Usted está aquí: domingo 9 de noviembre de 2008 Opinión ¿La fiesta en paz?

¿La fiesta en paz?

Leonardo Páez

■ De Tlaxcala a Helsinki

Ampliar la imagen Uriel Moreno El Zapata, sin discusión uno de los toreros más sólidos y variados de nuestra baraja taurina, se presenta hoy en la Plaza México Uriel Moreno El Zapata, sin discusión uno de los toreros más sólidos y variados de nuestra baraja taurina, se presenta hoy en la Plaza México Foto: Archivo

Poca sensibilidad política y muy menguado olfato taurino exhiben de tiempo acá las autoridades de los estados que se dicen taurinos. Esta negligencia de tan conspicuos funcionarios rebasa el ámbito de sus responsabilidades públicas para instalarse, satisfecha, en una reiterada incomprensión del valor histórico, cultural, económico y político de la fiesta brava.

Pero más injustificable aún es la impúdica repetición de sus mismos errores, un año tras otro, una feria sí y otra también, arrojando un balde de agua de fregadero sobre la resignada cuanto indiferente afición de sus estados y municipios, al contratar empresarios reconocidos por su estrecha visión del espectáculo, por decir lo menos.

¿Qué necesidad tiene Tlaxcala, por ejemplo, con su rica tradición taurina, de recurrir a empresas del centro que mal conforman festejos de trámite, para luego alterarlos o de plano suspenderlos, como el de ayer? En Pachuca y otras capitales, ¿no hay aficionados inteligentes y comprometidos capaces de darle a su ciudad una feria digna? ¿Cuánto tiempo seguirá siendo la modesta Santa Clara mexiquense el ejemplo a seguir en cuanto a seriedad se refiere?

¿Los reiterados triunfos del encaste Saltillo-Piedras Negras –De Haro, Yturbe Hermanos, García Méndez, Felipe González y El Batán, entre otros– no motivan a constituir un comité responsable e imaginativo, capaz de organizar una feria con éxito taurino y económico? Pero históricamente el centralismo lo fomenta la pasividad de los estados.

Recibe este saludo finlandés –escribe desde Helsinki el aficionado y paisano Gilberto Durán. Dos de noviembre, día de recordar también a nuestros toreros muertos. Y viene a mi memoria mi Morelia taurina y su tradicional corrida nocturna del 2 de noviembre. Fue en ese día, pero de 1929 cuando el novillo Aleve, de la ganadería michoacana de Queréndaro, le pegó a Esteban García –muchas veces dupla de Carmelo Pérez– tan gravísima cornada en el vientre que murió cuatro días después.

La novillada –añade Gilberto– se llevó a cabo en la plaza de toros construida de cantera rosada, como lo fue el resto de los edificios coloniales de la ciudad. Esa plaza, criminalmente la demolieron para construir en su lugar ¡un hotel!

El nombre de Esteban García todavía suena en el aire moreliano. La noche de la cornada torearía con otro grande, David Liceaga, que no pudo llegar por una descompostura mecánica de su auto, a media noche y en plena sierra, y Esteban quiso torear los seis novillos. Sólo llegó al segundo. Aleve lo sacó del burladero y lo mandó al cielo a esperar a Carmelo.

Por lo demás, te cuento que algunos mexicanos de acá, con el pretexto del Día de Muertos, hemos organizado una merienda con chocolate y pan de muerto. Me imagino que, aunque nadie lo anuncie, también habrá toro de once con tequila en los cuernos –concluye animoso Gilberto Durán.

Hoy, en la sexta corrida de la temporada en la Plaza México se anuncia un cartel sin desperdicio: Uriel Moreno El Zapata, uno de los toreros más sólidos y completos de nuestra baraja; Leopoldo Casasola, triunfador también en la temporada pasada, y Guillermo Martínez, poseedor de una elegante tauromaquia consolidada en repetidos triunfos. El ganado será del hierro tlaxcalteca de Rancho Seco.

 
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