Usted está aquí: jueves 20 de noviembre de 2008 Política Carta abierta a Obama

Ana María Aragonés
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Carta abierta a Obama

Aunque soy consciente de que es muy remoto que esta misiva llegue a sus manos, no dejaré de hacerle un conjunto de señalamientos que atañen a los trabajadores indocumentados.

De acuerdo con la nota del diario Dallas Morning News, usted señala que la agenda en relación con los vecinos del sur debe incluir, por un lado, la seguridad en la frontera del país, y por el otro, una reforma migratoria que tome en cuenta el hecho de que Estados Unidos es una nación de leyes y de inmigrantes, por lo que habrá que seguir trabajando con México para tomar “medidas duras contra la migración ilegal” y las organizaciones trasnacionales de tráfico de personas en ambos lados de la frontera.

No hay duda de que asegurar la frontera es comprensible y se entiende como una de sus prioridades después de los ataques del 11 de septiembre. Sin embargo, habría que recordar que los terroristas han tenido otras vías de entrada, tales como las propias visas que el gobierno estadunidense les otorgó, así como la frontera con Canadá. Hasta ahora no se ha podido probar que uno solo haya pasado por la frontera de México. Sin embargo, lo que sí es cierto es que los refuerzos fronterizos han tenido consecuencias nefastas para los migrantes.

Como presidente electo usted habla de tomar medidas “duras contra la migración ilegal”, y aquí lo que me gustaría recordarle es que en la década pasada otro presidente demócrata, William Clinton, decidió reforzar la frontera aplicando un conjunto de programas que se iniciaron con la Operación Bloqueo en El Paso, en 1993, y a la que siguieron la Operación Guardián, en San Diego en 1994, la Operación Salvaguarda en Arizona en 1995, Operación Río Grande en Texas en 1997 y la Operación Salvavidas. Esta última fue un intento por detener la creciente muerte de migrantes que a raíz de todos estos operativos se habían incrementado dolorosamente. Todos estos programas costaron millones de dólares al año por el incremento de mallas, agentes, helicópteros, rayos infrarrojos, etcétera.

Habría que añadir la terrible ley de 1996 (Act 1996), cuyos efectos nocivos se hicieron sentir de manera inmediata contra los trabajadores indocumentados, ya que a partir de ese momento no pueden recibir los programas sociales con fondos del gobierno federal a los que antes podían acceder. Y ya para rematar, en la administración de un presidente republicano, George W. Bush, se ha iniciado la construcción de un muro que podemos denominar con toda razón de la vergüenza.

Todos estos programas no sólo son atentatorios contra los trabajadores, sino que, a pesar de que con ellos supuestamente se trataba de disminuir el número de indocumentados estos fueron creciendo en forma impresionante hasta alcanzar más de 12 millones, de los cuales más de la mitad son mexicanos. ¿Cuál es la explicación?.

En primer lugar, hay que afirmar que los trabajadores migrantes sólo se desplazan si tienen la perspectiva de encontrar un trabajo, de lo contrario o cambian de lugar de destino o no se trasladan. Por lo tanto resultó incongruente que Estados Unidos, en el contexto de un extraordinario crecimiento económico desde los 90 del siglo pasado hasta el año 2006, con muy bajos niveles de desempleo, un importante desarrollo educativo para su población nativa y con dificultades en sus mercados laborales como consecuencia de los bajos niveles de crecimiento de la población, líder de la economía global y del conocimiento, y jugando un papel central en la exportación agroalimentaria, se haya decidido por el cierre de la frontera cuando requería enormes cantidades de trabajadores, muy superior al que llegaba con visa.

Esta estrategia se explica por la gran competencia internacional y la búsqueda de mayores ganancias, para lo cual los trabajadores indocumentados han sido muy solicitados, pues resultan altamente competitivos, tanto por su trabajo precarizado como por la vulnerabilidad de su vida laboral.

Todo ello ha reportado enormes beneficios para los empleadores. De hecho, hasta la crisis de las hipotecas a finales de 2007, y gracias a los trabajadores indocumentados la industria de la construcción tuvo un repunte extraordinario. Por lo tanto, los estadunidenses gozaron de casas, comida, servicios de buena calidad y a bajos precios.

¿Quién es, pues, culpable de que se hayan disparado el número de trabajadores indocumentados? La respuesta está a la vista, pues en lugar de hacer coincidir las necesidades de la política con las de la economía, Estados Unidos permitió que los empleadores abusaran de estos trabajadores en aras de la competitividad y de la ganancia. Los migrantes indocumentados pagan sus impuestos, y a pesar de ello no les hacen válidas las leyes laborales del país. Esta situación fue la que disparó la perversa organización trasnacional del tráfico de personas, los que esperan que se mantenga los refuerzos fronterizos por mucho tiempo para seguir lucrando con las necesidades de estos trabajadores. Es claro que si se quiere acabar con esta lacra, hay que dar un nuevo trato a todos los trabajadores y evitar la indocumentación, abriendo los cauces legales para ellos.

Mi propuesta para usted, señor Barak Obama, es que a los trabajadores indocumentados que se encuentran en Estados Unidos se les otorgue la amnistía, que no sólo merecen, ya que gracias a su trabajo Estados Unidos ha podido alcanzar el lugar de líder en la economía mundial, sino que han sido las víctimas de la avaricia de los empleadores.

Estados Unidos está viviendo un momento difícil para todos los trabajadores, pero también es cierto que esa nación debe ofrecer a todos por igual las mismas posibilidades para enfrentar la crisis. Los trabajadores indocumentados han generado derechos. Es hora de que se les reconozcan y se les haga justicia.

 
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