Usted está aquí: martes 25 de noviembre de 2008 Opinión Antonio Villalba: la ceremonia del adiós

Luis Hernández Navarro

Antonio Villalba: la ceremonia del adiós

Escasas semanas antes de morir, gravemente enfermo ya, Antonio Villalba fue homenajeado por sus compañeros y amigos de toda la vida con una fiesta. No obstante su debilidad física, bailó, comió y tomó, como siempre lo hizo. Casi al final de la celebración dirigió la palabra a los asistentes para recordar que la lucha obrera debía ser alegre. Al terminar su discurso sacó a bailar a su compañera como si fuera una boda o unos 15 años y no una ceremonia del adiós.

Nacido en Chihuahua en 1944, simultánea y alternadamente dirigente y organizador sindical democrático, cooperativista, educador popular, asesor laboral y promotor de la lucha contra el libre comercio, nadó durante 45 años contra la corriente sin perder el buen humor y el ánimo. Falleció a los 64 años de edad devorado por un mal que le fue quitando la energía, pero no el compromiso con su causa ni la esperanza en otro mundo.

Antonio Villalba militó toda su vida en el Frente Auténtico del Trabajo (FAT). Participó en la formación de varios sindicatos nacionales de industria y de importantes cooperativas. Ocupó distintos cargos dentro de la organización y fue uno de sus principales estrategas. Era conocido, apreciado y reconocido internacionalmente.

Surgido originalmente de las filas del sindicalismo cristiano en 1960, el FAT se convirtió con el paso de los años en una organización nacional de trabajadores autónoma y democrática, dedicada a defender los intereses inmediatos e históricos de los trabajadores, y a la promoción y lucha por un socialismo autogestionario. Dentro de sus filas participan obreros industriales, empleados, campesinos y cooperativistas.

Desde finales de la década de los 60, el FAT ha participado en algunas de las luchas obreras más importantes en el país. El intento de los trabajadores mexicanos de sacudirse el charrismo sindical y darse instrumentos de defensa legítimos, particularmente intenso durante los años 70, tiene en este frente uno de sus asideros fundamentales. Sus asesores legales han desempeñado un papel clave en el acompañamiento jurídico a otros sindicatos, que, sin ser parte del FAT, coinciden en la lucha por la democracia sindical.

Antonio Villalba fue nombrado muy joven secretario general del sindicato independiente de la embotelladora Pepsi-Cola en Chihuahua. Allí vivió su primera prueba de fuego. Los trabajadores fueron despedidos y su huelga fue declarada inexistente. Durante meses tomaron las calles y plazas públicas de la ciudad. Algunos fueron detenidos. Nunca se les hizo justicia. La CTM, apoyada por la policía y reconocida por el gobierno, firmó un contrato de protección sindical con la empresa.

Como resultado de esa lucha, Villalba fue boletinado, es decir, su nombre fue incluido en las listas negras elaboradas por los empresarios de Chihuahua para no contratar a “revoltosos”. Buscando trabajo se fue, como muchos otros paisanos, a Estados Unidos, de donde fue deportado.

Villalba fue nombrado responsable del trabajo de organización del FAT en Chihuahua. En 1972 y 73 participó, junto con los maestros y los electricistas democráticos de Rafael Galván y colonias en la formación del Comité de Defensa Popular (CDP). Organizó cuatro sindicatos en ese estado: la Junta Municipal de Agua, la fábrica de escobas La Nacional, el aserradero Las Palomas y los mineros de La Perla.

Desde ese entonces desarrolló las cualidades por las que fue conocido en el movimiento sindical: honradez e integridad, gran capacidad de comunicación y enorme facilidad para relacionarse con los trabajadores; constancia y audacia, disposición a aprender lo nuevo y a transmitir sus conocimientos con sencillez y paciencia; capacidad de negociación, combinación de la lucha legal con la acción directa en la fábrica y las calles. A pesar de las dificultades que implica la organización obrera independiente, Villalba no perdía el ánimo ni dramatizaba innecesariamente las cosas.

En 1973-74 participó activamente en una de las tres grandes huelgas que sacudieron el movimiento obrero mexicano: la de Cinsa-Cifunsa, en Saltillo, Coahuila (las otras dos fueron la de la General Electric en Xalostoc y la de la Liga de Soldadores en la construcción de la refinería de Tula, Hidalgo). Villalba fundó allí una escuela de formación sindical y dio continuidad al movimiento.

En 1975 asesoró en la ciudad de México, junto a Paco Ignacio Taibo II, la huelga de Spicer, experiencia clave de la lucha obrera en el país, con su legado de organización departamental, democracia directa y acciones sobre la producción.

Cuando quedó claro que la clase obrera no iba al paraíso, derrotados los electricistas democráticos de Rafael Galván, burocratizado el sindicalismo universitario y agotada la fase de las grandes luchas fabriles, Antonio Villalba acompañó al movimiento en su derrota. Se trasladó a vivir a la ciudad de México, habitando un modesto departamento del FAT, y mantuvo su misma disposición de servir a los trabajadores de siempre. Para él no había lucha pequeña.

Villalba desempeñó un importante papel en la lucha de las fábricas de vidrio Vidriera y Alumex, en Ecatepec, adjudicadas a los trabajadores, después de una larga huelga. Los obreros constituyeron una empresa autogestiva y nombraron a su antiguo asesor gerente de la empresa.

Conoció bien el movimiento sindical internacional, particularmente el de Quebec y el de Estados Unidos. Su facilidad para hacer relaciones facilitó la construcción de puentes solidarios entre organismos gremiales de varios países con México. Durante unos pocos años vivió en España. Desde allí apoyó el trabajo internacional del FAT y la relación con las agencias de cooperación internacional.

Como organizador sindical independiente, Antonio Villalba brilló con luz propia en los momentos más brillantes de la lucha sindical, y también en los más oscuros.

Resistió la derrota y no perdió el piso con los pequeños triunfos. En un momento en el que la izquierda partidaria ha perdido todo interés en el movimiento obrero y en la democratización de los sindicatos, su trayectoria y su legado adquieren aún más relevancia.

 
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