Usted está aquí: domingo 14 de diciembre de 2008 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez

■ Guillermo Martínez, sentir y transmitirlo

Ampliar la imagen El tapatío Guillermo Martínez, dentro de la mejor tradición mexicana del toreo izquierdista El tapatío Guillermo Martínez, dentro de la mejor tradición mexicana del toreo izquierdista Foto: Juan Ángel Sainos

Otro factor que ha perjudicado al toreo actual es la extendida suposición de que se trata de un arte sustentado en las formas y no en el fondo, en la repetición mecánica de algunas suertes o en el revoloteo grotesco en torno al toro y no en la expresión interior del torero. Por eso, tantos clones del clasicismo; de ahí el enjambre de artistas artificiales.

El domingo pasado, en la décima corrida de la Plaza México, Guillermo Martínez, de Guadalajara, consumó una excepcional faena con un ejemplar de la ganadería de Xajay, donde destacaron la imaginación, clase, buen gusto e interioridad con capa y muleta, así como la claridad de ideas para construir, con esmero y estética, la refinada arquitectura del trasteo.

En esa faena, Guillermo materialmente deletreó su labor muleteril, sobre todo al natural, para insertarse dentro de la mejor tradición mexicana del toreo izquierdista, con muy buena forma, impecable temple y prolongada dimensión, pero sobre todo con perturbador fondo.

Luego enfrentaría a su segundo, un toro con sumo peligro al que Martínez le pisó terrenos prohibidos por la lógica mas no por la convicción, hasta conseguir pases de gran mérito y dramática torería. Fue tal el esfuerzo realizado, que ya no quedó energía ni hubo tino con la espada, por lo que el lidiador escuchó los tres avisos. Penosa experiencia que él sabrá convertir en permanente lección.

No obstante, lo que caló hondo fue ese trasteo a su primero, desde que se abrió de capa en luminosas suertes, luego en los intensos episodios con la muleta, y la soberbia rúbrica con la espada, lo que le permitió pasear merecida oreja, sin discusión, una de las de mayor peso en todo el serial.

“Efectivamente –reflexiona Guillermo–, esa faena ha impactado y a mí me emocionó mucho. ¡Cómo la gocé! Con el capote lo recibí con una especie de doble serpentina, y en ese momento percibí que había captado la atención del público. Al principio tuve que recoger la embestida para evitar que el toro se saliera de la suerte. Después lo lanceé muy a gusto y en el quite hice unos faroles tapatíos rematados con la zapopana, creación de mi tío Miguel Ángel Martínez, El Zapopan, que entusiasmó al público.

“Con la muleta tuve que consentir y cuidar al toro, así que las series fueron muy, pero muy templadas, con especial cadencia, porque a cada pase el astado iba casi caminando, y por lo mismo había que aguantar mucho y quedarme quieto pero sin aspavientos, por eso me enorgullece el que las series por el lado izquierdo hayan emocionado tanto.

“Se debió, me parece, a que fueron extraordinariamente despaciosas, y si bien es cierto que había que aguantar y quedarse ahí, también es verdad que he gozado mucho y transmitido ese gozo al tendido. Cuando vi que el toro, que además de recorrido tuvo calidad, ya no iba a responder, entré a matar, dejando media en buen sitio, lo que provocó espectacular caída y la entrega del público, que gracias a su sensibilidad me permitió pasear, con una alegría y satisfacción inmensas, la primera oreja que corto en la Plaza México. 

“Termino el año con 22 corridas, duplicando las del año pasado, y todavía tengo por torear tres o cuatro en este mes y si hay más, pues todas las que se puedan”, concluye, regocijado y optimista, Guillermo Martínez, un torero con todas las cualidades para convertirse, en breve, en figura de los ruedos.

 
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