Usted está aquí: domingo 12 de octubre de 2008 Opinión La Raza, Colón y Escandón

Ángeles González Gamio
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La Raza, Colón y Escandón

A mediados del siglo XIX los hermanos Manuel y Antonio Escandón amasaron una gran fortuna con el desarrollo de la línea del ferrocarril México-Veracruz, de la que fueron concesionarios desde 1857. Estos caudales se vieron incrementados por incursiones en varios otros negocios, lo que los convirtió en unos Carlos Slim decimonónicos. Don Antonio dedicó buena parte de su riqueza a obras de beneficencia y con la idea de embellecer Paseo de la Reforma donó a la ciudad de México el grupo escultórico que rinde homenaje a Cristóbal Colón.

Hoy que se celebra su llegada a tierras del Nuevo Mundo, vamos a recordar algunos datos históricos. La admiración de Escandón por todo lo extranjero lo llevó a encargar el monumento al escultor francés Enrique Carlos Gardier sin límite de gasto. En estilo renacentista italiano, se decidió que los pedestales fueran de costoso granito ruso, color rosado. Las cinco esculturas que lo adornan son de bronce. La principal, al centro y en lo alto, es de Colón, erguido y con el brazo derecho levantado. Las otras representan a fray Juan Pérez de Marchena, prior del convento de la Rábida; fray Diego de Deza, protector del navegante; fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indios, y el insigne fray Pedro de Gante, fundador de las primeras escuelas para los naturales. La inauguración se llevó a cabo en agosto de 1879, en presencia del presidente Porfirio Díaz.

Años más tarde, alrededor de 1915, surgió en España la idea de conmemorar el Día de la Hispanidad, misma que fue secundada por América Latina. En México se adoptó a iniciativa de José Vasconcelos, durante la presidencia de Álvaro Obregón, y se le denominó Día de la Raza. Se escogió la fecha del 12 de octubre, en homenaje al día en que Cristóbal Colón tocó por vez primera tierras americanas y se aprovechó el monumento ya existente para que simbolizara dicha efeméride.

Sobre la vida de Colón aún hay discusión. Alguna vez comentamos las recientes investigaciones del historiador español Fernando del Valle Lersundi, que le atribuye origen gascón o navarro, contradiciendo la conocida versión que afirma que era genovés. Sin embargo, al margen de su origen, admira conocer su perseverancia que lo llevó a intentar durante años conseguir apoyo para su empresa, en la conflictiva época de la expulsión de los moros de España. Se sabe que de manera autodidacta aprendió lenguas clásicas, que le permitieron leer tratados de geografía antigua que hablaban de la esfericidad de la tierra, entre otros de Aristóteles.

La investigación histórica ha desechado la versión de que la reina hipotecó sus joyas para financiar la aventura. La realidad es que el escribano Luis de Santángel prestó a los reyes mil 140 maravedíes de los fondos de la Santa Hermandad, a los que el almirante añadió otros 500 mil que le prestaron sus amigos mercaderes y banqueros que vivían en Andalucía.

Increíblemente el autor de la hazaña murió pobre y mal querido en Valladolid, España; ni siquiera se bautizó al nuevo continente con su nombre, ya que se llevó ese crédito el cartógrafo Américo Vespucio. Aunque es cierto que Colón murió pensando que había llegado a Asia, es indudable que su hazaña permitió que se conociera un nuevo continente con culturas prodigiosas, que a pesar de ser sojuzgadas por los europeos, brindaron al mundo aportaciones extraordinarias que enriquecieron a la humanidad. Años después de su muerte, finalmente, Cristóbal Colón comenzó a ser reconocido.

Y ya que andamos con la hispanidad vamos a disfrutar su comida. Un favorito de siempre es el Centro Castellano, situado en Uruguay 16. La sopa verde de mariscos, el lomo de guachinango deshuesado a las brasas, con su capita de perejil o el lechón, ambos cocinados en un gran horno de leña, son incomparables. Si le queda espacio, para un cierre de lujo pida de postre una leche frita y un cafecito con un digestivo.

 
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