Usted está aquí: jueves 9 de octubre de 2008 Opinión Navegaciones

Navegaciones

Pedro Miguel
[email protected]http://navegaciones.blogspot.com

■ Cantos del desterrado

■ Orán, bella y rebelde

Tal vez el problema comienza cuando un Estado se define a sí mismo como judío, o árabe, o musulmán, o católico, o anglicano, o budista. O tal vez antes, cuando un Estado se define. O incluso antes de ese antes, cuando el judío es descrito como amigo de Satanás, el árabe es llamado “marrano” y el moro y el cristiano se gritan “infiel” el uno al otro. No nos metamos en eso. El punto es que, cinco siglos después de las expulsiones masivas de España, los vocablos ladinos siguen resonando en suburbios insospechados de Estambul y que apellidos andalusíes como Siniora vuelven a cruzarse, en las negociaciones eternas de Medio Oriente, con sefardíes como Toledano, y que en el seno de las comunidades remotas de exiliados (refugiados, desplazados, emigrados, expulsados), los cantos de la ausencia construyen países un tanto imaginarios pero inenarrablemente hermosos. Los únicos errantes que escapan a esta norma son los gitanos, quienes no están atados a patria alguna porque, como dice Juan Peña, El Lebrijano, no tienen otra que la libertad.

He conocido a prófugos políticos, económicos, culturales, raciales, étnicos, religiosos, arreligiosos y hasta sexuales (la discriminación y la persecución también exilian a quienes no se reconocen en una de las dos categorías heterosexuales estipuladas por el horrendo Dios de Ratzinger) de un montón de nacionalidades: mexicana, israelí, chipriota, haitiana, armenia, palestina, saharaui, argentina, española, griega, chilena, rusa, colombiana, estadunidense, uruguaya, húngara, china, croata, salvadoreña, iraní, búlgara, boliviana. Casi todos padecen un poco o un mucho de morriña, “soidade da terra natal”, de saudade, “lembrança carinhosa de um bem ausente”, de dor –“mai am un singur dor”, dice el poeta rumano Miahi Eminescu–, de homesickness, de mal du pays o de wehmut, sentimiento para el que hay muchas palabras en muchos idiomas pero no un vocablo preciso, porque es algo así como una añoranza particularmente lúcida y no del todo triste. Nostalgia se forma de los vocablos griegos nostos (retorno) y algos (dolor, misma raíz de analgésico), y en la imprecisión etimológica (porque la causa del dolor no es el retorno, sino su imposibilidad, evocación o lejanía) reside la poética del término.

La contradicción ideológica, política o nacional tendría que avergonzarse de sí misma y declararse en tregua y en silencio cada vez que un desterrado recrea, sobre las dificultades del tiempo y la distancia, su patria prohibida. Si se mira bien, el canto del exiliado es un punto de encuentro de lo humano por encima de las diferencias de bando, partido, pendón, cofradía, color y lengua.

Estas ideas y otras me vinieron a la cabeza al escuchar los ritmos hermosos, a un tiempo extraños y familiares, que salen del piano de Maurice El Médioni (Orán, 1928), un judío argelino que terminó cantando en Marsella sus añoranzas por la ciudad natal. Su paisano y cólega árabe (Cheb) Khaled (Hadj Brahim), conocido como el rey del rai, y también desarraigado por las amenazas de los fundamentalistas idiotas (algunos creen que para suprimir la sexualidad basta con prohibir las palabras que la nombran), dice que El Médioni “representa el tiempo en que la música era pura y no había guerra entre judíos y árabes, y nos reuníamos a tocar y a compartir cosas”. Uno y otro, el hebreo y el moro, son ejemplos notables del crisol melódico que fue Argelia a mediados del siglo pasado: ritmos de la liturgia jasídica, arrebatos andaluces, cachonderías árabes, aires franceses e italianos, orquestaciones egipcias y compases afroamericanos de Luisiana, Brasil y Cuba. “La base de mi música es andaluza, pero le pongo boogie-woogie, jazz y latina. Y con todo, conserva la resonancia del Magreb.”

Su padre y su tío Saoud (violinista excelso) regentean un café cantante en la calle de la Revolución, en el corazón del Derb, el barrio judío de Orán. Cuando Maurice tiene siete años, el padre fallece de manera violenta y el tío emigra a Francia. El pequeño huérfano permanece en Orán, improvisa laúdes con sartenes, y violines con tenedores, y a los nueve años se sienta por primera vez ante el teclado de un piano, comprado por su hermano mayor en un bazar de vejestorios. En cosa de pocos días, su casa se puebla con las canciones de Francia que el niño escucha en la radio y que empieza a ejecutar en el nuevo-viejo instrumento.

Cuenta Bertrand Dicale: Maurice toma el jazz y el boogie-woogie de las tropas estadunidenses que llegan en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, en la Operación Antorcha; de los soldados puertorriqueños escucha los ritmos caribeños y enloquece con ellos. Por entonces, los jóvenes argelinos escuchan cualquier cosa menos las melodías de su país. Una tarde, cuando Maurice toca en un bar, tres muchachos magrebíes le piden que les haga el acompañamiento de una canción árabe; el joven judío acepta y se produce una revelación: su técnica de jazz y sus frases latinas se acoplan con fluidez a la melodía autóctona y, tras unos momentos de improvisación, establece de manera instintiva los fundamentos del “pianoriental”. Los ritmos de rumba de Maurice van bien con el rai que está naciendo en Argelia y los cuatro músicos empiezan, desde esa noche, a tocar juntos. Se inscriben en algo que no tiene nombre, o que tiene varios: música judeoárabe, judeoandaluza, judeoargelina o francoárabe, y que tiene entre sus grandes exponentes a Lili Labassi, Lili Boniche, Blond Blond, Salim Halili, Reinette l’Oranaise.

Afirma Dicale que, tras la independencia de Argelia, el gobierno del nuevo país dio como alternativa a los hebreos “la valija o la tumba”. Exagerado o no, de los 130 mil argelinos judíos que había en 1962, dos décadas más tarde sólo quedaba un centenar. No hay revolución que no cometa canalladas, y éstas no se justifican por las más prolijas y profundas que perpetran las contrarrevoluciones. Lo cierto es que Maurice se integró, al igual que decenas de miles de sus correligionarios, al enorme flujo humano de gentiles “pies negros” (pieds-noirs) que optaron por emigrar a Francia. Trabajó de sastre en París y abrió posteriormente una boutique en Marsella (1967). Pretendió retirarse de la música, pero la música se negó a retirarse de él, y ya viejo, grabó algunos discos de éxito limitado (Café Orán, 1997, Pianoriental, 2000). Hace unos años el músico cubano-estadunidense Roberto Rodríguez –otro ausente, trasplantado a los nueve años de su Habana natal a Miami– lo encontró en París y se lo llevó a Nueva York, donde ambos grabaron lo que es una consagración planetaria: Descarga oriental.

www.bbc.co.uk/radio3/worldmusic/a4wm2007/2007_medioni_and_rodriguez.shtml

www.youtube.com/watch?v=Dm-aK3rYUOY

www.youtube.com/watch?v=d7aQVqChtJo

www.youtube.com/watch?v=-Uhhdalgy-0

Acompañado por las percusiones caribeñas de Rodríguez, El Médioni se deja llevar por la morriña, la saudade, el dor y la nostalgia, deslumbra al reivindicar su origen en la lejana tierra de ambiente y abundancia, describe su cuerpo y sus humores como los de una mujer añorada y, tras un recorrido por sabores y olores y tendajones y amigos y marchantes y compinches, concluye:

“Je me souviandrai toujours, toujours, / que là j'ai passé mes plus beaux jours. / Cette ritournelle, / je la chante pour elle, / pour Oran, la belle / et la rebelle : / Oran, non, non, je t’oublirai pas. / Moi aussi je pense à toi. / Ô non, non, y on se reverra, / et toujours on s’aimera.”

(Recordaré siempre, siempre, / que allí pasé mis días más hermosos. / Este estribillo / lo canto para ella, / para Orán, / la bella / y la rebelde: / Orán, no, no te olvidaré. / Yo también pienso en ti. / Oh no, no, allí nos hallaremos / y nos amaremos siempre.)

Claro que sigues presente en Orán, viejo árabe y judío, sonoro y maravilloso.

* * *

De la navegación pasada, corrige mi querido Hubert Jacob: langueur es languidez, no prolongación, y aporta: la colchicina (colchium autumnale) es auxiliar en el tratamiento de la gota y la cirrosis hepática. Abrazo para él, para José Antonio López Lara, Carlos Gil Cabello, Alberto Lazcano, Alejandro Gallardo, y para los blogueros PK, Marichuy, Jacka, David B., Eric, Erat, Botica Pop, Jesusito, Muse, Lourdes, Mat, El que boga, Menthelast...

 
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