Usted está aquí: jueves 16 de octubre de 2008 Política ¿Vuelta al pasado?

Octavio Rodríguez Araujo

¿Vuelta al pasado?

Se ha especulado que si el PRI continuara a la alza en preferencias electorales sería como volver al pasado, especialmente si obtiene el primer lugar en las próximas elecciones federales intermedias (diputados) y luego en la presidencial de 2012. Las cosas no son así de simples.

La primera pregunta que podríamos hacernos es: ¿qué tan “al pasado” se regresaría en México si el PRI ganara? ¿Al pasado de Salinas de Gortari? ¿Al pasado de Echeverría?, para sólo poner dos ejemplos elocuentes de pasados que ya vivimos. Mi hipótesis sería que no regresaría el país a ninguno de estos dos pasados, y mucho menos al de los tiempos de Echeverría. El PRI cambió sustancialmente no sólo a partir del gobierno de Salinas, quien incluso le marcó la ideología que ahora tiene, sino porque las nuevas generaciones de priístas han dejado atrás a las antiguas, a las defensoras del estatismo, del llamado nacionalismo revolucionario y del populismo. Los pocos que quedaban de esa vieja corriente se pasaron en mayoría al PRD y, a pesar de las diferencias internas en este partido, son los que más han pesado política e ideológicamente en los últimos años.

Otra reflexión que tal vez deberíamos hacernos es la siguiente: el PRI del pasado estaba determinado por el presidente de la República en turno (del saliente al momento de escoger a su sucesor, y del entrante que desde que era presidente electo ya iniciaba su gobierno poco a poco para afianzarlo a partir del primero de diciembre del año de la elección). Si el PRI ganara en 2012 no habría determinaciones del presidente saliente, y el entrante no le debería teóricamente nada, sino al contrario: trataría de distinguirse del que ahora ocupa Los Pinos. En otros términos, el papel metaconstitucional del presidente de la República como jefe nato del PRI quedaría en el olvido y, en estos tiempos de alternancia más o menos asegurada, no lograría recuperarlo: el presidente sería un priísta, un “nuevo” priísta en el gobierno y a lo más podría influir para el nombramiento de los dirigentes principales de su partido (como hizo Calderón para impedir la relección de Espino Barrientos y favorecer a alguien de su confianza, Martínez Cázares), pero no designarlos como se hacía antes.

Los nuevos priístas, aunque no lo reconozcan, son de tendencia neoliberal, y su horizonte, a pesar de que pudieran tener diferencias con el PAN y los panistas, no sería muy distinto del que éstos defienden. El prianismo, como se ha dicho cientos de veces, no es una entelequia abstracta, sino una realidad. Lo más que podría hacer el PRI en términos discursivos sería recuperar algo del intervencionismo estatal del pasado y un poco del populismo nacionalista que sería una pieza de distinción que los panistas no aceptarían ni dormidos. La vocación socialdemócrata, que comparten los dirigentes del PRI con el PRD, no se diferenciaría mucho de la igualdad que estableciera Kostas Vergopoulos en los años 80, en su célebre artículo sobre el tema: socialdemocracia, sobre todo en América Latina –escribía Vergopoulos–, igual a populismo, un populismo también actualizado y acorde con los tiempos, que no son los mismos que hace 25 o 30 años.

El régimen político ha cambiado, no es el mismo que en los años de Echeverría como presidente. Es un régimen político que afianzó o consolidó Salinas de Gortari en el contexto de la globalización neoliberal y de una mayor subordinación a los intereses de Washington. Los “nuevos” priístas no lo cambiarían como quizá hubiera hecho López Obrador de habérsele reconocido su triunfo, pero aun así habría –por fuerza y conveniencia– diferencias con la dinámica que le han querido imprimir los panistas, fallida en muchos aspectos, algunos muy graves y peligrosos.

Son precisamente los errores de los panistas, además de su voracidad desmedida por enriquecerse (ellos o sus amigos, como también fue el caso de Salinas y de Zedillo), que han propiciado una sólida tendencia al voto de castigo. Éste, gracias a los errores del PRD y a la aplastante propaganda adversa que ha recibido desde el gobierno, se ha orientado en favor del PRI, no por bueno o ejemplar, sino porque tiene mayores probabilidades de triunfar que el PRD. Una vez más, voto de castigo igual o semejante al voto útil.

No hay partido en México que pudiera volver al pasado. Esa máquina del tiempo sólo existe en la ficción y en las mentes incultas de los panistas que, creyéndolo o no, han querido espantar a la gente con el petate del muerto, de la misma manera que ellos se han espantado. El PRI es, por definición o por inercia del pasado (aquí sí), un partido pragmático, acomodaticio, oportunista y tan marrullero como los demás (como hemos podido comprobar mediante la simple observación de sus acciones y truculencias), pero no la vuelta al pasado ni la mejor opción. Pero es lo que hay y, como están las cosas, cualquiera es mejor que el PAN. Si el PRD no se hubiera dado de puñaladas a sí mismo hubiera podido ser una mejor opción, pero los “hubiera” no existen en política.

 
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