LA MINGA

Cuentan que en la ciudad de Bogotá, cuando alguien

ha terminado de insultar con amplitud a otra persona, por ejemplo en un incidente de tránsito,

si de verdad quiere sonar ofensivo, remata su discurso con un “¡no sea indio!”.

Pues ahora resulta que en Colombia, pese a la arrogancia uribista, nada es más digno

y admirable que ser indio. La Minga salió a las carreteras, atravesó los campos,

llenó de voces las ciudades. Entre octubre y noviembre de 2008, los pueblos originarios

tomaron la palabra y desafiaron al gobierno, que los reprimió de inmediato

y se arrepintió demasiado tarde, pues ya había pateado el hormiguero.

Desafiaron a los medios de comunicación, a la guerrilla deteriorada,

a los poderes criminales, a las clases dominantes, a los partidos políticos, y dijeron “¡basta!”.

De guerras ajenas, despojo, racismo, genocidio desarrollista.

Ojarasca presenta un mosaico de imágenes y testimonios del fenómeno indígena colombiano,

cuyos ecos colectivistas y liberadores se proyectan con fuerza sobre el nuevo presente continental.

¿Qué quieren los indígenas?

Norma Aguilar

Están por todas partes del continente, reclamando y denunciando, exigiendo ser vistos después de más de 500 años de invisibilidad forzada. Y vaya que lo están logrando. Desde hace más de una década, sus voces emergen. En México, Ecuador, Bolivia, Colombia, Perú, el movimiento indígena se convierte cada vez más en actor político protagónico del Abya Yala.

Ahora mismo, este año, el ambiente está más que movido en la región andina: la reacción fascista de la oligarquía boliviana en alianza con el imperio al triunfo del presidente Evo Morales en el referendo revocatorio de agosto pasado; la presión de los pueblos ecuatorianos para incluir sus propuestas en la nueva Constitución; la Minga Indígena y Popular de Colombia y la brutal represión contra ella desatada por el gobierno de Álvaro Uribe; la rápida respuesta de los pueblos peruanos al paquete legislativo emitido por el gobierno de Alan García para implementar el TLC  firmado con Estados Unidos, que arrasa los derechos colectivos y busca aniquilar a las comunidades; la presencia e informe de Amnistía Internacional reclamando respeto de los derechos indígenas en Chile y la aprobación del Convenio 169 de la OIT en ese país sin “declaración interpretativa”.

 Como instancia representativa de los pueblos de la región, la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas, CAOI, ha estado presente en todas estas movilizaciones, no sólo contribuyendo de manera significativa a ampliar las corrientes de solidaridad internacional con ellas sino participando directamente, por ejemplo, en la convocatoria al Encuentro Internacional de Solidaridad con Bolivia, reunido en Santa Cruz de la Sierra en octubre pasado, y como parte de la Comisión Internacional de Garantes en Cali los primeros días de noviembre.

 

La sede de la CAOI está en Lima, Perú. Por ello la organización acompaña más de cerca el proceso de lucha de las organizaciones indígenas peruanas contra el paquete legislativo del TLC, cien decretos cuya derogatoria es el punto central de sus demandas de respeto a sus derechos colectivos. Pero no están solas, han logrado articular un espacio de unidad y construcción de propuestas con el conjunto del movimiento social y lo han denominado Movimiento Cumbre de los Pueblos (MCP).

El MCP ha realizado las cumbres macro regionales del Sur en Puno y del Centro en la comunidad campesina de Rancas, pionera en la resistencia a la incursión violenta de la minería en sus territorios. Y, finalmente, se reunió en asamblea nacional el 12 de octubre, fecha más que simbólica para el movimiento indígena, la misma que acordó iniciar movilizaciones nacionales el 20 de octubre.

Estas movilizaciones se iniciaron en el sur, en Cusco, donde lograron el compromiso del gobierno de someter a consulta de las comunidades todo proyecto minero que solicite concesión en sus territorios. Otra demanda específica atendida fue la suspensión de la ejecución de la hidroeléctrica Sallca Pucará, hasta que una comisión técnica internacional presente los estudios de impacto ambiental y social a las comunidades de la zona.

El movimiento indígena está logrando presencia y conquistas importantes. ¿Pero es esto todo lo que quieren? ¿Basta con ampliar el reconocimiento de sus derechos en las legislaciones nacionales e internacionales, sobre todo en el contexto de una crisis global del modelo económico que parece irreversible?

No, no basta. Los pueblos y sus organizaciones somos cada vez más conscientes de que el modelo económico impuesto desde la invasión europea al Abya Yala y profundizado en las dos últimas décadas con la globalización neoliberal, así como los Estados uninacionales que las repúblicas heredaron de la Colonia, no ofrecen siquiera una opción de bienestar social: su modelo productivo de saqueo de los bienes naturales es más bien el motor del calentamiento global que ya amenaza al planeta con una hecatombe.

 

Los pueblos indígenas decidieron pasar de la resistencia a la construcción del poder. Porque saben que mientras subsistan los modelos de economía y de Estado actuales, la crisis, la exclusión y las desigualdades seguirán profundizándose, y junto con ellas se profundizará la criminalización de la protesta social (militarización, judicialización, detenidos, desparecidos, torturados, asesinados). Por eso es que, desde sus raíces, desde sus principios y prácticas ancestrales de reciprocidad, equidad y complementariedad, levantan la opción del Buen Vivir como garantía de supervivencia para la humanidad, junto con la construcción de Estados plurinacionales comunitarios.

 El Buen Vivir y los Estados plurinacionales comunitarios reúnen todo lo que los pueblos indígenas tienen y ofrecen: economía redistributiva, sistemas políticos propios, con autoridades que “mandan obedeciendo”, identidad con educación, salud y justicia interculturales, lenguas propias, espiritualidad, vestimenta, armonía entre los hombres y con la madre naturaleza.

En la IV Cumbre Continental de Pueblos y Nacionalidades Indígenas del Abya Yala (Puno, Perú, mayo del 2009), continuarán avanzando en su articulación y en la construcción colectiva de una nueva forma de poder.

 

Norma Aguilar pertenece a la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI)

regresa a portada