Usted está aquí: lunes 29 de diciembre de 2008 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez

■ La cereza en el pastel

Además de la casi obligada demolición de la plaza El Toreo de Cuatro Caminos, antes que por la avidez urbanística de unos por la nula imaginación de sus propietarios para convertir dicho coso en magnífico negocio o rentarlo a empresarios con idea, ¿qué otra cosa relevante en materia taurina dejó este desastroso 2008?

Desde luego el ahondamiento en la división de la desestructurada familia taurina mexicana, ahora mediante el arreglo entre la Asociación Nacional de Matadores y la indolente empresa Espectáculos Taurinos de México, SA, (ETMSA) para que en sus plazas –Guadalajara, Aguascalientes (2), León, Monterrey, Acapulco e Irapuato– puedan torear dos extranjeros y un nacional en el mismo cartel.

Atrás quedaron las jeremiadas de la citada asociación con las que pedía a la Cámara de Diputados exhortar a estados y ayuntamientos a adecuar una reglamentación que obligara a las empresas a que hubiese 50 por ciento de matadores mexicanos en cada festejo. Hoy, en las plazas de ETMSA y otras puede verse a dos diestros extranjeros y un nacional. Entre tanto la Plaza México –a Marcelo Ebrard no le interesan los toros, pero siquiera no anda presumiendo de taurino– debe seguir acatando el artículo 47 de la Ley de Espectáculos para el DF, aunque a pocos interese ya si son toreros nacionales o extranjeros y sin publicidad atractiva, menos.

Luego de la reciente y casi privada, sobre todo de publicidad y de público, temporada mexiquera en la México, ¿cuántas corridas han toreado en los estados la mayoría de quienes triunfaron? Es el síndrome de La Florecita, escenario donde tantos toreros han realizado faenas verdaderamente importantes sin que otras empresas los tomen en cuenta.

Pero la cereza en el pastel no fue la renuncia de Curro Leal a la gerencia de la México, sino el papelón hecho por los involucrados en el promisorio proyecto del Centro Cultural de la Tauromaquia, para el que dispusieron de varios millones de pesos de un fideicomiso, mal adaptaron un jacalón que no supieron comprar, lo rentaron por elevada suma mensual, lo inauguraron con una exposición de Pancho Flores, presentaron libros y dieron algunas conferencias de prensa, nunca lograron acreditarlo entre el público y en julio pasado tuvieron que cerrarlo por falta de patrocinios y apoyo oficial. Esta vez, ¿a quiénes responsabilizar de tamaño petardo? Pobre fiesta, tan cerca del dinero y tan lejos de la sensibilidad.

 
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