Usted está aquí: domingo 14 de diciembre de 2008 Política A la mitad del foro

A la mitad del foro

León García Soler

■ Piñata de la pluralidad partidista

Ampliar la imagen Germán Martínez, presidente nacional del PAN Germán Martínez, presidente nacional del PAN Foto: Cristina Rodríguez

Por lo pronto, el Partido del Trabajo y Convergencia anuncian su formal separación del PRD. Inútil hurgar en los reglamentos del IFE en busca de diferencias entre alianzas y desencuentros. Se disolvió el frente aglutinado por Andrés Manuel López Obrador y la anhelante expectativa del poder, así fueran aliados de circunstancia, compañeros de viaje. El PRD de Jesús Ortega al limbo, y crecieron los enanos. A la mitad del sexenio Dante Delgado leyó la ominosa advertencia de abandonar toda esperanza. Y no cruzó el umbral. Habrá segundo frente.

Los nuevos consejeros del IFE agradecerán el instinto de rebaño de sobrevivientes de la pluralidad de partidos, instaurada como antídoto para el bipartidismo de todos tan temido. Fantasía que llevó al enlace contranatura de PRI y PAN, bajo el velo de la victoria cultural de Carlos Castillo Peraza. Tan confusa fusión hizo que los memoriosos trajeran a cuento la frase atribuida a Manuel Ávila Camacho, al enterarse de que Vicente Lombardo Toledano había dicho que Miguel Alemán era “el cachorro de la Revolución”. Y se defendió el teziuteco: “pues que me perdone el general Cárdenas, pero yo no soy la leona”. Engordó el Quijote en la persistencia del antiguo régimen; los del PAN y del PRI fueron compañeros de banca en escuelas confesionales, compañeros de banco en los negocios y apóstatas postrados ante el altar de la globalidad financiera sin regulación, el cilicio del déficit cero y la obediencia ciega al dogma neoconservador de la democracia como sucedáneo del capitalismo.

Unidos en el centro y escindidos por la obsesión de la derecha con la restauración del mando teocrático sobre las ruinas del Estado laico. Carlos Salinas estableció relaciones con el Estado vaticano y reformó la Constitución para dar paso al poder político terrenal de la clerigalla. Vendría Vicente Fox, el desequilibrado que convocó a una revolución como la cristera y destruyó lo poco que quedaba de la institución presidencial. Y del partido conservador que se prestó a la farsa y lo hizo candidato disfrazado de ranchero, de Macabeo abajeño, del Bajío; heredero de La Profesa, de Antonio López de Santa Anna, de los mozos de librea del emperador austriaco de opereta y de Agustín I. Nada grave, salvo que no sacó al PRI de Los Pinos, sino la imagen de Juárez, y llevó en su equipaje el pavor hipócrita al autoritarismo presidencial, la corrupción, la impunidad. Y el miedo atávico al Estado.

Por eso grita Germán Martínez ahí viene el lobo; los mismos de siempre, los del viejo PRI, con el mismo estilo de ayer y con la intervención de los gobernadores del tricolor (18, según la cuenta, sin los remisos que despachan en Chiapas, Tlaxcala, Baja California Sur y alguno de esos que según decía Carlos Monsiváis éramos, o somos, todos priístas, salvo prueba en contrario), como mecenas y promotores de candidatos de entidades ajenas. Y se reúne con los gobernadores del PAN, primero en Morelos y después, a la antigüita, en Bucareli, bajo la batuta de Fernando Gómez Mont, conducto político del Ejecutivo, conductor electoral en el viejo sistema ido. Manuel Espino desaparece de la escena como villano de ópera. Felipe Calderón Hinojosa proclama su firme militancia panista, y a renglón seguido anuncia que no intervendrá en el proceso electoral. Y la sonrisa del Gattopardo permanece sobre el alto valle metafísico, como la del Gato de Cheshire atrás del espejo.

Los del PRI, relegados a “tercer partido” en las elecciones de 2006, han vuelto por sus fueros y cuentan sus victorias como en tiempos del “carro completo”. Han vuelto quienes dicen como los galleros que “ganan porque son de raza ganadora”. Pero hay cambios de modos y maneras, renovación de cuadros hecha en los estados, porque nadie podía desde el centro; ya no había un solitario árbitro de última instancia. Pero los desgajamientos del tronco común fueron poda que hizo reverdecer el impulso federalista, fortaleció los liderazgos locales, los de las cámaras del Congreso de la Unión. El fracaso de Francisco Labastida dio al traste con el poder delegado de la presidencia del CEN, debilitó a los sectores y dejó al priísmo en la orfandad. Inolvidable, inocultable, la respuesta de Manuel Garza González a una orden transmitida por Dulce María Sauri: “¿de parte de quién?” Y el diluvio que vino con Roberto Madrazo atado al mástil, embelesado con el canto de las sirenas y su propio legado de la desmesura tropical. Hoy, Beatriz Paredes declara que van por los 400 distritos electorales en pugna. Y nadie se ríe.

Germán Martínez exhibe su condición de gesticulador. Vuelve a poner el coco para espantarse de él: ahí vienen los sarracenos… No hay medidas anticíclicas contra la incuria de funcionarios que sistemáticamente dejan dinero en caja, no ejercen el presupuesto asignado a educación, agricultura, obras públicas de infraestructura, caminos, puentes, puertos, aeropuertos, obras hidráulicas, reforestación y recuperación de tierras erosionadas. Felipe Calderón anuncia inversión estatal urgente para resistir la recesión global y la parálisis nacional. Falta que los funcionarios ejerzan sus facultades y gasten a tiempo el dinero público. Y que Hacienda afloje el puño, para que Pemex haga efectiva la autonomía de gestión, aproveche el nuevo régimen fiscal y pueda invertir su dinero en empezar de inmediato las obras de la refinería cuya construcción fuera anunciada por el de Michoacán.

Nadie sabe cuánto va a durar la recesión. El PAN no tiene tiempo ni ha encontrado el modo de cambiar sus políticas asistenciales por una política social de Estado. Podrá conservar el gobierno de Querétaro si no implosiona la pugna yunquera, si César Nava se impone a la bravuconería de Manuel Espino y si Diego Fernández de Cevallos olvida viejos estilos caciquiles y no comete el error de ser su propio abogado. Pero San Luis Potosí volverá a ser la tierra de los Arriaga, de Manrique, de Soto y Gama y de Graciano Sánchez. Jesús Martínez Stabros lleva ventaja; Carlos Jiménez Macías no quiso cuando pudo. Francisco Salazar volvió a correr y dejó solo al favorito de los curros de La Lonja, Alejandro Zapata Perogordo; con Eugenio Govea Arcos en la imaginaria. Y los panistas de cepa, inconformes por los “hábitos mundanos” y del adelantado del centro. El gobernador Marcelo de los Santos toma distancia y apuesta a la imparcialidad institucional.

En Sonora tiene candidato el gobernador Eduardo Bours. Pero Alfredo Elías Serrano no lleva su fierro, hay aspirantes con fuerza propia y hombre fuerte en el Senado: Manlio Fabio Beltrones no va a poner en riesgo el compromiso de unidad, de concordia, que asumieron Enrique Peña Nieto, Beatriz Paredes y él. Pero la derecha no necesita candidato del PAN para seguir gobernando la tierra de Obregón y Calles: “¡Sonora, tus hijos lloran!”

Pior es chile y agua lejos, dicen los campiranos. Chihuahua necesitaría un Fernando Jordán que escribiera La crónica de un país bárbaro en el terror contemporáneo. Nuevo León, para quien mejor garantice estabilidad a sus grupos: el PRI. Y en Campeche no hay manera de que el Cid gane batallas después de muerto Juan Camilo Mouriño, a pesar de la intensa y constante campaña en el ágora electrónica para beatificarlo en busca de milagros electoreros.

 
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