Usted está aquí: domingo 23 de noviembre de 2008 Espectáculos Una cinta “dulce con veneno” acaba casi en historia de horror

■ Gerardo Naranjo presentó Voy a explotar en el festival de Salónica

Una cinta “dulce con veneno” acaba casi en historia de horror

■ Crecí en Guanajuato con rabia hacia la clase política conservadora, dice

Juan José Olivares (Enviado)

Ampliar la imagen Maru (María Deschamps) y Román (Juan Pablo de Santiago), personajes del segundo trabajo cinematográfico de  Gerardo Naranjo Maru (María Deschamps) y Román (Juan Pablo de Santiago), personajes del segundo trabajo cinematográfico de Gerardo Naranjo Foto: cortesía del realizador

Salónica, 22 de noviembre. Cuando creció en Guanajuato, Gerardo Naranjo comenzó a desarrollar un sentimiento de rabia ante lo “ridículo” de su realidad: “Los adultos me parecían estúpidos por todas sus contradicciones: pregonaban una moral y actuaban de otra manera. Eran y son los panistas conservadores y cristianos que están en el poder y que se están divorciando, al tiempo que se casan con sus secretarias. Por lo menos se hubieran aceptado como hipócritas. Era una indignación que siempre tuve y que me ayudó a reinventarme.”

Quizá no venza a la clase política “que tanto desprecio y que con gusto mandaría a Marte”, pero ella le ayudó a crear su segunda obra cinematográfica: Voy a explotar, “un dulce con veneno, que supone una cinta de romance, una novela rosa, que acabó siendo una historia casi de horror”, que se proyectó en competencia en el 49 Festival Internacional de Cine de Salónica, donde obtuvo un recibimiento extraordinario en la sala principal.

Voy a explotar, que se ya exhibió en festivales como Venecia y Mar del Plata, narra el loco romance entre dos adolescentes de Guanajuato: Maru (María Deschamps) y Román (Juan Pablo de Santiago). La primera, una chica confundida de clase media que vive en su mundo; el segundo, un juniorcillo hijo de un diputado medio corrupto del lugar (Daniel Giménez Cacho). Se fugan para encontrar lo que no tienen en casa, hasta terminar en el limbo.

“Sabía que tenía que hacer una película provocadora, que se saliera de la norma del conformismo que siento que tenemos. Hay 10 o 15 cineastas que le echan ganas y que se comprometen; que se ponen la camiseta de que no sólo hay que hacer cintas palomeras, sino que son conscientes de que esto es una oportunidad para decir algo, y es nuestra responsabilidad encontrar el público. Quise hacer una ecuación para encontrar a ese público mexicano perdido, sin campañas de 10 millones de dólares. Sé que otros hacen grandes campañas con influencias. Pero como nuestras películas (las de este grupo pequeño de realizadores) son chiquitas, tenemos que utilizar la poca sabiduría que poseemos para llegar a la gente. Creo que hay una desesperación por elevar el diálogo cultural, porque estamos estupidizados”, dice en entrevista.

La cinta fue muy bien recibida, pero Naranjo, egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) no se confía: “Son cosas contradictoras: vamos a festivales y tenemos llenos, pero vamos a México y ser director de cine es casi como ser bolero.

Películas palomeras

“No somos ricos; no hay dinero para nosotros y la falta de interés de la gente es como estar en un desierto. Llevo muchos años tratando de hacer estas cintas; de no ver mucho la realidad porque me desalentaría. ¡Y deja de mis películas! Todo comienza como espectador, cuando vas a un cine de 15 salas, y que no haya una película que te interese es una tragedia, porque en cuatro de ellas está la misma cinta. Y no es que no me gusten los filmes palomeros; la falta de alternativas es lo que jode. Y ahí, una vez más el gobierno falla en no regular, en no asegurar que estos hijos de… de los exhibidores ofrezcan alternativas de entretenimiento.”

Asegura: “En el sector cultural mexicano somos una maraña de contradicciones. No existe la industria para nuestro tipo de cine, pero no hay otra manera, y no creo que haya una nueva generación de cineastas; tenemos personalidades distintas y lo único que nos une es que nos hemos tenido que romper la madre para hacer nuestras películas”.

Naranjo, quien debutó con sus cortos Perro negro y Attack of the beast, no cree que “ganemos la batalla (cultural) si no hacemos una revolución con los chavos, si no les metemos veneno en la mente que les diga que hay otra manera de vivir la vida, como llorar leyendo un libro o emocionándote viendo una películas. Incluso, de la manera más deshonesta, hay que pasar material a los jóvenes para que despierten. Es que no vemos el plus de estar viendo películas; creemos que traer en la mente la jiribilla de Pepillo Origel es lo más chingón”.

Festín de cine

Sigue el festín de buenas cintas en el encuentro de Salónica. La medianoche del viernes se exhibió una cinta en la sección Días de Independencia, que, como el título dice, exhibe trabajos independientes de bajo presupuesto: The goodtimeskid, dirigida por Azazel Jacobs, quien con los negativos de lo que sobró de Troya (sí, el filme de Brad Pitt) hizo esta historia, protagonizada por Sara Díaz, Gerardo Naranjo (en su faceta de actor) y el propio Azazel. No se robaron la cinta; quien la almacenaba se “las donó”.

La historia relata parte de la vida de unos chicos híper deprimidos y jodidos de Los Ángeles, cuyo mismo nombre los une, no sólo para enlistarse en el ejército gringo, sino para darse la oportunidad de esquivar una rutina que los mata lentamente. Sobreviven al naufragio cotidiano.

 
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