Usted está aquí: domingo 14 de diciembre de 2008 Política Los perredistas van a la segura: mejor no hacer internas para elegir candidatos

■ Para la joya electoral del partido, el Distrito Federal, comicios abiertos a la ciudadanía

Los perredistas van a la segura: mejor no hacer internas para elegir candidatos

Arturo Cano

Aunque pidan perdón en la tele por su “desaseada” contienda interna, los perredistas parecen no creer en la sinceridad del arrepentimiento. Prefieren ir a la segura: mejor no hacer otras elecciones internas para elegir a los candidatos a diputados en 2009. ¡Vivan las candidaturas de unidad!, aunque la participación de la base perezca. Bueno, con la excepción del Distrito Federal, donde una revuelta de los grupos poderosos y el voto unánime del consejo estatal, contra un presunto acuerdo entre Jesús Ortega y Marcelo Ebrard, se traduce en una convocatoria a elección abierta a la ciudadanía.

Es el tema que suena a lo largo del día, mientras la Comisión Política Nacional (CPN), los grupos y los suspirantes jalonean, pujan, anotan y borran nombres y siglas en listas interminables. No es asunto menor: se reparten los puestos de prácticamente todos los órganos ejecutivos del partido.

Es, finalmente, una sesión de consejo destinada al tema central para muchos perredistas: las elecciones de 2009. Claro que son importantes las secretarías de Finanzas y Prensa (ambas se las queda Nueva Izquierda), pero la atención se centra en lo que podría llamarse el andamiaje electoral perredista: todos los órganos electorales y las reglas para elegir candidatos.

En medio de las negociaciones se impone el tema del Distrito Federal, la joya electoral del PRD. Vuelan las preguntas. ¿Cuántos distritos o delegaciones podrían ganar los candidatos de Ebrard en elecciones internas? “Ninguno, ya lo intentó dos veces y no pudo”, afirma un dirigente del DF.

Para decirlo rápido, el presunto pacto Ebrard-Ortega buscaba evitar, en la idea de sus promotores, la repetición del desastre del 16 de marzo. En lugar de elección habría “reserva de candidaturas”, tal como ocurrirá en lo nacional. Las “reservas” implican candidaturas “de unidad” que, en caso de desacuerdo, se resolverán con el voto de 70 por ciento de los consejeros, sean estatales o nacionales. Esa jugada propició la unidad de los casi siempre rivales René Arce y René Bejarano, y la suma de todos los demás grupos del Distrito Federal.

Alejandra Barrales, presidenta del PRD capitalino, se había comprometido, según versiones de dirigentes de Izquierda Unida (IU), a que la convocatoria para elegir candidatos en el DF sería idéntica a la nacional. Para esos efectos, el consejo estatal se reuniría el próximo miércoles 17, una vez que su homólogo nacional hubiese fijado las reglas para elegir candidatos a diputados. La clave era un proyecto de convocatoria presentado por Nueva Izquierda en el marco de las negociaciones: se establecía que los candidatos a diputados de mayoría relativa podrían ser elegidos en elecciones en urnas, con voto universal, directo y secreto, “o bien por cualquier otro método contemplado en el Reglamento General de Elecciones y Consultas, si así lo deciden las dos terceras partes de los miembros presentes en los consejos correspondientes”.

Los grupos del DF vieron venir un mandarriazo.

“Como nos traten serán tratados”

“Nos quieren quitar la capital”, dijeron, y se anticiparon. Hicieron que Barrales convocara al consejo estatal para aprobar la convocatoria. Ella no llegó, pero la sesión se realizó bajo la presidencia de Manuel Oropeza, de Izquierda Democrática Nacional (IDN), y la convocatoria salió: elecciones abiertas a la ciudadanía. Lo destacable es que los grupos de NI-Arce, que sistemáticamente han boicoteado con su inasistencia esas reuniones, asistieron y votaron en favor. La decisión de emitir la convocatoria fue unánime.

La otra parte de NI puso el grito en el cielo. “Como nos traten en el Distrito Federal serán tratados en lo nacional”, amenazó Jesús Zambrano.

El jefe de Gobierno se sumó. “Estaba furioso, nos mandó un recado que más o menos decía: ‘¿De qué se trata? ¿Estoy pintado o qué?’”, habría apuntado Ebrard, según cuenta un dirigente capitalino.

El motivo principal del enojo es que la elección abierta elimina la utilidad de una “mesa de acuerdos” que, según el compromiso adquirido por Barrales, sería presidida por el jefe del Gobierno capitalino.

“Es una locura, en algunas delegaciones si vamos divididos perdemos”, dice el senador Graco Ramírez. Lo mismo se repite aquí y allá, en la sesión de consejo de abultadísima agenda.

Por lo pronto, la convocatoria ya ha desatado un hervidero en las delegaciones. “El lunes tenemos reunión para evitar que nos aplaste el delegado”, afirma por teléfono un perredista de Álvaro Obregón.

–¿Cómo le fue con Alejandra Barrales? –se pregunta a Jesús Ortega, enterados los reporteros de su reunión con la presidenta en el Distrito Federal.

–“Bien, bien” –responde en su papel, ya habitual, de minimizar las broncas internas.

Con un gesto, Ortega dice que los jefes de las tribus capitalinas vieron moros con tranchetes, que nadie les quería comer el mandado. “Ayer en Michoacán, por ejemplo, los grupos me dijeron que quieren que todas las candidaturas se reserven.”

Mientras Ortega fuma y atiende asuntos fuera del auditorio, adentro, en un papel de observador discreto, atiende la sesión el consejero Juan Manuel Ávila, secretario de Gobierno del DF, el hombre que según los perredistas quiere Marcelo Ebrard como cabeza de los diputados locales. Esta semana, para completar el cuadro de la rebelión de la convocatoria, los perredistas de Izquierda Unida dijeron que en ese cargo quieren a Alejandro Encinas.

La aventura de Dante y Beto

Muchos perredistas los malquieren, pero pocos se atreverían a decir que, con su experiencia política, Dante Delgado y Alberto Anaya serían tan osados como para dar un salto sin red. Dicho de otro modo, ¿habrían tomado la decisión de registrar una coalición electoral a sabiendas de que Andrés Manuel López Obrador no apoyaría al menos a algunos de sus candidatos?

Es una de las grandes preguntas que flotan en el auditorio, mientras continúan los jaloneos por las carteras.

“Ya veremos el resultado de la aventura de quienes quieren salvar su registro haciéndose pasar por fieles seguidores de Andrés Manuel López Obrador”, dice al micrófono Graco Ramírez, a nombre del bloque de Nueva Izquierda.

Poco antes, Ortega ha llamado a formar un “gran frente de izquierdas” con organizaciones campesinas y sindicales.

Será al arrancar el próximo año, porque hasta ahora, para efectos prácticos, la única alianza pactada por los chuchos es con el Partido Socialdemócrata.

“Es un partido en extinción, no aporta votos”, se queja Dolores Padierna, igual que muchos miembros de Izquierda Unida.

En los corrillos se dice que Nueva Izquierda ya pactó con el Partido Socialdemócrata cinco candidaturas a diputados en la “franja de seguridad”.

Hasta ahora, en eso va el “gran frente de las izquierdas”.

 
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