Usted está aquí: lunes 13 de octubre de 2008 Opinión ¿La fiesta en paz?

¿La fiesta en paz?

Leonardo Páez
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■ Torerismo y aguacero

En la segunda corrida de la temporada mexiquera en la Plaza México, con una entrada considerablemente mejor que la del festejo inaugural, se lidió un encierro de los sucesores de Javier Garfias de los Santos, con trapío pero escaso de fuerza y de transmisión, lo que, aunado al fuerte chubasco a partir del cuarto de la tarde, determinó que sólo Jerónimo, primer espada, se hiciera de una merecida oreja de su segundo, Sesenta años, un cárdeno claro y delantero de cuerna.

Se trató de un cartel muy bien rematado, con tres coletas con las suficientes cualidades para convertirse en corto plazo, de ninguna manera en mandones sino en toreros importantes con verdadera capacidad de convocatoria y de generar partidarismo por su sello y por su celo: Jerónimo, José Luis Angelino e Israel Téllez.

Originalmente se anunció un encierro de San José, que la empresa decidió cambiar por uno de Javier Garfias, para celebrar el 60 aniversario de la fundación de la otrora prestigiada ganadería, que de varios años acá ha acusado un notable descenso en su comportamiento.

Las reses lidiadas ayer no fueron la excepción. Cumpliendo en varas, llegaron al tercio final regateando las embestidas, con la cara arriba o soseando, a excepción quizá de los jugados en tercero, cuarto y quinto lugares.

Jerónimo anduvo toda la tarde muy puesto y mejor dispuesto. A su deslucido primero le dibujó bellas verónicas y cadenciosas chicuelinas e incluso, al igual que su banderillero Christian Sánchez, salió al tercio al concluir la lidia. Pero lo grande, lo que la gente espera de este magnífico torero, vino con su segundo, cuya faena brindó al ganadero de Vicencio, Julio García Mena.

Melodiosas series de derechazos bastaron para establecer la diferencia enorme entre torear bonito y entregarse como enamorado perdido al compromiso con su vocación, con su estirpe torera y con su necesidad de decir, independientemente de las condiciones del astado. Dejó una estocada baja y aun así la emocionada concurrencia exigió la oreja.

Angelino y Téllez derrocharon torerismo y entrega toda la tarde, con una actitud y una aptitud que merecen mejor suerte. Ambos banderillearon con espectacularidad, ambos estuvieron por encima de sus lotes, ambos acusaron notables avances con la muleta, ambos fueron cogidos, a ambos les estorbó el aguacero y ambos por su gran potencial, junto con Jerónimo, piden a gritos más oportunidades.

 
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