■ El entrenamiento de los roedores forma parte de Cantos cívicos, obra de Miguel Ventura

Ochenta y seis ratas blancas habitan el bioterio emplazado en el MUAC

■ Conforme aprendan a pasar por tubos transparentes se irá armando el laberinto, dice experta

Merry MacMasters

Un total de 86 ratas blancas de laboratorio habitan desde el martes pasado el bioterio construido como parte de la instalación Cantos cívicos, en el recién inaugurado Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) del Centro Cultural Universitario.

En ese espacio físico donde se crían, mantienen y utilizan animales de laboratoro, comenzarán un proceso de adaptación y entrenamiento para tomar parte en el subtitulado “proyecto de NILC (traducido como Nuevo Consejo Interterritorial de Lenguas) en colaboración con Miguel Ventura”.

Ayer, durante la visita que La Jornada realizó al MUAC, las ratas lucían tranquilas en sus contenedores.

Se trata de ratas “adolescentes”, es decir, tienen aproximadamente cuatro semanas de vida y, por tanto, “no han llegado a la madurez sexual”, que será dentro de unas semanas, expresa Ventura. Una vez alcanzada esa etapa, comenzará su entrenamiento para pasar por un laberinto que será instalado en la parte central de la instalación.

El equipo encargado del cuidado y entrenamiento de los roedores está integrado por la sicóloga Denise Horcasitas, la médica veterinaria Citlali Ramírez y tres estudiantes de la carrera de sicología.

Aquí nadie va a salir de vacaciones, al contrario, ya “calendarizaron” sus tareas. “Cuando uno trabaja con seres vivos, tiene que estar totalmente comprometido”, apunta Ramírez.

“Vamos a estar aquí todo el tiempo. Tenemos ya horarios con los chicos, que están muy entusiasmados para alimentar, pesar y empezar a manipular las ratas, para que se desinhiban, además de hacer limpieza general. Vamos a estar en promedio ocho horas durante el día, pero vendremos en las noches para apagar la luz, volver a checar la temperatura y verificar que todo esté bien”. El bienestar de las ratas es primordial.

De lo sencillo a lo complejo

Construir un bioterio en un museo no es común. De hecho, sólo pueden entrar los cinco técnicos y el artista. No obstante, como el pequeño laboratorio está rodeado de ventanas rojas, los espectadores pueden ver qué pasa adentro sin molestar a los roedores, porque ese color evita que vean hacia él y se “estresen”.

La idea misma de un bioterio es que tiene que ser un lugar controlado para evitar el ingreso de animales como fauna nociva, es decir, otras ratas o roedores silvestres, cucarachas o moscas, que podrían ser vectores o transmisores de enfermedades, apunta la veterinaria.

Una vez pasada la etapa de “cuarentena”, en enero empezará el proceso de entrenamiento de 25 ratas –las demás seguirán a las entrenadas– y por esa “sociedad” que representan, siempre habrá unas más dominantes.

Al respecto, la entrevistada explica: “Conforme las ratas vayan aprendiendo (a pasar por los tubos transparentes), vamos a ir armando el laberinto, de algo muy sencillo en el entrenamiento a algo más complejo”. Para eso se emplearán “reforzadores positivos”: chocolate.

A Miguel Ventura le parecen estas ratas “animales adorables”. Cuando en primera instancia trabajó la exposición para España, las entrenó en su casa, bajo la tutela de las facultades respectivas, para después grabar sus acciones, y asegura que acabaron siendo “las más mimadas del mundo”.