Usted está aquí: domingo 2 de noviembre de 2008 Opinión Voto latino y política migratoria

Jorge Durand

Voto latino y política migratoria

Barack Obama fue a visitar en dos ocasiones al Piolín Sotelo, locutor de la Qué Buena 107.9, radiodifusora de Los Ángeles, California. No podía ser de otro modo. El afamado locutor fue uno de los principales promotores de la gigantesca marcha de la primavera de 2006 que reunió a cerca de un millón de personas en esa ciudad estadunidense tan ligada a la trayectoria migrante mexicana. Piolín se ha convertido en pieza fundamental en tiempos electorales, más aún cuando el voto latino tiene ahora un peso específico innegable. De ese modo Barack Obama corrigió lo que en un primer momento se consideró un grave error político de su campaña: pasar por Los Ángeles y no hacer una escala en el show del Piolín.

En una de esas dos entrevistas, Obama recordó que él fue el único senador que participó en la marcha que se desarrolló en Chicago, en marzo de 2006, para demandar una reforma migratoria justa e incluyente. En aquella ocasión, otro locutor de la Qué Buena, de Chicago, conocido como El Pistolero, había sido uno de los promotores de esa marcha.

Ya en campaña, Obama acudió también al programa de El Pistolero. Apoyo que en realidad ya no necesita, porque todo Chicago está en favor de Obama. Como señala Susan Gzesh, profesora de la Universidad de Chicago, los activistas latinos han dejado de trabajar en sus comunidades para trasladarse a Indiana, Ohio y Michigan a buscar el apoyo del electorado latino de esos estados.

El apoyo de los activistas latinos a candidatos demócratas afroestadunidenses no es nuevo. Entre ambas comunidades existe una larga tradición de acuerdos políticos. La alianza se forjó a partir de la candidatura del abogado afroestadunidense Harold Washington a la alcaldía de la ciudad de Chicago en 1983. Como se sabe, la maquinaria demócrata de Chicago suele ganar de manera holgada las elecciones, pero en el caso de Washington se trataba de ganar la nominación del partido. Y, al igual que en el caso de Obama, muchos demócratas blancos se oponían a esa candidatura por motivos raciales. En esas condiciones, el apoyo de los latinos fue decisivo para que Harold Washington se convirtiera en el primer alcalde negro de la ciudad de Chicago.

Uno de los puntales del apoyo de la comunidad mexicana de Chicago fue Rudy Lozano, líder nato muy querido, que fue asesinado por un pandillero en su propia casa en junio de 1983. Ahora su hermana Emma Lozano y su hijo, Rudy Lozano Junior, se han comprometido de manera decidida con la candidatura del candidato demócrata afroestadunidense. La colaboración entre mexicanos y afroamericanos que se logró en esos años fue excepcional, pero efímera dada la muerte prematura de Washington en 1987. Como quiera, quedó sembrada una semilla de colaboración entre ambas comunidades que enfrentan condiciones similares de segregación, pobreza y marginación. Condiciones que Obama bien conoce ya que trabajó como organizador comunitario en los barrios populares de la ciudad e hizo sus prácticas de abogado en el mismo bufete jurídico donde había laborado Harold Washington.

Barack Obama ha apoyado de manera clara y abierta dos propuestas promovidas por representantes del estado de Illinois de importancia capital para la comunidad mexicana. La propuesta HR1379, presentada en 2007 por el congresista puertorriqueño Luis Gutiérrez, busca reducir costos en los trámites de ciudadanía, la simplificación de los procedimientos, la reducción de plazos en los trámites y la promoción de la ciudadanía entre la población inmigrante. Esta propuesta, aún pendiente, da impulso a la naturalización de los migrantes que llevan años en listas de espera y, mientras tanto, tienen vedado el acceso a los beneficios que proporciona la ciudadanía. Incrementar la ciudadanización de los migrantes es una vía directa para lograr que crezca el voto latino.

Otra propuesta de ley que ha sido respaldada por Obama –pero que no ha corrido con suerte en el Congreso– es la Dream Act, presentada por el senador de Illinois, Richard Durbin. Esta ley pretende solucionar uno de los más graves problemas de la generación “uno y medio”, es decir, los migrantes indocumentados que llegaron a Estados Unidos cuando niños pero tienen vedada la posibilidad de estudiar en la universidad. La propuesta de ley abre una puerta a este veto que afecta a miles de jóvenes migrantes: el otorgamiento de visas de residencia temporal que podrían convertirse en definitivas, que les permitirían trabajar, estudiar y obtener licencias de manejo.

Paradójicamente, hay que decir que fue la ley de inmigración (IIRIRA) de 1996, promulgada por Bill Clinton, la que generó ese problema al conceder poderes discrecionales a los estados de la unión para legislar en asuntos migratorios. Una de esas atribuciones fue el poder rechazar a estudiantes indocumentados que querían continuar sus estudios en las universidades públicas. Esa restricción afectó de manera muy profunda a la comunidad mexicana y condenó el futuro de los jóvenes. Al mismo tiempo, la ley de inmigración de 1996 ha permitido que varios gobiernos estatales hayan asumido actitudes antinmigrantes, se hayan abocado a perseguir indocumentados y hayan eliminado beneficios a los que tenían derecho los trabajadores migrantes indocumentados.

Si es elegido, a Obama le tocará enmendar uno de los peores escenarios que se han generado con la ley de inmigración de 1996 porque su triunfo se deberá, en buena medida, a los latinos que en estos últimos días de campaña están luchando por él.

 
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