Usted está aquí: miércoles 17 de diciembre de 2008 Opinión Ruta Sonora

Ruta Sonora

Patricia Peñaloza
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■ Música tradicional... ¿en los espacios de rock?

Ampliar la imagen La música yoreme, vínculo de identidad y cohesión regional y cultural La música yoreme, vínculo de identidad y cohesión regional y cultural Foto: Patricia Peñaloza

Por cinco siglos, la música tradicional mexicana se fue gestando en el entramado del sincretismo indígena-español, para ir forjando una personalidad propia en cada provincia, desde que se fue perfilando en el siglo XVII hasta prevalecer, con no muy hondos cambios, aún en la primera mitad de la centuria pasada, sobre todo en las zonas rurales, no como forma de mero entretenimiento o espectáculo de masas y/o consumo (que es como en el siglo XX se ha entendido a la música popular), sino como un profundo vehículo de identidad y cohesión regional y cultural, manifestado en la fiesta familiar o patronal, los guisos, los quehaceres productivos y los imaginarios locales.

Pero la urbanización, los medios masivos y la migración fueron fraccionando el tejido social y acelerando el cambio en los gustos y sentidos de pertenencia, por lo que tales expresiones musicales, acompañadas por vestimentas y bailes, así como por ritos de conexión con el entorno (tarimas sobre cavidades en la tierra, sonoridades hechas de agua y guajes, máscaras de animales…), fueron perdiendo espacios para ser relegadas a cantinas y “zonas de tolerancia”. Fueron sufriendo “desprestigio” incluso entre sus comunidades y las nuevas generaciones, las cuales ven a estas manifestaciones como “música para viejitos”, folclor para turistas u objeto de estudio para etnólogos.

Ante ello, en los últimos 15 años, promotores independientes e institucionales han buscado “rescatar” estas músicas, “no para brindar vida artificial a una tradición sonora en proceso de extinción, sino para conocer y revertir las causas de un fenómeno (su desaparición) que no proviene de un proceso natural”, expresó Álvaro Alcántara, intérprete y promotor del son jarocho, en el coloquio Salvaguardia del Patrimonio Musical en Riesgo (Puebla, 17 a 19 de octubre de 2008), mismo en el que, como triste dato, se dio por extinta la música tepehua.

Parte de este esfuerzo fue también el cuarto Encuentro Nacional de Intérpretes y Promotores de Música Tradicional, Son Raíz (5 a 7 de diciembre, Playa Vicente, Veracruz), al que asistieron cerca de 100 músicos y promotores, convocados por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a través de su Dirección de Vinculación Regional (DVR), y el proyecto local Soneros del Tesechoacán.

Representantes de son jarocho, huasteco, abajeño y de Tierra Caliente, así como de música yoreme, del sotavento o de mariachi tradicional, acordaron durante tres días la redacción final del documento que busca ser el Programa nacional de salvaguardia del patrimonio musical tradicional de México, a ser propuesto a las autoridades culturales federales. Dicha iniciativa parte de saber que la mayoría de la población nacional desconoce la existencia de esta música y su contribución al patrimonio intangible, y de que México firmó en 2003 ante la UNESCO el Convenio para la salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial.

Y no sólo compartieron en vivo sus alocuciones musicales, plenas de encanto y profundidad genuinas, sino que hicieron recuento de las dificultades que enfrentan; además de las citadas, observaron: inexistencia de un registro de quienes ejecutan esta música; la fiesta tradicional es desplazada por espectáculos comerciales; estrategias deficientes de difusión; edición de discos sin permiso, créditos o dividendos para los compositores; no está clara la figura “derechos colectivos”; falta de reconocimiento estatal y municipal del valor de esta música; falta de infraestructura para quienes transmiten su ejecución...”

Entre otras muchas respuestas, acordaron: que tal música y su valor se integre a los programas, tanto de educación oficial, como en casas de cultura y escuelas de música; que sea promovida en campañas mediáticas; que sea incluida en festivales de cultura; que existan tiempos obligatorios para su transmisión en medios masivos…

En contraste, el especialista en leyes culturales Wolfy Cottom hizo ver que, por más que se legisle, el reconocimiento a tal música debe provenir primero de la población, más que de las instituciones oficiales: “es un problema de educación, no de leyes”.

Y es que los ajenos a esta música (autoridades y medios incluidos) siguen considerándola mero folclor, mientras que varios de quienes buscan “rescatarla” siguen posando en ella una mirada antropológica. Por ello, de efectuarse campañas, éstas no debieran “promover” tal música como un producto, sino hacer conciencia de sus valores. Y para que las recientes generaciones urbanas se acerquen a ella con naturalidad (y quizá luego exploren su contexto original) haría falta insertarla en espacios ya conocidos, para que sea vista al mismo nivel que otras expresiones populares, y no se confine a sitios donde no hay más a quien “convencer”. Un buen ejemplo se dio en el festival Colmena (Tepoztlán, junio 2008), en el que, al lado de Sigur Rós o Juanson, figuró el conjunto de son jarocho Los Cojolites, con gran respuesta. ¿Se animarían espacios como el Foro Alicia, el Hilvana; Myspace o Yahoo locales, las emisoras Reactor 105 o Ibero 90.9, los canales VH1 o MTV, a presentar en momentos particulares esta música? Se vale soñar.

 
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