Usted está aquí: domingo 5 de octubre de 2008 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez

■ Empieza el serial mexiquero

■ Serán 12 tardes con toreros mexicanos, exclusivamente

A diferencia del mexicanista, que toma partido y defiende con sustento lo esencialmente mexicano, el mexiquero se agarra de lo mexicano, o lo que se le parezca, como de un clavo ardiendo; su condición es emergente, en una actitud de aprovechamiento antes que de justipreciación.

Luego de varios intentos fallidos por modificar el Reglamento Taurino para el Distrito Federal en el sentido de que permitiera alternar a dos toreros extranjeros con un nacional, y no obstante el apoyo de los tres principales partidos políticos en la Asamblea Legislativa, la empresa de la Plaza México decidió entonces ofrecer doce tardes con diestros mexicanos exclusivamente, para demostrar una vez más que carecen de suficiente capacidad de convocatoria para garantizar el negocio.

Ahora, la fiesta de los toros es de tal naturaleza que se constituye en reflejo y termómetro de la temperatura de la sociedad donde está inmersa. Con los sueños de grandeza sin bases, del salinismo globalizador, las importaciones indiscriminadas desplazaron de golpe y porrazo la producción nacional de calidad, pero además impidiendo la puesta al día en materia tecnológica, tanto en el sector privado como en el paraestatal. Pemex, por ejemplo.

Lo mismo ocurrió con la llamada fiesta brava, donde las empresas más fuertes del país, la de Alberto Bailleres y la Plaza México, en lugar de entender la globalización como necesidad de reforzar un producto taurino nacional con calidad internacional, siguieron importando figuras españolas, caras pero ahora con relativa capacidad de convocatoria –Ponce y El Juli–, y lo más grave, en detrimento de un relevo generacional taurino de México tan urgente como postergado.

El resultado, como en el resto de las actividades del país, no por nefasto dejó de ser obvio: saturación de productos importados buenos, regulares y malos, pero en detrimento de una producción nacional de calidad con estándares internacionales y capacidad competitiva.

Así, de los 29 matadores incluidos en el elenco, ni son todos los que están ni están todos los que son, incluido el diestro mexicano más taquillero de los últimos años: Rodolfo Rodríguez El Pana, reservado aparentemente para las corridas con ases españoles a principios de 2009.

En cambio se anuncia a toreros con poco o nada que decir luego de una dilatada carrera entre altibajos o a diestros con muy escaso rodaje en los recientes doce meses, o a espadas triunfadores de la temporada anterior que merecían alternantes de mayor atractivo y rivalidad. Y sobre todo no aparecen, aunque quizá hagan el paseíllo, toreros de gran potencial que vienen sumando triunfos en los estados.

En todo caso mañana arranca este insólito serial de mexiqueros en medio de la globalización más indiscriminada de que se tenga memoria, con el tapatío Alfredo Lomelí y el moreliano Omar Villaseñor, que tan buen ambiente ha dejado en esta plaza, al igual que el rejoneador potosino Gastón Santos hijo, para lidiar reses de La Soledad los de a pie y de Puerta Grande el de a caballo. Cuando no se puede, no se puede, y en materia taurina México también puede poco.

 
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