Usted está aquí: jueves 4 de diciembre de 2008 Opinión Microbuses (la organización social del trabajo)

Bernardo Navarro Benítez*

Microbuses (la organización social del trabajo)

El servicio de transporte colectivo, que mayoritariamente prestan en la metrópoli microbuses y vagonetas, posibilita la realización de más de 60 por ciento de los desplazamientos en transporte público. Este porcentaje es menor en el DF debido al esfuerzo realizado durante los últimos 10 años para introducir transportes de elevada capacidad como RTP y Metrobús, y por el fortalecimiento del servicio de Metro y Tren Ligero, que al finalizar este año incrementarán su capacidad de transporte en 25 por ciento.

Sin embargo, el transporte colectivo sigue siendo el servicio público mayoritario en la ciudad, con poco más de 50 por ciento de los viajes. Se trata de un servicio cuya problemática central radica en la organización social de su proceso de trabajo. Ésta se estructura en torno a la renta de la concesión que el chofer entrega al dueño, por turno o incluso por vuelta, para prestar el servicio. Dicha renta fija, y forzosa, independiente de la afluencia de usuarios, se denomina “cuenta”, y el remanente existente respecto a los pasajes recaudados de los usuarios, es la remuneración del chofer; por tanto, los operadores tienen ingresos fluctuantes y carecen de cualquier prestación, ya que lo único seguro y fijo es el pago de la “cuenta” al concesionario.

Es decir, el transporte colectivo es una actividad con organización artesanal, atomizada y atrasada, que se basa en la explotación de los operarios por parte de los concesionarios por medio de la “cuenta”, en tanto los choferes se resarcen sobrexplotando a los usuarios y las unidades de transporte por medio del ahorro de costos de mantenimiento y piezas de operación que, evidentemente, atentan contra la calidad, eficiencia y seguridad del servicio, ya que se fundamenta en la lucha por el pasaje, “parada tras parada”, a la vez que el concesionario procura alargar más allá de su vida útil la explotación de la unidades, como otra forma de aumentar la rentabilidad.

De aquí que resulte insoslayable una política de transporte que procure la modernización integral del servicio, no sólo con el recambio de los micros por autobuses y la efectiva capacitación y certificación médica de los choferes, acciones en curso de por sí muy relevantes, sino también con la modernización de las organizaciones de transportistas en sociedades de trabajo que constituyan sociedades mercantiles, cooperativas o concesiones por concurso que permitan introducir una lógica de eficiencia, rentabilidad, responsabilidad ambiental y justas remuneraciones y prestaciones hacia los operadores del transporte colectivo, como ya se hace en la actualidad con el Metrobús. La población menos favorecida de nuestra metrópoli, que realiza los viajes más largos y en mayor número, no merece un transporte ineficiente, inseguro y obsoleto. Tampoco los choferes, los concesionarios y el resto de la ciudadanía. Por ello resulta impostergable la transformación integral del servicio de transporte colectivo de la ciudad.

*Doctor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco.

 
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