Usted está aquí: viernes 5 de diciembre de 2008 Cultura Penultimátum

Penultimátum

■ Reconocimientos tardíos

Aunque un poco tarde, en unos cuantos días más le entregan el Nobel a quienes hace un cuarto de siglo descubrieron en el laboratorio de enfermedades retrovirales del Instituto Pasteur de Francia al virus responsable del sida. Luc Montagnier y Françoise Barré-Sinoussi son los agraciados. Por las reglas establecidas, no premiaron también a Jean Claude Cherman, el maestro que encaminó las investigaciones. Cosas  del reglamento de la Academia sueca, que prohíbe reconocer a más de tres y querían incluir este año al alemán Harald Zur Hausen, por identificar el virus del papiloma. El Nobel reafirma así que fue un equipo francés, y no el estadunidense dirigido por Roberto Gallo en el Instituto del Cáncer de Maryland, el que encontró al virus responsable de la muerte de 23 millones de personas y que amenaza a 40 millones más. Alguna vez se conocerán los pormenores de las negociaciones que llevaron a cabo los gobiernos de Francia y Estados Unidos para “aclarar” de la mejor manera posible la citada paternidad.  

Mucho más tarde llega el reconocimiento para Edouard-Leon Scott de Martinville (1817-1879) como el inventor de la grabación sonora. Hace siglo y medio escribió en un rollo de papel impregnado de humo y utilizando un estilete de pelo de jabalí,  una canción de la época: “au clair de la lune, Pierrot répondit”. Esta corta frase musical fue reconocida por expertos reunidos en la Universidad de Stanford como la primera banda sonora de la historia. Data de 1860,  pero su descubrimiento comenzó el año pasado con la creación en Estados Unidos de una asociación para recopilar, registrar y divulgar los más antiguos sonidos del mundo. En diciembre pasado, dos integrantes de la asociación, David Giovannoni y Patrick Feaster, encontraron en el Instituto de la Propiedad Industrial de París la solicitud de registro de 2 grabaciones. La firmaba Edouard Léon-Scott de Martinville. Hallaron otros más entre 1853 y 1860 en la Academia de Canciones francesa. Los integrantes de la asociación hicieron escanear los rollos de papel en alta resolución. Regresaron a Estados Unidos con el material y por su delicadeza encargaron al laboratorio nacional de Berkeley el análisis de los materiales logrando sacar la formación sonora, tarea en la que también participó la biblioteca del Congreso, en Washington.

El rollo no era para ser escuchado, sólo para experimentar. Pero contenía una canción de 10 segundos que había sido del agrado de su creador. Cuando éste supo de la invención del fonógrafo por Thomas Alva Edison, quiso dar valor a su trabajo y en 1878 en la introducción de su último libro escribió: “Yo pido por mis esfuerzos una sola recompensa, que se recuerde mi apellido en este asunto”. Lo comienzan a recordar, un siglo y medio después de su descubrimiento.

 
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