Usted está aquí: sábado 3 de enero de 2009 Opinión Los 50 años del triunfo de la singular revolución cubana

Jorge Turner

Los 50 años del triunfo de la singular revolución cubana

Escribo un comentario mínimo sobre un hecho histórico máximo como es la revolución cubana, que el primero de enero cumplió 50 años de haber emergido victoriosa. Pero, como compensación, me prometo a mí mismo escribir un libro al respecto en el curso de 2009.

¡Tantas cosas que se me ocurren comentar sobre hechos del proceso revolucionario cubano antes, durante y en la actualidad! Para no ir muy lejos en el tiempo podría empezar por el asalto al cuartel Moncada, en 1953, que abrió el periodo revolucionario, proseguir con lo que pasó durante los siguientes cinco años, cinco meses y cinco días (según recuento de Fidel Castro), hasta el triunfo de los rebeldes en 1959, y entonces sí ocuparme de la resistencia epopéyica de medio siglo del poder y el pueblo insumisos ante la agresión múltiple de los gobiernos de Washington, enloquecidos por la liberación ocurrida en un país pequeño a 90 millas de su territorio imperial.

No obstante, tantos acontecimientos, explicados brillantemente por sus protagonistas, exigen para mí mayor meditación. De momento sólo aspiro a sumarme en la fecha, con este artículo, a los compañeros latinoamericanos que les emociona el señero ejemplo de la revolución cubana. En lo personal reconozco que, con la revolución cubana, volví a nacer ideológicamente, estudiando desde entonces con mayor atención el marxismo, más allá de los empeños de los partidos comunistas.

Las verdaderas revoluciones tienen en común que parten de generosos ideales de protesta contra un sistema injusto y persiguen y alcanzan un cambio radical en lo económico, lo político y lo social. Sin embargo, cada revolución tiene sus particularidades, no sólo según la época, sino también según las características nacionales donde se originan. Las teorías universales alumbran el pensamiento revolucionario, aunque los hechos siempre exigen completarse con las culturas de los países donde ocurren. Es sabido que Lenin tomó como referencia básica la teoría de Marx para realizar la revolución bolchevique, pero tuvo que ajustar su pensamiento a las realidades de su país e idear la organización política y la institucionalidad concreta del nuevo poder.

Insisto, a continuación, que la revolución cubana es un hecho histórico muy singular. Mencionemos, en primer término, el fenómeno que recalca Fidel Castro en el libro La primera revolución socialista en América, editado en México por Siglo XXI, y que es digno de asombro especial. Castro nos recuerda en su análisis que “Cuba fue la última colonia de España en América Latina y hoy es el primer país socialista de este hemisferio”.

Lo paradójico de tal situación tiene su antecedente motivacional en el espíritu de rebeldía popular que se fue construyendo en el pueblo, alentado por un martiano espíritu heroico, en las luchas habidas contra las formas intolerables de la dominación extranjera y sus aliados nativos. Con base en la inspiración surgida de las gestas pretéritas pudo lanzarse exitosamente un proceso revolucionario cubano, que en sus principios se planteó como protesta contra la dictadura batistiana, y que tras el triunfo concluyó en el socialismo para mantener su vigencia y asegurar sus derechos a la población.

Lo inusitado en la historia universal de las ideas políticas es que la revolución cubana, con una adecuada política de alianzas y una estrategia de la toma del poder a corto plazo, renovó las teorías de Marx al instalar el socialismo en una isla subdesarrollada económicamente y próxima a Estados Unidos, muy lejos de los pronósticos de que el socialismo se daría primero en los países de gran desarrollo industrial.

Me doy cuenta de que mis limitaciones no me permiten explicar, en poco espacio, la grandiosa dimensión valorativa que se merece la longevidad de la singular y pionera revolución socialista de nuestro hemisferio.

El ejercicio del derecho de Cuba a su autodeterminación fue calificado por el imperialismo como una osadía que debía castigarse. Entonces la isla sufrió una monstruosa y tupida agresión multiforme, mucho tiempo en soledad, con hechos como el bloqueo económico y la invasión de Playa Girón, y sin embargo se mantuvo enhiesta y a pie firme.

El mérito mayor por tanta capacidad de resistencia recae obviamente en el pueblo cubano, pero sin omitir a los dirigentes principales del proceso, vivos o fallecidos, encabezadas por Fidel Castro. Los logros y la entrega completa y valiente de Fidel a sus ideales lo han acreditado como uno de los grandes revolucionarios del mundo. Inclusive en esta época, habiendo renunciado a la dirección del Estado por enfermedad, continúa jugando un importante papel activo con sus reflexiones periodísticas.

Fidel condujo al triunfo a una revolución singular hace 50 años, la dirigió durante largo tiempo y obtuvo una sucesión tranquila y ejemplar. Pero este dirigente excepcional no conoce el reposo de los jubilados. En su nueva modalidad observa los acontecimientos con su larga experiencia y plantea disyuntivas novedosas. En el plano cubano ha señalado la posibilidad de que la revolución pudiera ser reversible, con lo cual sacó de la modorra actitudes complacientes. Y en el plano latinoamericano ha señalado sagazmente que las condiciones internacionales durante el tiempo armado de la revolución cubana han cambiado y que hoy se perfila una nueva visión creativa sobre la realidad de la transformación social en nuestra región. Por otra parte, el futuro de la humanidad depende en gran medida de la “batalla de las ideas” a que se refiere Fidel Castro. Sea como se presente el mundo por venir, lo innegable es que la catastrófica crisis mundial que nos acosa intensificará la concientización de los pueblos y que el panorama de rebeldía conjunta sin antecedente que hoy se muestra en la geografía de América Latina tiene su raíz en el triunfo ocurrido en la heroica Cuba hace 50 años.

Mi hermano cubano, Ernesto Vera, describe a su patria como el país que vence a los huracanes imperiales y a los huracanes de la naturaleza. Es cierto, los vence, pero todavía siguen sangrando las heridas que estos huracanes dejaron a su paso.

 
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