Usted está aquí: domingo 16 de noviembre de 2008 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez

■ Ante la crisis, silencio

■ Obligadas repeticiones

En este país, como en la mayor parte del mundo, sus habitantes somos crisólogos, especialistas sempiternos en crisis; desde luego, más en soportarlas que en generarlas, pues, según la historia, los males siempre nos han venido de fuera; los culpables son otros y las consecuencias de tanto sometimiento y resignación no son nuestra responsabilidad.

Y si a nivel de país y de planeta resentimos los efectos siniestros de estas crisis recurrentes –por no decir permanentes– sin chistar demasiado, no hay razón para que los inefables taurinos incurran en estridencias ni en preocupaciones. La fiesta de toros, se repiten a diario, está por encima de cualquier contingencia.

Ni empresarios, ni ganaderos, ni matadores ni nadie dentro de la gran familia taurina se ha permitido alguna reflexión en voz alta, propuestas más o menos inteligentes para hacer frente a la situación, estimaciones serenas a cerca de las posibles secuelas que esta enésima crisis pueda tener para el espectáculo.

Nada, aunque la economía empiece a desquiciarse, la suya es resistente, por lo menos a modificar criterios.

A más inflación y menos dinero en la bolsa del aficionado, ¿más encarecimiento?, ¿menos fiesta?, ¿mismos estímulos?, ¿menos o mejores festejos?, ¿mismas ofertas de espectáculo?, ¿mayor imaginación?, ¿mejor publicidad y mercadotecnia?, ¿más competencia y rivalidad en el ruedo? ¿Resurgimiento de los partidarismos?, ¿más congruencia en la selección de ganado y toreros?, ¿más rigor de resultados?

Ante la crisis, si el toro y las figuras se achican, la fiesta, más. Si las figuras extranjeras continúan toreando aquí novillos de la ilusión y los nacionales toros del agarradero en tanto aumentan los precios, en poco tiempo la Plaza México seguirá la misma suerte que El Toreo de Cuatro Caminos: se convertirá en elevado edificio de lujo y tedioso centro comercial.

Pronto lo sabremos aunque nadie diga nada.

Varios son los matadores que en esta temporada mexiquera se han ganado a ley su repetición en carteles digamos más rematados, con o sin oreja de por medio, pero en las seis corridas que se han dado, uno de los toreros que mejores propuestas posee y a la postre se fue inédito, es el tapatío Guillermo Martínez.

Mitoteramente, en el festejo de hace ocho días, los dizque conocedores protestaron la presencia del primero de Guillermo, que contrastó con la de los dos toros anteriores, sólo que ese rigorismo a destiempo impidió ver la refinada tauromaquia de este Martínez frente a la clara embestida del de Rancho Seco.

El diestro, en lugar de concentrarse en su faena y convertir las lanzas en cañas, prestó oídos a los inconformes y cortó por lo sano. Pero que no le hubiera tocado a Ponce o al Juli

“Ha sido un buen año para mí, y tenía que salir a darlo todo –comenta Guillermo–; desafortunadamente, el público percibió que mi primer ejemplar no tenía presencia y vinieron las protestas.

“Como torero enormemente agradecido por el apoyo que me han dado los aficionados en toda la República, acepto y respeto su posición, por ello sólo pude trazar esbozos de lo que es mi toreo apenas en tres series. Con el segundo, qué te puedo decir, fue el lunar del encierro, muy resabiado y sin posibilidades de lucimiento.”

Hoy, en la séptima corrida de la temporada, parten plaza Manolo Mejía, Fermín Espínola y Pedro Rubén, que confirma su alternativa, para lidiar un bien servido encierro de El Junco.

 
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