Ciudad Perdida
■ En el IEDF, muchos intereses y poca ciudadanía
■ El riesgo de ser apartidista
A fin de cuentas, y en el último minuto, hoy dará inicio formal y legalmente el periodo electoral en el Distrito Federal, después de muchos días y semanas en las que los consejeros del organismo sólo tuvieron tiempo para poner de manifiesto que el sistema actual de gobierno, tanto en el Instituto Electoral del DF, como en todos los del país, no sirve y urge cambiarlo.
Y es que la autonomía de todos los organismos, para empezar, no es sino un sueño de las democracias cojas que se empeñan en someter a las instituciones a los caprichos de los intereses de partidos políticos, o cuando menos en los cómplices de sus fechorías.
En las pasadas elecciones el Instituto Electoral del DF –las generales del 2006– ganó la confianza de la gente, y llegó incluso a poner a disposición de la población las boletas de votación para que la ciudadanía hiciera el recuento de los votos, trabajo que marcó diferencias abismales con el organismo federal, pero tal vez eso, el ir en contra de la corriente que convirtió al mecanismo electoral en simple cómplice del poder, puso en riesgo la presidencia de la institución, independientemente de los errores que desde esa posición se hubieran cometido.
Los cambios en el IEDF resultaban, a los ojos de todos, más que necesarios, pero no en la presidencia, particularmente, sino entre los consejeros que más que servir desde el ámbito de la neutralidad ciudadana al proyecto supuestamente democrático, están a las órdenes de los partidos o de ciertas fracciones partidistas.
El caso extremo se presenta con la consejera Carla Humphrey, quien no sólo esta ligada al panismo por lazos ideológicos, sino por los compromisos maritales que mantiene con uno de los dirigentes azules del Distrito Federal. Y qué decir de José Fernando Díaz Naranjo, quien fungió como funcionario panista en algún municipio del estado de México, cosa que pretenden ignorar los consejeros en su conjunto. Algo similar sucede con la señora Yolanda León, que obedece a una fracción del PRD, o con Ángel Rafael Díaz, que tiene compromisos con el PRI.
Podríamos decir que en el Instituto Electoral del DF falta ciudadanía y sobran intereses partidistas, lo que pone al organismo en constante peligro de sesgar sus decisiones a favor de alguno de los grupos o de alguna de las alianzas que se acuerdan por debajo del agua.
En pocas palabras, los ciudadanos libres de compromisos partidistas prácticamente no existen. Isidro Cisneros, el consejero presidente tal vez por eso, por no pertenecer claramente a ningún instituto político, resulta inaceptable, es decir, no lo jala ninguna rienda.
Por eso, cuando se hacen cuentas de la supuesta o real intervención del gobierno de Marcelo Ebrard, vía su secretario de Gobierno, en los asuntos del IEDF, nada parece que pudiera ir a favor de ellos. Los consejeros, y eso quedó claro en las reuniones que José Ángel Ávila tuvo con ellos, no aceptaría una imposición, es decir, quien sustituyera a Cisneros tendría que salir de los consejeros actuales, es decir, sería, cuando menos, simpatizante de un partido.
Cualquiera de ellos, entonces, obedecería a los colores partidistas y nunca al gobierno. Por ejemplo, se dice que quien iba por todo era la señora León, propuesta por la ex diputada local Lorena Villavicencio, quien pertenece a una corriente con la que cualquier compromiso siempre camina en el filo de la traición, y el gobierno no está exento de eso.
La otra opción era un representante del PAN, es decir, ninguna opción de las que existen dentro del consejo podría ser benéfica para Ebrard, en el supuesto caso de que hubiera pretendido imponer a un presidente, y aunque el pretendido apartidismo de Cisneros no parece lo más conveniente para el manipuleo, puede ser que sea lo mejor para esa institución.
Total, Cisneros sigue en el cargo, como marcan las leyes, y hoy, por fin, se podría dar inicio formal a la carrera electoral de 2009 que promete, eso sí, muchas emociones.