Usted está aquí: jueves 6 de noviembre de 2008 Opinión El efecto Obama

Miguel Marín Bosch

El efecto Obama

Hace poco un amigo de Nueva York, un republicano empedernido, me dijo que sus hijos lo habían convencido de votar por Barack Obama. He ahí una de las claves de lo que ocurrió el pasado martes en la vida política estadunidense. Se ha dado un cambio generacional que no puede sino inyectar una muy necesaria dosis de optimismo en ese país y en buena parte del resto del mundo. Confieso que me equivoqué, y qué bueno. Jamás pensé que vería a uno de los dos partidos principales en Estados Unidos designar a un negro como su candidato a la presidencia, y que ese candidato saliera victorioso. Repito, me equivoqué, y qué bueno.

En la recta final de la campaña presidencial, el cataclismo financiero de Wall Street se convirtió en su trampolín a la victoria. Los temas económicos dominaron el debate y John McCain no pudo sacudirse la camiseta republicana. El fantasma de la incompetencia de George W. Bush lo persiguió siempre. Bush, que había maltratado a McCain en 2000, sobre todo en vísperas de las primarias en Carolina del Sur, volvió a impactar de manera negativa su futuro político. Aun tumbado en la lona, Bush logró impedirle el paso a la Casa Blanca. Ahora su nuevo inquilino será un demócrata que ha hecho historia llegando a la presidencia pero que quizás no pueda superar la tremenda crisis que heredará en enero de 2009. Y pensar que Bill Clinton y los demócratas le dejaron un superávit presupuestario a George W. Bush en enero de 2001.

El electorado estadunidense está cambiando. Hace 20 años 86 por ciento de los estadunidenses empadronados eran blancos; hoy constituyen 74 por ciento. En otras palabras, hay más hispanos, negros y otras minorías que participan en el proceso electoral. En 30 años serán la mitad de los votantes.

Hace 20 meses, cuando el senador Barack Obama lanzó su candidatura, nadie (o casi nadie) en el Partido Demócrata pensó que podría llegar a la grande. Era el turno de Hillary y ella tenía una campaña bien organizada y con muchos recursos para lograr el apoyo de su partido. Pero Obama barrió en varias elecciones primarias, empezando en Iowa, un estado predominantemente blanco, y acabó con la senadora por Nueva York. Esa fue su gran victoria y los recursos que fue recaudando y su estilo político –calmado y sin estridencias– fueron ganándole adeptos, sobre todo entre los jóvenes, los negros y las muchas personas que se empadronaron por primera vez precisamente para poder votar por él.

Obama llega con una dosis de ilusión que supera con creces a la de los partidarios de Reagan en 1980 y de Kennedy en 1960. El hecho de ser el primer presidente de raza negra ha cambiado todo en el panorama político y social de Estados Unidos. ¿Cómo lo logró?

Primero tuvo el acierto de poner de lado el color de su piel. Luego puso en marcha una organización política en la que los jóvenes figuraron en un lugar prominente. Se valió de Internet para establecer contacto con el electorado. Siguió con una campaña de empadronamiento sin precedente. Recurrió a temas como el fin de la guerra en Irak (oposición que fue matizando), pero sobre todo habló de cambio (sin definirlo demasiado) en un país en el que apenas la mitad de los ciudadanos votaba en las elecciones federales.

Los jóvenes estadunidenses de hoy quizás sean menos racistas que sus padres y abuelos. Hace 20 años 56 por ciento de los blancos se oponía a la idea de parejas racialmente mixtas. Hoy es apenas 14 por ciento.

Obama ha hecho más para garantizar la participación de los negros en las elecciones en Estados Unidos que líderes tradicionales como Jesse Jackson. Empezó con problemas en Chicago cuando se le consideraba “poco negro” al lanzarse para el Senado estatal en Illinois. Hace apenas un año el llamado “voto negro” estaba en manos de Hillary Clinton. El pasado martes hubo personas de edad de raza negra que fueron a votar por primera vez porque el candidato era Obama.

Al final de la campaña presidencial suele acortarse la distancia entre los candidatos en las encuestas. McCain y sus seguidores trataron sin éxito de reducir aún más esa distancia al intentar colgarle a Obama el sambenito de amigo de terroristas y socialista. No surtió efecto.

Con todo, lo que impulsó a Obama a la presidencia fue la crisis financiera. Pero estaba listo para sacar ventaja de esa situación. Ahora Obama tendrá que hacer frente a una situación complicada. Estados Unidos tiene una deuda nacional gigantesca; atraviesa por su peor crisis financiera y económica desde la Gran Depresión de los años 30; requiere de trabajos urgentes en materia de infraestructura (puentes, carreteras, túneles, puertos y aeropuertos).

No deja de ser curioso que hace ocho años George W. Bush llegó a la Casa Blanca como un presidente ilegítimo pero con bastante dinero en caja. Hoy Obama llega como presidente legítimo pero sin disponer de muchos recursos. ¿Qué pasará si es el primer presidente negro malo? Haga lo que haga como presidente, Barack Obama ya ha cambiado el curso de la historia de Estados Unidos.

Hace unas semanas hablábamos del efecto Bradley; hoy debemos hablar del efecto Obama: lánzate para presidente aunque los miembros de tu partido digan que careces de la experiencia política necesaria; echa mano de Internet y de las donaciones pequeñas para tu campaña; preséntate como candidato de todos y habla del futuro; cultiva a los jóvenes; evita el enojo de los candidatos negros del pasado; ofrece esperanza y convence a toda la gente, sin importar raza, género, edad o nivel económico, que trabajarás para mejorar sus vidas y el futuro de su país.

Difícilmente podría exagerarse la trascendencia del momento histórico. Seguramente será un parteaguas en la historia de Estados Unidos.

A la memoria de Gustavo Iruegas

 
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