Usted está aquí: sábado 25 de octubre de 2008 Disquero Día de vivientes y supervivientes

Disquero

Día de vivientes y supervivientes

Pablo Espinosa ([email protected])

En los anaqueles de novedades discográficas esplende un par de álbumes que parecen puestos allí por manos sensatas, en tratándose de días los que vivimos envueltos en la celebración mexicana del misterio de la muerte. Aunque retrocede en aspectos nodales, la sociedad avanza en cuestiones importantes como el conocimiento, de manera que a las concepciones manidas, los lugares comunes, los clichés y las actitudes inerciales, alrededor de los dos primeros días de noviembre aparecen coloquios, libros, ideas distintas.

Por supuesto que la vanguardia está en el conocimiento milenario, pues la sociedad occidental vive en el atraso respecto de temas tales como la muerte, mientras la filosofía oriental va mucho muy adelante con sus conceptos de impermanencia, vacuidad, desapego y compasión.

Los discos referidos son dos Requiem, un apartado del repertorio de música de concierto que despierta por igual fascinación que, otra vez, miedo, reverencia, y a lo último delectación estética.

El tema es vasto, y como diría el jurisconsulto Bernal, no es el momento de abordarlo, pero sería inadmisible dejarlo así nada más, de manera que el espacio para tratarlo será distinto.

Lo que sí procede es recomendar ampliamente estos dos Requiem que lucen en algunas tiendas de discos (Tower Records Altavista, fue donde los compró el Disquero). El primero fue escrito por el compositor alemán Johann Adolphe Hasee (1699-1783), a quien François Joseph Fétis, en su monumental Biographie universelle des musiciens, describe así: “pocos artistas disfrutaron de tanto éxito y prestigio como Hasse; pocos han padecido tanto el olvido como él ahora”. Y es que, en efecto, al no haber un Mendelssohn que rescató a Bach en el siglo XIX, el mundo se ha perdido de una música extraordinaria, la de Hasse, y su Requiem es una obra maestra que además se aparta del tono lamentoso, lúgubre, pesaroso, lleno de miedo y penitencia, elementos que pueblan la mayoría de los Requiem, los famosos y los poco conocidos. ¿Un Requiem gozoso? He aquí a Hasse. ¿Uno pesaroso pero harto interesante? He aquí a Saint-Säens, el autor de una obra relativa y con cierto prestigio en las salas de concierto: la Danse Macabre, que recoge un ritual legendario.

En su misa de Requiem, al que algunos atribuyen, como a las Canciones para los niños muertos de Mahler, características premonitorias porque, al igual que Mahler, Saint-Säens sufrió la muerte de dos de sus hijos poco tiempo después de haber escrito este Requiem, que le fue encargado por un amigo para la hora de su muerte, del amigo.

Y como vida y muerte forman una unidad cíclica, junto a esos discos que algunos calificarían, sin serlo, como fúnebres, lucen dos novedades unidas por dos virtudes: ambos fueron grabados por mujeres y ambos combinan música conocida con partituras que merecen mayor atención, pues son tesoros que podrían quedar olvidados en la historia, como sucedió con la música de Hasse.

La pianista Ingrid Fliter hace lucir cuatros valses, una sonata, tres mazurkas, una barcarola y una balada de Fréderic Chopin, en un acercamiento pleno de exquisitez, ternura, poesía y todo el fabuloso espíritu romántico que amerita tocar y escuchar a Chopin. Nueva diva del piano.

Mientras otra belleza, la pianista Lise de la Salle entorna sus hermosos ojos lapislázuli mientras hace lucir el portentoso Concierto para piano y trompeta de maese Shostakovich, se suelta el pelo con el Concierto Uno de Liszt y, por si fuera todavía poco, remata con el Concierto Uno de Prokofiev. Un discazo.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.

Noticias de hoy
Noticias de hoy

15:29 Noticias

Más información…