Usted está aquí: martes 9 de diciembre de 2008 Opinión MUAC: aproximaciones

Teresa del Conde/ II y última

MUAC: aproximaciones

Controversias matizan  el recién inaugurado museo. Privan las que objetan los contenidos sobre las que discuten tanto el edificio diseñado por Teodoro González de León como su ubicación. Pero veamos, el museo ya está, no como posibilidad, sino como incontrovertible realidad. ¿Qué rumbo tomará? Ya se verá. Los integrantes del campo artístico sin duda intervendrán en las apreciaciones venideras y ojalá los artistas de hoy (universitarios, que los hay muchos, o no) se lancen a emitirlas, pues a excepción de Helen Escobedo en su emotivo discurso del 24 de noviembre –como integrante del presídium–, sus voces se han dejado escuchar sólo en privado.

Helen evocó la etapa museística del MUCA, del que se hizo cargo en los tempranos años 60, marcando un hito en cuanto a promoción del arte contemporáneo. En ese tiempo –como siempre ha sucedido– había una pléyade de jóvenes en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Academia 22), pero pocos incursionaban en Ciudad Universitaria salvo, por ejemplo, cuando se intervino la estatua del ex presidente Miguel Alemán (después derribada), cuyo hijo, Miguel Alemán Velasco, es hoy día importante trustee de éste y otros museos.

Hasta hoy el acervo más notable de arte contemporáneo es la Colección Jumex, cuyo auspiciador, Eugenio López, también participó en el presídium.

La galería Kurimanzutto (con nuevo espacio de actividades) es piedra de toque respecto de estas vertientes que ahora incursionan asimismo en un recinto no tan “nacionalista” como se ha creído: nada menos que el Museo Nacional de Arte, eso sin mencionar afanes que de tiempo atrás procuraron otros tres espacios museísticos: el Carrillo Gil, el Tamayo, que antes se denominaba “de arte contemporáneo internacional” –aunque todo el arte contemporáneo es internacional y también todo el arte lo es, así se trate de Siqueiros con “no hay más ruta que la nuestra”–, e incluso el de Arte Moderno, cuya denominación no suele fincar fronteras precisas entre lo que es “moderno” y lo que es “contemporáneo”.

En la gran sala inmediata al ingreso, la más lucidora y alabada de las piezas exhibidas es  La cascada, de Marta Palau, que algunos visitantes admiramos tanto cuando se exhibió en el Museo de Arte Moderno en 1979. Cerca le están una serie de máscaras de Marcos Kurtycz (1934-1996), notable artista del performance, quien además de ser místico fungió igualmente como educador. Muchas de sus acciones (todas documentadas) resultan inolvidables.

Vimos por primera vez Corazón de América, del artista cubano Juan Francisco Elso (1956-1988), si mal no recuerdo a través de Magali Lara en el museo Carrillo Gil; es un corazón ahuecado que él trabajó con varas, carrizos y barro, como si fuera un exvoto.

Puede  uno vislumbrarlo desde antes de ingresar, igual que el enorme políptico de Jan Hendrix que es capaz de crecer aún más, si tenemos en cuenta que en uno de sus estadios no tan extendidos se mostró en el Museo de la Estampa. Ocupa bien el espacio donde se exhibe, pero la bitácora gráfica que lo integra no resulta muy visible, más que en su totalidad. El espectador suele fijar la atención  en su colocación precisa, como si fuera un muro cuyos ladrillos son gráficas diminutas sostenidas por alfileres.

Dos estupendos México bajo la lluvia, de Vicente Rojo, uno de 1987 y otro de 1982, necesitarían otro contexto, pues aquí se entienden como ejemplos que testimonian la existencia de la pintura.

Otra pieza destacable es Astrónomo XXV, esfera de madera apeada, que parece un astro, de Yishai Jusidman, pintada a la encáustica; en cambio, Alluvium (1991), los guajes alineados de Thomas Glassford resultan excesivamente consabidos. En ese mismo recinto, Mineralización estéril, del Grupo Semefo, es como un sepulcro piramidal que contiene cenizas humanas, pieza sólida que obnubila la serie de siete sarapes multicolores con las que se ingresa al ámbito siguiente. A golpe de ojo no se  entiende su presencia, salvo que se lea la cédula. Sirvieron para envolver cadáveres y muestran  restos de la cinta canela que los sostuvo.

Teresa Margolles, quien fue la máxima impulsora de Semefo, es su autora conceptual. Emotions (buen título), segunda instalación de Erick Mayenberg, sonoriza la hermosísima sonata para barítono y piano de Hugo Wolf, sobre poemas de Goethe, pero corre peligro de no ser visitada debido a la complejidad en aquella sección del circuito. Pasado un tiempo me propongo comentar otras obras.

 
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