Usted está aquí: jueves 18 de diciembre de 2008 Sociedad y Justicia Navegaciones

Navegaciones

Pedro Miguel
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■ Recuento parcial de 2008

En el cuarto día del año que está por terminar se tomó la decisión de suspender, por primera vez en su historia, el Rally de Dakar (antes, París-Dakar), actividad de entretenimiento duro para pirruros dispuestos a invertir una millonada en amortiguadores reforzados y carburadores de alto rendimiento y a atropellar aborígenes en los países africanos por los que pasaba la descocada ruta. Desde que se instauró, en 1979, 17 aventureros participantes han dejado el pellejo en el recorrido, algunos de manera muy dolorosa (como Eric Satler, el motorista que en 2007 chocó con un cacto), y más de 30 malienses, nigerianos, mauritanos y senegaleses, cuyos nombres no suelen ser publicados, han muerto arrollados por extranjeros idiotas, ansiosos de volver a su país con un trofeo en las manos. África puede caerse a pedazos por los conflictos armados, la epidemia de sida y el hambre, pero es una excelente pista para los cochecitos de carreras de un par de miles de trepanados. La determinación adoptada a principios de 2008 no buscaba poner fin a todo ese desatino, sino prevenir un posible atentado terrorista de Al Qaeda. El gobierno francés recomendó suspender la carrera, que el año entrante se realizará en Argentina y en Chile; a ver cómo les va a las poblaciones que recibirán, en 2009, a los bulliciosos aventureros.

En la primera mitad de este año el conflicto armado colombiano tuvo expresiones tanto esperanzadoras como espeluznantes. El 10 de enero, con la mediación de Hugo Chávez, las FARC liberaron a las rehenes Clara Rojas y Consuelo González; luego vendrían las amargas recriminaciones del venezolano a su par de Colombia, Álvaro Uribe, quien no ha dejado de montar provocaciones contra los países vecinos. La más atroz fue la incursión armada contra un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, en la que fueron asesinados más de una decena de guerrilleros colombianos y cuatro estudiantes mexicanos. Más tarde vendría la sospechosa liberación de Ingrid Betancourt, emblema de los secuestrados en manos de la insurgencia. La guerra colombiana condujo a momentos de tensión regional muy elevada y a crisis diplomáticas con Ecuador, Venezuela y Nicaragua.

El 24 de enero, el hasta entonces primer ministro italiano Romano Prodi perdió, qué tragedia, un voto de confianza en el Parlamento; a raíz de ello se convocó a elecciones anticipadas y el mamarracho gangsteril Silvio Berlusconi volvió a ocupar la jefatura de gobierno. El 17 de febrero Kosovo se separó en forma unilateral de Serbia, con el respaldo de la Unión Europea y de Estados Unidos, y proclamó su independencia.

Para entonces proseguía el infame cerco militar de las fuerzas armadas israelíes contra la población de Gaza, en algo que no puede interpretarse más que como el designio de matar de hambre y de enfermedades a los civiles que viven allí. En forma intermitente, el bloqueo contra Gaza se ha mantenido, a ciencia y paciencia de un mundo que se aplica a sí mismo el adjetivo de “civilizado”.

A principios de abril, en México, y tras una intensa campaña publicitaria repleta de falsedades y hasta de chantajes contra la población, el gobierno de Felipe Calderón envió al Senado una iniciativa de ley para privatizar los segmentos más lucrativos de la industria petrolera. Se inició uno de los conflictos más fructíferos, en términos de formación política ciudadana, en el país: desde las calles, el pueblo movilizado impidió que se legislara la privatización abierta de los hidrocarburos, forzó a sus representantes legislativos a actuar con coherencia –así fuera por una vez en la vida de muchos de ellos–, impuso la realización de un exhaustivo debate en torno a la contrarreforma energética que se pretendía aprobar, ganó la discusión, organizó un referendo al respecto y obtuvo, en él, un rotundo rechazo al afán ratero de entregar la industria petrolera a los grandes contratistas privados. A la postre, el régimen logró la aprobación de una legislación tramposa, que deja abierta la puerta de atrás para conceder grandes pedazos de territorio a los consorcios energéticos; el costo fue muy alto para todos: el calderonato perdió lo que le restaba de credibilidad y el pueblo perdió al PRD, cuyos órganos de dirección fueron avasallados por un grupo de felipófilos sin escrúpulos.

En el verano se llevó a cabo el certamen Miss Universo en Vietnam (cosas veredes), tuvo lugar una breve e intensa guerra entre Rusia y Georgia, y el aeropuerto madrileño de Barajas volvió a hacer de las suyas con un nuevo avionazo mortífero. Pensándolo bien, este año fue pródigo en accidentes aéreos: los peores percances fatales ocurrieron en Venezuela (febrero), Honduras (mayo), España y Kirguistán (agosto), Rusia (septiembre) y México (noviembre). Sin embargo, en Marte, la sonda estadunidense Phoenix aterrizó sin novedad (mayo).

Hubo atentados terroristas de significación en Beirut (but of course), Estambul, Morelia y Bombay, y ojalá que no haya más en los 13 días que le quedan al año. Los fenómenos naturales hicieron estragos en Myanmar (ciclón), China (terremoto), Chile (erupción) y Cuba (huracanes). A fines de enero, el asteroide TU24 pasó a poco menos de 500 mil kilómetros de nuestro planeta (todo un rozón cósmico) y no pasó nada. El mes siguiente, Fidel Castro anunció de manera formal su jubilación, y no pasó nada. En septiembre, en Suiza, el gran acelerador de hadrones LHC (que según algunos podría salirse de control y causar el fin del universo) fue puesto en marcha, y tampoco pasó nada. En cambio, este año la especulación financiera mundial entró en abierta crisis y provocó un desmadre.

En noviembre, en Estados Unidos, fue electo el primer negro (o mulato, enmiendan algunos; estadunidense, apunta la corrección política) que será presidente de ese país, en lo que parece que será el dato más importante (ojalá) cuando recordemos este traqueteado 2008, pero nunca se sabe: unos meses antes, en agosto, Nuku’alofa fue coronado rey de Tonga con el nombre de Siaosi Tupou V, y alguna posibilidad habrá de que sea ese suceso, y no la victoria electoral de Barack Obama, la que marque la historia.

En este año se murieron, entre muchos otros, Philip Agee, Andrés Henestrosa, George Habash, Marcial Maciel, Volodia Teitelboim, Emilio Carballido, Alain Robbe-Grillet, Cachao López, Manuel Marulanda Vélez, Ernesto Corripio, Aimé Césaire, Alfonso López Trujillo, Leopoldo Calvo Sotelo, Robert Rauschenberg, Cornell Capa, Yves Saint-Laurent, Alejandro Aura, Víctor Hugo Rascón Banda, Gilberto Rincón Gallardo, Paul Newman, Michael Crichton, Miriam Makeba, Carlos Abascal Carranza, Betty Page y Amalia Solórzano. Por una elemental ley de la vida, en este mismo año deben haber nacido algunas personas que en unas décadas lograrán notoriedad por sus aportaciones a la humanidad o por sus crímenes aborrecibles. Pero tenemos mucho tiempo para enterarnos.

En estos doce meses me vi imposibilitado de responder la mayor parte de los mensajes recibidos en el buzón de esta columna. Los he leído todos, los agradezco todos –los amistosos, los hostiles y los que tienen un poco de hostil y otro poco de amistoso– y en enero volveremos a leernos. Abrazos y que en 2009 nazcan muchas cosas buenas.

 
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