Usted está aquí: miércoles 5 de noviembre de 2008 Opinión Evo Morales y los evangélicos

Carlos Martínez García

Evo Morales y los evangélicos

Sorprende la cordial relación del presidente boliviano, Evo Morales, con las iglesias evangélicas de su país. A diferencia de lo que en términos generales acontece en el resto de América Latina, el primer mandatario indígena de Bolivia ha expresado sentidos reconocimientos a distintos liderazgos de las pujantes comunidades protestantes/evangélicas por su papel de servicio en la historia de la nación.

Al asistir a la Consulta de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, que tuvo lugar del 25 al 27 de octubre en La Paz, Bolivia, bajo el lema “Espiritualidades indígenas, interculturalidad y misión integral”, se presentó la oportunidad –tanto por el evento mencionado como por la investigación de campo realizada en días previos y posteriores al mismo– de palpar directamente la vitalidad de los pueblos indios bolivianos. Particularmente me interesaba conocer el rol de la creciente población indígena evangélica.

Es sabido que en distintos espacios políticos, de opinión pública y publicada, y académicos sigue transmitiéndose la idea de que el cristianismo evangélico es un elemento disolvente de la identidad de los pueblos originarios. En contraste, al interior de éstos, en Bolivia, se abre decidido paso una corriente, cada vez más fortalecida, conformada por indios e indias que han elegido como una de sus marcas de identidad la fe evangélica. En esa elección han encontrado una nueva forma de resistencia a las históricas acciones invisibilizadoras por parte de sucesivos gobiernos anteriores al de Evo. Pero también han desarrollado un sentido de dignidad frente a los señalamientos estigmatizadores, que pretenden negarles su derecho a construir nuevas formas de concebir la(s) indianidad(es).

Hace dos años, al cumplirse un siglo de presencia de la Iglesia metodista en Bolivia, en un acto multitudinario el presidente Evo Morales le concedió a representantes de la institución la Orden Nacional Cóndor de los Andes. En su exposición de motivos, al otorgar la distinción, Evo subrayó que “el gobierno de Bolivia, sensible y consciente de la labor de la Iglesia Metodista, entrega esta condecoración como un reconocimiento a su aporte social, educativo, pastoral y a su acompañamiento a los movimientos sociales”.

En la misma ocasión hizo una remembranza acerca de que entre los primeros apoyos recibidos en su itinerario de activista social y representante popular, estuvo la solidaridad del liderazgo y pueblo metodista. En su intervención el presidente evocó momentos significativos en que recibió respaldo de los obispos metodistas Rolando Villena, Eugenio Poma y Zacarías Mamani. Ellos, rememoró, lo acompañaron en las luchas de los campesinos cultivadores de la coca en la región del Chapare, en las luchas sindicales, en la defensa de los derechos de los pueblos originarios y en las marchas en defensa de la vida.

Desde la década de los años setenta, en el siglo pasado, la Iglesia metodista se destacó por su papel en el fortalecimiento de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, lo mismo que en los proyectos educativos populares. Mientras las instituciones del Estado boliviano, en aquellos años, estaban prácticamente ausentes en los pueblos indios, los metodistas y otros grupos protestantes/evangélicos sirvieron como espacios alfabetizadores, de promoción de la salud y atención médica, de dignificación de las lenguas indígenas al traducir la Biblia a idiomas indígenas.

En el Movimiento al Socialismo (MAS), organismo amplio que permite a Evo Morales tejer amplias y diversificadas alianzas, y que le llevan a la presidencia de la República, se destacó el contingente evangélico como correa de transmisión para desmentir los ataques de las fuerzas políticas conservadoras que hacían señalamientos de desastres por venir en caso de que Evo obtuviera la mayoría del voto popular. Sobre todo fue muy importante el activismo de los protestantes indígenas en sus comunidades, casi imposibles de alcanzar por las élites políticas tradicionales concentradas en las urbes del país.

En consecuencia a la trayectoria descrita fue que Evo Morales reconoce el aporte evangélico a su movimiento al nombrar como ministra de Justicia a la metodista, indígena quechua, Casimira Rodríguez. Ella desarrolla, en los años ochenta, su experiencia organizativa y por la reivindicación de sus derechos al interior de la organización del Sindicato de Trabajadoras del Hogar en Cochabamba. No obstante que dura en el cargo poco menos de un año, de febrero de 2006 a enero de 2007, la cercanía con el proyecto de Evo se ha mantenido porque el mismo representa la posibilidad de obtener reivindicaciones históricas de los pueblos indios.

Más recientemente, en el enfrentamiento de Evo Morales con el alto clero católico y las presiones de la oligarquía concentrada en Santa Cruz, el presidente ha sido respaldado por la Iglesia metodista boliviana. En abril, en medio de continuos retos a medidas gubernamentales e intentos autonómicos azuzados por terratenientes que buscan defender privilegios antes intocados, los obispos metodistas criticaron a “quienes se resisten a reconocer la autoridad” del jefe de Estado e intentan deslegitimarlo.

Sin duda es interesante, e ilustrativa de nuevas realidades que se construyen en los márgenes de las sociedades latinoamericanas y que ahora emergen en centros de decisión nacionales, la relación tejida entre Evo Morales y un buen sector del liderazgo y pueblo evangélicos de Bolivia.

 
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