Usted está aquí: martes 11 de noviembre de 2008 Opinión Y en el Gobierno del DF, ¿a quién le corresponde?

René Drucker Colín

Y en el Gobierno del DF, ¿a quién le corresponde?

Yo, cada día que pasa, me pregunto con mayor insistencia: ¿cuántas horas-hombre nos cuesta trasladarnos de un lado a otro en la ciudad de México? ¿A quién le corresponde hacer este análisis?, que me parecería fundamental que hiciera el jefe de Gobierno. Es más, yo me preguntaría eso si fuera funcionario de nivel, en cualquier ciudad de cierto tamaño que rebase un millón de habitantes. Pero enfoquémonos a la ciudad de México, en la cual, según se sabe, se trasladan de un punto a otro varios millones de personas cotidianamente.

Está claro que en cualquier ciudad del mundo que tenga este nivel poblacional tan elevado el traslado es complicado, difícil y, desde luego, tardado. ¿Pero es tan tardado como en la ciudad de México? Por experiencia propia, estoy seguro de que no y, desde hace unos pocos meses, segurísimo de que no. En la ciudad de México, hoy día cualquier distancia, por pequeña que sea, es difícil, complicada, pero sobre todo tardada.

En meses recientes se ha decidido, quizás atinadamente, hacer muchas obras viales. Pero, ¿es necesario hacer todas al mismo tiempo? ¿Acaso se hizo un estudio o por lo menos un análisis de cómo una obra afecta el traslado, si al mismo tiempo se hace otra en las cercanías, generando caos viales de dimensiones inaceptables, como ocurren hoy día? Pero aun aceptando que es necesaria la simultaneidad de las obras, ¿por qué se hacen sin el más mínimo auxilio vial?

La policía de tránsito está totalmente ausente y cuando de casualidad está presente, su ineficiencia es no sólo palpable, sino notable. Pero, además, es absolutamente insuficiente el número de agentes viales. Aunado a esto, aparte de que no se dan a respetar, la ciudadanía, en parte por su desesperación y en parte, malamente, por costumbre, no les tiene el más mínimo respeto. Pero sean cuales sean la o las razones, en el fondo da lo mismo si la policía de tránsito está presente o no, pues es incapaz de dirigir adecuadamente el curso vial. De hecho parecería que el caos frecuentemente es originado por ellos mismos.

Por otro lado, el transporte público es una calamidad. La Secretaría de Transporte y Vialidad (Setravi) no puede, no quiere, o de plano se lava las manos, pero no es posible que no logre poner en orden, con energía y decisión, a los microbuseros, que son la peor plaga que sufre la ciudad.

Tampoco entiendo por qué no se prohíbe, y digo prohíbe, la circulación de camiones repartidores, sobre todo de tráileres durante el día y se pone un horario, por ejemplo de las 24 a las 5 horas para la distribución de mercancías. Si a las empresas no les gusta, pues ni modo, el interés público debe rebasar el interés particular.

Tampoco entiendo por qué no existe una campaña permanente y efectiva para quitar y castigar con multas a todos aquellos que se estacionan donde no pueden por ley y no deben por respeto a los demás. ¿Dónde está la autoridad?, bueno, ya sabemos, está ausente.

Hace unos días me tomó tres horas –sí, señores, tres horas– viajar de Ciudad Universitaria a Polanco, distancia que normalmente, si no hubiera tráfico a las dos de la madrugada, me tomaría 15 minutos. ¿Por qué me ocurrió?, pues porque hubo una manifestación que bloqueó el tránsito de sur a norte. Yo creo fervientemente en la libre expresión, pero me niego a aceptar que ésta afecte a la población en general, pues ya no es libre expresión, sino abuso y falta de autoridad.

A mí me queda muy claro que gobernar, sobre todo una ciudad tan compleja como es el Distrito Federal, es muy, pero muy difícil, pero aquellos que han aceptado el reto de gobernarla tienen la responsabilidad ineludible de gobernar por el bien común, y hoy día no hay (aunque en realidad nunca lo ha habido) ningún respeto hacia la ciudadanía, pues las obras, el transporte, los baches, los topes, la falta de autoridad de la policía de tránsito, la ausencia de decisión para implementar prácticas que limiten a ciertas horas el transporte de ciertos tipos de vehículos, la falta de decisión y, sobre todo, la vigilancia hacia la población para castigar infractores, hace que este gobierno no esté cumpliendo con su obligación de hacer más vivible la ciudad.

Y vuelvo a preguntar, ¿cuánto nos cuestan las horas-hombre que la ciudadanía tiene que invertir en trasladarse de un punto a otro?

Señor jefe de Gobierno: como dijo el señor Martí en relación con la seguridad: si su gente no puede ayudar a reducir los tiempos de traslado, que renuncien y busquen personas que sí puedan mejorar la calidad de vida en la ciudad. Por lo pronto, la calidad es mala y me pregunto, ¿pues a quién le corresponde mejorarla?

 
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