Usted está aquí: miércoles 29 de octubre de 2008 Política Turner: un timonel de nuestra América

José Steinsleger

Turner: un timonel de nuestra América

A un payador del llano oí decir que cada persona es cotejable a un leño que arde: los peores queman y echan humo. Los buenos calientan. Los excelentes calientan y alumbran. Y a otro oí decir que debemos cuidarnos de una alabanza inmerecida, pues cuanto más alto es el pedestal, más pequeña aparece la estatua.

La personalidad de quien ahora rendimos homenaje no empata con la de quienes buscan el aplauso y la aprobación popular. Tranquilicemos, pues, a Jorge Turner, y digámosle que este acto público de reconocimiento a su persona guarda el propósito de estimularnos para tratar de ser tan íntegros como él.

La trayectoria de Turner no requiere de versallescos y adocenados homenajes, cuyo propósito apunta a reservar un lugarcito en el quimérico olimpo de la posteridad, cuidadosamente programada. Todo lo de Turner se coteja en el hombre crowd del que hablaba Whitman, en el hombre llano que circula por el llano.

Si nos atenemos al dilema clásico, puede decirse que la vida consciente empieza cuando nos preguntamos qué queremos ser, qué tipo de vida queremos llevar. Desde su praxis como estibador en el canal de Panamá, el joven Turner entendió que el primer deber de la justicia es evitar que un hombre haga daño a otro. Luego estudió Derecho y aprendió que nadie nace por y para sí mismo, sino que una parte le será reclamada por sus seres queridos, la otra por sus amigos y compañeros, y la otra por su patria.

De una patria como la suya, abortada por los enemigos de la anfictionía bolivariana, y convertida por el imperio en campo de entrenamiento de los verdugos que azotaron a nuestros pueblos en el siglo pasado. ¿Cómo imaginar las tribulaciones del viejo luchador, cuando estando de embajador en México supo que los invasores de su patria masacraban hombres, mujeres y niños sin piedad, frente a ojos de un mundo ciego que simultáneamente festejaba el “fin de la historia”?

Apenas podemos recoger el dato. Uno más en la letanía de atropellos padecidos por los pueblos de América Latina y el Caribe, en 200 años de luchas republicanas. Pero mientras otros arrojaban la toalla, Turner mantuvo el timón, hundiendo el bisturí analítico en los meandros del delta emancipador. Así pudo afrontar la decepción mayor, manifestada por una generación de jóvenes imbecilizados, que hasta el mes pasado nos vendían las marcas falsificadas de la mentira universal: individualismo enfermizo, libre mercado, cinismo político, modernidad de contrabando, intervencionismo “humanitario”, estulticia seudodemocrática,

Turner contaba 68 años, y bien pudo pensar que vanos habían sido los empeños de su vida: luchador anticolonialista por la soberanía del canal; luchador antifascista y revolucionario, pensador político en pos de la unidad latinoamericana. Veinte años después, y con las prerrogativas del viejo topo, podría decirnos a propósito de la situación que vive el mundo: ya lo ven… La vida da muchas vueltas. El vino siempre sabe mejor en odres viejos.

Un ejemplo, un pensamiento desalienado, una trayectoria política que es anterior a él. Turner, nuestro hijo (tratarlo de “padre” o “abuelo” sería cargarlo con más años de los que tiene), recorre ya el tramo de esa etapa de la vida en que la memoria empieza a filtrar, el presente se ve con los ojos de lo pasado (y no “del pasado”) y el futuro con los ojos de lo presente (y no “del presente”).

Dice un proverbio árabe: “de nada sirven los ojos en un cerebro ciego”. Mirar es un acto instintivo. Observar es distinto: se requiere de cierto desarrollo de la subjetividad y la capacidad de abstracción. Pero el acto de “ver” (cómplice de “revelar” y “develar”) equivale a más que mirar u observar. Los niños miran. Los jóvenes observan. Los viejos como Turner ven.

Aunque no propiamente “viejo” en el sentido de “chochez”, que equivaldría a pobreza de espíritu, Jorge Turner conoce bien a los que ahora viven, a sus padres y abuelos, y ha conocido muy bien a los caídos que se nos adelantaron en la lucha. El reconocimiento a su autoridad, sus razonamientos, sus normas de conducta, sus consejos, su experiencia de vida es también el homenaje que podemos damos en momentos de gran incertidumbre para la humanidad.

Un acto de amor, si se quiere. Pero fuera de lo formal, la importancia de este acto consiste en refrendar el brío y las convicciones que nuestro hijo, este hijo de la América nuestra, sostuvo sin desmayo desde mucho antes de su nacimiento. Turner ya no necesita de Panamá. Panamá necesita de Turner.

Texto leído en el homenaje a Jorge Turner Morales, tributado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y el Centro de Estudios Latinoamericanos de la UNAM. México, 27 de octubre de 2008.

 
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