Usted está aquí: miércoles 19 de noviembre de 2008 Cultura Danza y música de Cuba rubricaron el festival La Nao Acapulco 2008

■ El puerto se hermanó con La Habana, Matanzas y Camagüey

Danza y música de Cuba rubricaron el festival La Nao Acapulco 2008

Marisol Wences Mina (La Jornada Guerrero)

Acapulco, Gro., 18 de noviembre. “Terminó La Nao, espérenla en 2009”, gritó micrófono en mano la titular de la Secretaría de Desarrollo Social del municipio de Acapulco, Fabiola Vega Galeana, al clausurar el encuentro.

El público que aún abarrotaba el Fuerte de San Diego ayer alrededor de las 10:30 de la noche seguía de pie. Y es que minutos antes el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba había logrado sacar de cada ser humano presente en la plaza de armas de esa fortaleza la memoria genética y milenaria; ésa que retumba en el corazón y de allí se reparte a cada músculo del cuerpo para llevar el ritmo de la sangre en las arterias.

La última noche del Festival Internacional La Nao Acapulco 2008 amarró con fuerza las relaciones entre Acapulco, como puerto de entrada y salida de tradiciones, con puertos y ciudades de Cuba, como La Habana, Matanzas, Santiago, Holguín y Camagüey.

Voces, cuerpos, colores, melodías, ritmos y armonías: cualquier persona, de cualquier origen racial, podría sentir, escuchando la música en vivo y la voz de la cantante Yerilú Lugo Valdespino. La agrupación interpretó 13 números, entre danzas y cantos.

Hermanos Tavira, una tradición

De la mano de Manolo Micler, director de la compañía y principal coreógrafo de la misma, comenzó la actuación: Obatereo, montaje inspirado en danza de origen yoruba representó de manera integral la cubanidad de estos días: sonidos clásicos de tambores, d’jembés, batás y chequerés, se fusionaron con la tecnología electrónica para lograr un número cercano a la danza contemporánea.

Siguió el Rezo Obatalá, “alabanza al orisha de la creación”, luego Ayaba, danza “dedicada a la orisha del viento”. Después un trío de hombres de cuerpos esculpidos por el trabajo dancístico interpetó Eshu, dedicada a la deidad Elegbá, “dueño de los caminos y las encrucijadas, amante de las bromas, principio y fin”.

Luego, la cantante principal interpretó una pieza de cuna inspirada en un poema de Nicolás Guillén.

El cierre fue espectacular: una danza de origen dahomeño que integró elementos musicales en vivo y armonías vocales, en unos cuantos minutos puso de manifiesto la sensualidad de los movimientos de hombros y las caderas de las mujeres, así como la fuerza de los torsos de los hombres, para ejemplificar el paso de la pubertad hacia la adultez y el despertar inevitable de la sexualidad.

El Conjunto de Cuerdas Hermanos Tavira calentó el escenario con sones, gustos y valses representativos del repertorio que esa familia ha creado y cultivado a lo largo de cuatro generaciones de músicos que se niegan a dejar que esa tradición se extinga.

Después de la actuación de la compañía cubana, llegó el momento de las despedidas y los agradecimientos: “¡Que se queden los cubanos!”, gritó una mujer, mientras Fabiola Vega Galeana aseguraba que La Nao quedaría como un sello y herencia particular de la gestión de Félix Salgado Macedonio en este puerto.

 
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