Usted está aquí: jueves 9 de octubre de 2008 Opinión Olimpia 68

Olga Harmony

Olimpia 68

Una espléndida generación de jóvenes, apoyados por la Coalición de Maestros y por no pocos padres de familia (en cada familia había un estudiante que explicaba que no estaban pagados por el oro de Moscú) conformaron el Movimiento Estudiantil y Popular pro Libertades democráticas en 1968 al mismo tiempo que el gobierno preparaba la Olimpiada en México. Contra lo que dice un personaje de la obra que comento, mucho de la Olimpiada se ha olvidado, mientras el Movimiento es recordado con muchos actos conmemorativos, pero entonces la población citadina vivía esta dicotomía que es reflejada por Flavio González Mello con mucho talento en su obra Olimpia 68, nombre que recuerda tanto la ciudad griega donde se desarrollaban las olimpiadas como al infame Batallón Olimpia que fue el brazo ejecutor de torturas y masacres contra los participantes en el Movimiento.

González Mello ubica en la Villa Olímpica, erigida para acoger a los atletas participantes, la mayoría de las acciones de su obra, que tiene otros lugares que irán apareciendo. Así, el punto de vista es dado sobre todo por un grupo de atletas de diferentes nacionalidades, totalmente ajeno al problema –aunque las mujeres atienden al fugitivo Julio más por sentido de humanidad que por compromiso político– y la otra cara dela moneda se da desde el gag inicial del juez de campo disparando a un corredor y, sobre todo, por una confusión muy bien ideada que hace que un inocente sea detenido y torturado brutalmente por miembros del batallón clandestino o la aparición de manos enterradas que dan cuenta de cuerpos desaparecidos. La matanza del 2 de octubre ya se dio en el momento de la acción de la obra, pero el horror de sus secuelas se mezcla con el disfrute de los atletas que se relacionan amorosamente, en otra vuelta de comedia de enredos, y acogen a un hippie, con lo que el ambiente de la época se manifiesta con gran economía de elementos. Las situaciones graciosas se entrecruzan con diversos monólogos de atletas que lo mismo hablan de lo que ocurre en sus países y su deseo de triunfar que la indignación del joven que se preparó para matar “al preciso”.

La escenografía de Carlos Corona, director de la obra, y Atenea Chávez y Auda Caraza, muestra un fondo que es la bandera de la olimpiada con una puerta y un posible saliente y un espacio circular, con trampillas por las que sobresalen mesas o asientos y el terreno de las manos, circundada por pistas donde se darán algunos de los monólogos. Con el buen vestuario de Cristina Sauza y la música de Joaquín López Chas y apoyado en movimiento escénico de Ruby Tagle, Corona dirige con la imaginación que lo distingue, logrando transiciones excelentes entre una escena y otra, como la entrada del potro de tortura cabalgado por una jinete olímpica o del excusado cargado por dos lindas bañistas que hacen su rutina de danza acuática. La muy graciosa escena de la disputa de los japoneses traducida por la edecán que asoma por una ventanilla del muro posterior o el siniestro globero que ofrece globos negros a los señalados –lo hace también entre el público, al inicio– pueden deberse al ingenio del autor o del director o al de ambos combinados. El infaltable guante blanco nos indicará si los actores que doblan papeles en ese momento son miembros del batallón Olimpia u algún otro de los personajes incidentales de la escenificación. La excelente mezcla de la fiesta que fue para algunos la olimpiada y el horror de la represión al movimiento y sus secuelas –en que se introducen las gracejadas de los miembros del batallón– que tiene el texto se logra también en la escenificación.

Aparte de José Sefami, que interpreta al profesor Funabashi, a Olimpia II y al barrendero, el elenco está compuesto por actores y actrices jóvenes que también muestran su solvencia. Muriel Ricard es Yoyo Komo; Olivia Lagunas es Riko y la niña; Javier Oliván es Sammy; Américo del Río es Calixto, Macaco, médico deportivo y médico militar: José Carriedo es Mincho y Olimpia; Paula Watson es atleta y Elke; Yliana Cohen es Inge; Miguel Ángel Vázquez es Luis, juez y Herrera; José Cremayer es Chuy y Galindo; Reiner López es Julio, corredor y globero; Leonora Cohen es edecán, atleta y estudiante.

 
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