Usted está aquí: lunes 3 de noviembre de 2008 Opinión Centenaria

Centenaria

3 de noviembre de 1908

El Imparcial*

Por el alma de los difuntos

Ha pasado sin ruidos, tristemente, casi solemne el día “dos de Noviembre,” día llamado de difuntos, y los habitantes de la capital lo han “vivido” en los panteones.

Es por una extraña coincidencia que la costumbre ó el calendario hayan señalado para el aniversario de los muertos una fecha tan en consonancia con el duelo y la tristeza de los sepulcros. La naturaleza, á influencias del otoño, gime y parece retorcerse en una agonía triste, lanzando el sol sobre los mausoleos de los panteones, rayos sin calor que apenas alcanzan á llegar á tierra á través de los árboles de calva cabellera que sombrean la humildad ó el fasto de las tumbas, de las necrópolis, entre las cuales antójase ver surgir pavoroso el velo del misterio.

México entero ha asistido ayer al espectáculo conmovedor del tráfico de condolencias y recuerdos que en este día tienen las almas de los vivos con las de aquellos que ya no existen, y como desde hace varios años la autoridad ha prohibido con la bebida en los cementerios la profanación grosera de las tumbas, las calladas manifestaciones de verdadero duelo, las ostentaciones del recuerdo han sido ayer muy dignas y muy sencillas.

Hay quien diga que las costumbres populares tienden á desaparecer, y quien incluya entre estas costumbres, que casi siempre han sido malas costumbres las de ir á los panteones á “llorar el hueso.”

Felicitémonos por ello, porque con la desaparición de esa manera, casi salvaje de demostrar el dolor, mucho van ganando la civilización y las costumbres nuevas.

Largo es el recorrido de las necrópolis. Los panteones circundan á México como en un cinturón fúnebre que tiene como uno de sus puestos más avanzados el Panteón de la Piedad, para no hablar ya de los panteones de San Fernando, donde en este día no brilla más que uno que otro cirio, y apenas si prende á lápidas resquebrajadas, tal cual florecilla que parece esconderse vergonzante entre el dédalo de nichos, en su mayor parte, vacíos, que enseñan sus profundidades oscuras de las encías desdentadas de la muerte.

CAL

*Se publicó de 1882 a 1883 y de 1897 a 1914

Centenaria recogerá, en su grafía original, noticias que publicaban diferentes periódicos hace cien años en la ciudad de México.

 
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