no funcionan y que, más allá de alimentar a los amantes, los enferman y destruyen”.

Se aborda también “el tema de la felicidad como imposición de la sociedad: a güevo tenemos que ser felices y a güevo debemos sentir ganas de vivir. Me parece un planteamiento muy valiente del autor”.

Para Bruno Bichir, lo esencial de actuar en este montaje y hacerlo bajo la dirección del estadunidense es corroborar que la esencia teatral en el mundo es la misma: “No importa si fuera en la estepa rusa o en África central, el teatro –no necesariamente los teatreros– lo rebasa todo y nos reconocemos todos, en palabras de John, quien es una persona muy amorosa, paciente, propositiva, para dejarte en un entrecomillado de libertad; uno cree ser libre porque gente como él inspira, pero finalmente hay un objetivo clarísimo”.

Bichir considera que lo más importante de John Malkovich es justamente que haya venido a dirigir a México, aunque aclara que eso no reinvindica ni legitima al teatro nacional, porque el director estadunidense nada tiene que reinvindicar ni legitimar.

“Realmente lo reinvindica a él, a John, lo hace más libre”, agrega. Sobre la obra, Bichir dice que “habla de la educación, de las grandes pasiones que son socavadas y aplastadas por los grandes poderes, industrias, por el gran ojo que todo lo ve. Creo que es una obra que dice ¡chinguen a su madre todos!”

 
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