Usted está aquí: lunes 6 de octubre de 2008 Economía Reporte Económico

Reporte Económico

David Márquez Ayala
http://vectoreconomico.com.mx

México y la crisis financiera

La actual crisis financiera esparcida por la banca estadunidense tiene origen y características diferentes a la llamada Gran Crisis de 1929. Esta última, la del 29, se generó principalmente por una obstrucción de los flujos comerciales internacionales que llevó a una sobreacumulación de inventarios, sobre todo en Estados Unidos, y ésta a un frenaje de la producción y al cierre de turnos, despidos y pérdida de empleos, lo cual llevó a su vez a un mayor desplome de la demanda, más sobreoferta, rupturas en las cadenas productivas y quiebra masiva de empresas que arrastró en vorágine de pánico a bancos, bolsas de valores, industrias y servicios a un colapso de magnitudes colosales.

La generalización a partir del crack del 29 del desempleo, la pobreza y las protestas sociales definieron el entorno político del gran salto al capitalismo social, un capitalismo moderno, de avanzada, que entendió que el pleno empleo significaba tranquilidad social y consumo creciente; que moderar las inequidades era inevitable, que los sindicatos eran un factor necesario de equilibrio; que la seguridad social, y el acceso universal a la educación y a los servicios de salud no eran un gasto desperdiciado sino una inversión social que beneficiaba a todos, ciudadanos y empresas, y sobre todo, que la mano invisible del liberalismo económico, aquel factor mítico que “ordenaba” en el siglo XIX los mercados por las simples leyes de la oferta y la demanda, había llegado a su fin ante la complejidad económica del siglo XX, haciendo necesaria la participación activa del Estado en la economía como el gran equilibrador de las fuerzas; los excesos y las deficiencias del mercado, el responsable directo de los servicios públicos y las actividades estratégicas de cada país, el encargado de evitar nuevas desestabilizaciones y crisis, el gran redistribuidor del ingreso entre grupos y sectores, y en síntesis, el elemento rector que garantizaría la reproducción del sistema pero a partir de una mayor equidad social, un progreso compartido y una economía ordenada y sólida.

Dos personajes brillaron particularmente en el capitalismo de esa época: el economista inglés John Maynard Keynes, que en 1926, tres años antes de la crisis, publicó The end of laissez faire (El fin del “dejar hacer”, base filosófica simplona de la mano invisible y el pensamiento liberal), y en 1936 su obra cumbre Teoría general del trabajo, el interés y el dinero, aporte teórico poscrisis a la transformación del capitalismo y la adopción de la economía mixta; y Franklin D. Roosvelt, quien llegó en 1932 a la presidencia de Estados Unidos con su propuesta de un Nuevo Pacto (New Deal) que cambió y modernizó al sistema estadunidense con tal éxito que fue relecto en 1936, 1940 y 1944, periodo este último interrumpido por su muerte, en 1945.

Cabe recordar que sin mayores aspavientos, con varios años de anticipación, en México el Constituyente de 1917 había ya definido magistralmente y establecido las bases de la economía mixta, del capitalismo social que posteriormente sería adoptado en los años 30 para recauzar a todo el sistema hacia un periodo de casi cuatro décadas de prosperidad sin precedente.

Como sabemos, todo esto se acabó – al igual que la mundialización ordenada institucionalmente, que con aciertos y deficiencias iban encauzando desde la postguerra los organismos internacionales –con la imposición por el sistema corporativo trasnacional en los años 70 y 80 del nuevo liberalismo y su globalización, con el regreso vía desregulación del laissez fair, del libre mercado sin restricciones, del desplazamiento del Estado y la adopción del monetarismo (andamiaje “teórico” del poder omnímodo del capital).

Estas pasadas tres décadas de neoliberalismo han tenido ciertamente algunos beneficios, pero sobre todo graves perjuicios económicos y sociales, en particular para las economías atrasadas que aplicaron irrestrictamente el modelo. Todos los pueblos, eso sí sin excepción, han llevado la peor parte en esta enorme regresión histórica, entre cuyas constantes han estado las crisis y la inestabilidad; la polarización de la riqueza; el desempleo, la precarización del trabajo y la informalidad laboral; la simbiosis del poder económico y político; el desmantelamiento de la economía del bienestar; el empobrecimiento y las migraciones.

La crisis estadunidense

Llegar a extremos de quiebre crítico es una amarga experiencia por la que ya habían pasado bajo el oscurantismo neoliberal la mayor parte de las economías rezagadas del mundo, algunas europeas, Japón y Rusia. Mucho había tardado Estados Unidos en expiar sus culpas, gracias sobre todo a la política de Clinton sintentizable en Keynes para nosotrosFriedman para los otros, que equilibró y dinamizó la economía estadunidense, hasta que el neoliberalismo de Bush la volvió a hundir en desequilibrios, guerras, abusos corporativos y corrupción, cuya suma sólo podía desembocar en lo que desembocó: una crisis de gran magnitud.

Si bien no hay un paralelismo inequívoco entre esta crisis y la del 29, en donde sí hay similitud es en que a ambas llegan Estados Unidos después de una borrachera de excesos: los fabulosos años 20 y los patéticos 00 de este inicio de siglo. También empatan ambas épocas en el relajamiento ético y la permisividad con el segmento financiero especulativo y otros depredadores desregulados, responsables principalísimos por su voracidad e irresponsabilidad (compartida con los gobiernos) de prácticamente todas las crisis de las pasadas tres décadas.

A diferencia de 1929, la crisis estadunidense actual no ha llegado (y esperemos que no llegue) a dislocar la estructura económica del país, y se ha mantenido hasta ahora fundamentalmente en el ámbito financiero. Claro está que éste se ramifica e interconecta con toda la economía, pero si orientan bien su rescate pueden aislar sus efectos en alto grado.

Es un hecho que el don de la oportunidad no es ya uno de los fuertes de la otrora eficiente economía estadunidense. Meses atrás, cuando los incumplimientos de pago de los deudores a los bancos rebasaron los límites normales por el bajo crecimiento económico, hubiera sido el momento de apoyar a tales deudores con ampliaciones de plazo, renegociación de adeudos, condonación de moratorios, periodos de gracia y otros mecanismos que permitieran al mismo tiempo salvar a miles de estos deudores y sanear las carteras de los bancos; en vez de ello, los bancos se fueron sobre los inmuebles, saturaron el mercado inmobiliario, desplomaron los precios y, al final, perdieron deudores, bancos e inversionistas, muchos de ellos fondos de pensiones.

Es de esperarse que el (tardío) salvamento en curso se oriente en tal sentido y no repitan los criminales “errores” del salvamento mexicano de 1995, corolario equivocado del fatídico colapso que tuvo su origen esencialmente en la irresponsabilidad bancaria-gubernamental y en la extrema vulnerabilidad externa de nuestra economía, manifiesta en que una más de tantas devaluaciones se convirtió en un fenómeno sin control que enriqueció a algunos especuladores pero hundió en la inflación, las altas tasas de interés, las quiebras y la depresión a todo el país.

Hoy la subordinación de la economía mexicana a la estadunidense es incluso peor que en 1994; otra vez la “política monetaria” ha permitido una gran sobrevaluación de nuestra moneda (que puede alentar una corrida especulativa contra el peso); y existe una cantidad excesiva de capitales especulativos (golondrinos) en el mercado de valores de corto plazo que pueden “volar” en cualquier momento.

No obstante, hay también diferencias sustanciales con 1994: no existen Tesobonos indexados al dólar; las reservas internacionales (casi agotadas en aquel entonces sin que se hiciera público) hoy rondan los 83 mil millones de dólares; y se confía en que aun cuando las remesas y la exportación de crudo bajen, los precios del petróleo continúen altos los próximos meses.

Por lo demás, al impacto depresivo no hay que esperarlo, ya está con nosotros desde hace tiempo, y nuestra economía crecerá este año, si bien nos va, a un raquítico 2.5%. En cuanto a la banca extranjera que opera en México, se trata de subsidiarias que no han visto contaminadas sus carteras y no se vislumbran casos, al menos serios, de transmisión.

El verdadero problema de México es que con crisis allende el Bravo o sin ella la economía está por los suelos y que quienes deberían de sacarla del marasmo ni quieren, ni pueden, ni escuchan, ni les importa un comino. Están literalmente incapacitados para salirse de la comodidad de la inercia, de su versión mexicana del laissez faire, de esperar en la hamaca que caiga el coco.

Ya hasta resulta ocioso explicarles en qué consiste una política anticícicla para México, insistir en la reactivación económica interna, en desalentar la importación de lo que aquí podemos producir satisfactoriamente, en adoptar una estrategia para el empleo a gran escala, en captar equitativamente y bien los impuestos, en la necesidad de un gasto austero y sueldos de funcionarios acordes con la realidad del país, en crear un entorno favorable a la producción del campo y de la industria, alentar la inversión productiva, contrarrestar la extremadamente desigual distribución del ingreso, invertir en la autosuficiencia energética pública y en infraestructura, reconstruir un sistema crediticio y de pagos que responda a lo que la nación requiere, detener la desnacionalización de la planta productiva, en redefinir sobre bases sanas y equilibradas nuestras relaciones con el Norte, con América Latina y con el resto del mundo, en impulsar una nueva estructura institucional, normativa y fiscal a escala mundial, en…

UNIDAD TÉCNICA DE ECONOMÍA SA de CV • ciudad de México • Teléfono / Fax: 5135 6765 • [email protected]

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.