Usted está aquí: martes 14 de octubre de 2008 Cultura Cada uno lleva dentro la semilla de la divinidad: Stockhausen

Cultura y arte a raudales

■ El compositor realiza, con otras luminarias, un ciclo de arte sonoro en el FIC

Cada uno lleva dentro la semilla de la divinidad: Stockhausen

■ La música intuitiva quizá es la forma más arriesgada de hacer arte, afirma el compositor alemán

■ En mis conciertos comparto una experiencia espiritual que me enriquece, dice a La Jornada

Pablo Espinosa (Enviado)

Ampliar la imagen Markus Stockhausen, hijo del compositor Karlheinz Stockhausen (1928-2007), durante la entrevista con La Jornada Markus Stockhausen, hijo del compositor Karlheinz Stockhausen (1928-2007), durante la entrevista con La Jornada Foto: Pablo Espinosa

Guanajuato, Gto., 13 de octubre. El compositor alemán Markus Stockhausen protagoniza, con los italianos Stefano Scodanibbio y Fabrizio Ottaviucci y el germano-estadunidense Mike Svoboda, un ciclo de música contemporánea de particular trascendencia, organizado por la compositora mexicana Ana Lara.

Tendrá su culminación este martes en el foro principal del Festival Internacional Cervantino (FIC), el teatro Juárez, con una gala que conjuntará las aportaciones de estos astros de la creación sonora actual.

Markus Stockhausen se presentó por primera vez en México hace 25 años, con un concierto inolvidable en la Sala Nezahualcóyotl como integrante del trío de jazz alemán de Reiner Brunninghaus. Un cuarto de siglo después regresa con una trayectoria personal impresionante.

Hijo de uno de los compositores más importantes de la historia, Karlheinz Stockhausen, espera a su vez un hijo. Su esposa, la extraordinaria clarinetista holandesa Tara Bouman, estaba programada en este ciclo de música contemporánea.

Los cuidados del embarazo pospusieron la oportunidad. En Guanajuato, Markus Stockhausen desplegó su magia, bonhomía y generosidad en una serie de conciertos formidables, en una serie de cátedras magistrales con alumnos mexicanos y con la siguiente entrevista que concedió a La Jornada, al término de un concierto de alcances místicos, una meditación espiritual con música intuitiva, de su creación.

Más allá de la improvisación

–¿Qué es la música intuitiva?

–Es un paso más allá de la improvisación. En aquella hacemos sonar material que ya conocemos, o bien improvisamos a partir de un tema o de un ropaje armónico. Pero en la música intuitiva todo está verdaderamente abierto. No es free jazz aunque contenga algunos elementos de ello o de alguna otra manera libre de tocar. Cuando intentas tener una mente realmente vacía al empezar a tocar es cuando tienes la capacidad de ver lo que está sucediendo en el momento. Se trata de un arte que conseguirlo lleva años, quizá se trata de la forma más arriesgada de hacer arte, la composición musical al instante, que puede resultar exitosa o fallar. Solamente sucede en el momento en el que los músicos que participan están en la misma sintonía energética y se conectan con el público. Me gusta este tipo de retos.

–¿Cómo se logra la conexión mente-cuerpo-espíritu en esta forma de composición musical frente al público?

–Mi cuerpo sopla la trompeta mientras mi espíritu comunica sentimientos y emociones al público y mi mente calcula intervalos, escalas, me ayuda a lograr maestría instrumental. El momento de mayor belleza es cuando no piensas cuando haces música, te haces uno con la música, una armonía esférica. Es un instante precioso.

Herramienta para abrir mundos

–Su padre, Karlheinz Stockhausen, revolucionó el conocimiento musical con la adopción, entre otras herramientas, de la filosofía milenaria oriental. ¿En qué medida fue eso determinante para la forma de pensar musicalmente en usted?

–Crecí con la música de mi padre, con la conciencia de que en su música electrónica y en sus partituras para orquesta hay algo que está más allá de lo normal, más allá de los límites conocidos y de todo lo que existía hasta ese momento. Su música fue en mí una herramienta para abrir mundos, para convertirme en compositor y para evolucionar espiritualmente. Todo lo que construyó mi padre ha

sido una influencia definitiva para mí. Eso me permitió emprender un camino propio.

“Después del trabajo que realicé con Reiner Brunninghaus, que fue muy exitoso, me percaté de que caminábamos ya en círculos, y a mí lo que me interesa es avanzar. De manera que desde 1984 emprendí una serie de experimentos sonoros diferentes. Cinco años después conocí a Fabrizio Ottaviucci y juntos hemos caminado durante décadas.

“A final de cuentas, y regresando al tema de mi parte, lo que sigo haciendo en mis conciertos es compartir una experiencia espiritual que me enriquece.”

–¿Fue difícil lograr personalidad creadora y pública propia a pesar de ser hijo de una persona de tanto peso específico?

–No, ciertamente es una persona muy importante pero esa misma grandeza, y aquí me refiero a él como persona, permitió expandirme. Aun cuando vivía inmerso en su música, me daba cuenta de que había cosas de las que me estaba perdiendo y las hallé en el arte de la improvisación, pero aun en jazz necesitas armonías básicas como punto de partida.

“De manera que cuando escribo ahora mi propia música me doy cuenta que tiene que ver muy poco con la de mi padre. Su gran regalo consistió en ayudarme a ser yo mismo. Para nada es difícil ser hijo de alguien tan importante, igual que tú: todos somos hijos de alguien.”

Meditación para cuidar el alma

–¿Cuáles son las fuentes de la formación espiritual de usted, qué le ayuda a evolucionar su espíritu?

–Primero, y también gracias a mi padre, me incliné por la filosofía de la India. Tuve los mismos maestros que él. Viajé varias veces a la India, pero siempre he buscado algo más allá de los países, de las religiones. Lo importante es encontrar las verdaderas fuentes de formación de nuestro propio espíritu, la verdadera naturaleza, y encontré que cada uno de nosotros lleva dentro la semilla de su propia divinidad y a esa pavesa, a esa chispa diminuta debemos darle energía, alimentarla, cultivarla, entender quiénes es en realidad cada uno de nosotros, darnos cuenta de que nuestra personalidad exterior es efímera, va y viene. Nuestro cuerpo llega cuando nacemos y se va cuando morimos, pero nuestro espíritu vive eternamente y nuestra misión es aprender todo lo que tenemos que aprender en este plano terrenal. Hay tantas cosas por aprender, por ejemplo el concepto del desapego. Cuidar tu alma. Y todo esto se logra sólo mediante la meditación, lo cual constituye el eje de mi vida diaria. Y esto va más allá de lo religioso. Mis raíces están en el cristianismo, pero no en la manera en que se conduce hoy día la Iglesia católica, sino conservo los valores importantes de esa cultura occidental y los complemento con la filosofía oriental y toda aquella forma de conocimiento que nos ayude a encontrar lo verdadero.

 
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