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Guatemala 2000:
Un edificio de cinco pisos
(introducción a un analisis de estratificación social)*

Edelberto Torres-Rivas**

INTRODUCCIÓN

La sociedad guatemalteca se parece a un oscuro edificio, de una extraña forma triangular, de aspecto contradictorio de lejos y desagradable de cerca, que produce la impresión de haber sido construido por múltiples arquitectos, unos de muy mala calidad profesional, y que, disímil, pareciera estar a punto de implosión1. Es una mezcla de estilos arquitectónicos incompatibles e incongruentes: repugnante en su estructura profunda de donde se elevan con dificultad muros grises, sucios. Luego, en la base, breves espacios de ventanas multiformes, con las maderas y los vidrios rotos, como si fueran los ojos enfermos de un ser deforme, orificios apiñados, dando la sensación de un pesado conjunto de estrechos departamentos con jirones de ropa secándose en el exterior.

Hasta aquí, sin duda, es una edificación a la que parece que nunca se le dio el mantenimiento necesario. Más arriba, en los sucesivos pisos el edificio va ganando en limpieza y proporcionalidad, dando una sensación de bienestar cuando culmina finalmente en lo alto con un moderno estilo señorial, ligero y elegante. El contraste de su sección superior es visible por la limpieza, el orden y la dignidad de sus espacios llenos de luz, con flores y mucho sol. Y porque se encuentra, socialmente lejano y culturalmente ajeno de la gente que se encuentra en la base de este enorme triángulo de base muy ancha.

¿Tiene cinco o tres pisos? Parece un edificio de tres niveles hacia arriba y dos ocultos, hacia abajo. En el interior de esta desfigurada construcción, contradictoria, conviven con disgusto casi general más de 11 millones 361 mil 330 guatemaltecos y guatemaltecas.

En la dinámica de la sociedad contemporánea ocurren procesos de diferenciación socioeconómica y cultural en su interior, el más importante de los cuales se relaciona con el desigual acceso a los bienes y a la riqueza que esa sociedad produce y a los servicios que ofrece. Unos producen más, reciben y consumen menos que otros y exhiben entre sí sustanciales diferencias de cultura, en el disfrute de oportunidades, en el poder político, en la protección jurídica y en las influencias públicas de que disponen; unos son tratados mejor que otros, en suma, experimentan con sentido desigual la dignidad de la vida. Se dice que ocupan diferentes posiciones en la estructura social, manteniendo entre sí proximidades o considerables distancias. Hay también en esta sociedad otros importantes mecanismos divisorios.

En Guatemala hay notables contrastes entre el mundo rural y urbano, especialmente si la comparación con aquél se hace a partir de la zona metropolitana de la ciudad capital. También hay fuertes discrepancias de género, visibles en la condición subalterna de la mujer, aún atrapada en la cultura machista, patriarcal y violenta. La hendidura étnico-cultural es más visible y decisiva en el funcionamiento del conjunto social, porque las relaciones interétnicas se alimentan del veneno del racismo y la discriminación, de desconfianzas y rencores históricos.

Pero la mayor fuente de diferencias se aprecia cuando se le examina como una sociedad estratificada no sólo por el ingreso material sino por la magnitud de las enormes desigualdades que se han producido en su interior. La estratificación guatemalteca es la expresión polarizada de sus múltiples desigualdades, una de cuyas manifestaciones, la más utilizada por su valor descriptivo, apunta a la dinámica de las inclusiones/exclusiones que mueve las relaciones sociales y culturales de la población. A continuación se propone una descripción libre, pero en parte apoyada en información estadística oficial y manejada responsablemente.

Debe aclararse de forma precisa que los datos de ingreso que se indican constituyen el promedio mensual per cápita y en consecuencia sólo tienen una intención comparativa y un valor relativo en tanto que como promedio corresponden a un rango mucho mayor de ingreso, en algunos casos, y menor, en otros. Una manera metafórica de aproximarse a la realidad de una sociedad muy heterogénea es “mirando” cómo vive en el interior de ese edificio de cinco pisos la población nacional2. Ella está dividida en cinco estratos sociales, de tamaños y calidades significativamente distintos.

EL SÓTANO 2

En el Sótano 2 del edificio, estrecho, sin luz y sin agua potable, sobreviven en un pequeño espacio un poco más de 2.2 millones de personas, que corresponden a unas 440 mil familias hacinadas en un promedio de 3.5 personas por habitación, con 5.3 hijos promedio3. Corresponden a lo que llamamos el estrato bajo extremo de la sociedad guatemalteca y lo forma 18.8 % de la población total. De ella, 71% (1.6 millones) corresponde a población mayas, de las distintas etnias indígenas, y 29% de “ladinos”4 o mestizos (600 mil), también en condiciones próximas a la de mendicidad o pobreza absoluta. La población de este estrato, sumergido en el fondo de la clasificación social es muy joven, 54% son menores de 15 años. La pobreza extrema en Guatemala tiene un rostro infantil.


Foto: Omar Sánchez

El sótano tiene un aspecto de cárcel, antihigiénico, prácticamente sin acceso a servicios básicos de saneamiento, agua potable y electricidad, y también con escaso acceso en equipamiento doméstico. Es un mundo de oscurantismo e ignorancia: 43% es de analfabetos y el promedio-años de escolaridad es de 0.8, cálculo que se hace comparando la edad de la persona con el promedio de edad ideal si fuera a la escuela.

El ingreso mensual per cápita (promedio) de estos indigentes fue aproximadamente de 121.19 quetzales (año 2000), es decir, la estremecedora cifra de 4.03 quetzales diarios (49 centavos de dólar), que no alcanza sino para comprar un poco más de una docena de tortillas. Del Sótano 2 salen muchos a buscar “desechos” en los basureros, cuando son urbanos, o a recoger el herbaje en el campo. En su mayoría, 75%, son campesinos; por cuenta propia 36%, y sin remuneración alguna 21%. Son, pues, campesinos sin tierra, de subsistencia. En otra óptica clasificatoria 78% del extremo bajo se encuentra en el sector informal. Padecen hambre crónica y altísimos niveles de desnutrición. El mundo del sótano es violento, de una solidaridad frágil, que afecta brutalmente la vida de todos, pero especialmente de las mujeres y de los niños, prisioneros de relaciones rudas e inestables. Es difícil calcularlo, pero de este sitio sale mucho delincuente común, son “carne de presidio”. Treinta y seis por ciento de los hogares tiene jefatura femenina y presenta el mayor promedio de hijos por familia de todo el país.

Esta población es fuertemente despolitizada, en el sentido de desinterés por los asuntos públicos. Probablemente es muy baja la proporción de los que votan, no están organizados por lazos de interés común. No leen nunca nada, ni la prensa popular. Son los radicalmente excluidos de la vida social por su condición político/cultural de impotencia (powerless) para reaccionar positivamente, con proyectos propios. Están atrapados y no pueden ver la salida. ¡El Sótano 2 no tiene puertas ni otras salidas; para estos indigentes es virtualmente imposible escapar!

EL SÓTANO 1

Este piso inferior también bajo tierra es parcialmente próximo al Sótano 2, con el que tiene pocas discrepancias; se eleva y se diferencia solamente por un pequeño espacio físico mayor y una breve distancia social. Este nivel, que reúne a la mayoría de la población nacional, forma lo que llamamos el estrato bajo de la sociedad. Habitan en el Sótano 1 alrededor de 5.6 millones de personas (49.4% de la población total), es decir, la mitad de guatemaltecos y guatemaltecas, todos en situación de pobreza. El ingreso mensual per cápita (promedio) es de 256.15 quetzales, es decir, 8.53 diarios (un poco mas de un dólar diario). En la medición internacional de la pobreza este estrato está por debajo del estándar o nivel mínimo, que establece un ingreso de dos dólares diarios por persona.

Los habitantes de ambos Sótanos suman y forman esa desconcertante mayoría de pobres, 68.2% del total de la población nacional. Guatemala es un país de pobres, pero más agudas son las desigualdades múltiples (¡¡educación, salud, respeto social, autonomía política!!) que siempre acompañan la carencia de ingresos. No siempre fue así, hoy día es peor. Es entonces esta nación, además, una sociedad injusta.

Existen en este fondo social 1.4 millones de hogares, con un promedio por familia de cuatro hijos y con 47% que son menores de 15 años. De nuevo, ¡la pobreza tiene una cara juvenil! Este estrato bajo está formado por una ligera mayoría “ladina” de 2.9 millones de personas (51.1%) en relación con 2.7 millones de indígenas (48.2%). Éste, es un universo mestizo, de un fuerte sincretismo cultural que podría representar en su conjunto una referencia fundamental de cómo es la sociedad guatemalteca. La distancia entre los que habitan el Sótano 2 y los que están en este piso es corta y el piso frágil, lo cual facilita un tránsito intenso entre uno y otro nivel, una perversa movilidad social que es más bien un movimiento circular sin ascenso alguno. ¡Unas veces más pobres, otras, menos! Y por ello, ¡sin esperanzas!

Se parecen mucho a los habitantes del nivel más bajo. El veinte por ciento son analfabetos y tienen 2.5 años promedio de escolaridad. El setenta y tres por ciento son trabajadores del sector de la economía informal, o sea, disfrazan así el desempleo abierto con diversas modalidades de subempleo; 48% está en el campo. De hecho, su trabajo es irregular e incompleto, sin ninguna calificación. Un buen número de mujeres va al servicio doméstico. El llamado sector informal de la economía guatemalteca recluta aquí una significativa mayoría.

Es probable que también del estrato bajo, igualmente violento y con débiles mecanismos de internalización de los valores de la convivencia social, salgan las “maras” y se recluten aquí una regular cantidad de malhechores, que van al presidio o al cementerio. No hay datos certeros, pero de la información periodística puede inferirse que aquí y en el piso anteriormente descrito aparecería lo que se llama el lumpen proletariado, cuyo rasgo mayor es su desclasificación social, su marginalidad que los hace víctimas de las drogas, del aguardiente degradado y, como se dijo antes, de conductas antisociales.

No están organizados en función de algún eje de interés colectivo, son ignorantes de la política nacional; y seguramente sólo un número menor de gente del estrato bajo participa en las elecciones, por el agobio material de su difícil supervivencia. Sólo muy pocos leen la prensa popular que hoy día prolifera en Guatemala y no tendrán nunca la oportunidad de leer un libro; viven en un clima de oscurantismo, aunque algunos de entre ellos son adictos fervorosos de la radio, que constituye su mejor medio de información. Igualmente, aunque en porcentajes menores, son practicantes católicos o evangélicos y creen en el chamán y en las predicciones de la brujería. En este nivel hay muy pocas puertas de salida y las relaciones sociales son igualmente rudas y desesperanzadoras.

EL PRIMER PISO

Los habitantes del Primer Piso constituyen el estrato medio bajo de la sociedad guatemalteca, y lo forman 2.5 millones de personas que equivalen a 22.5% del total de la población nacional. Las diferencias promedio de los miembros de este ambiguo estrato socioeconómico con los sectores bajos de la sociedad (que se han descrito anteriormente) no son pocas, pero reveladoras, por un lado, de la homogeneidad, referida a la pobreza, de la inmensa población guatemalteca y, por el otro, de su también indudable heterogeneidad. En este piso vive menos de un cuarto de la población total, del que ya sólo 528 mil 329 son indígenas, es decir, 21.1%. Y 1 millón 971 mil 671 son ladinos (78.9%). Ya aquí sólo 36% son menores de 15 años y tienen 2.8 hijos promedio por familia.

Esta es todavía una parte fachosa del edificio, mal mantenido, con aspectos aún sombríos, pocas ventanas pero con algunas puertas, lo que se traduce en algunas experiencias de movilidad social ascendente. La clase media baja tiene un ingreso mensual promedio por persona de 634.38 quetzales, es decir, 21.14 quetzales diarios (USA $2.64). Es ésta una cifra que les permite un consumo superior al precio de la canasta mínima per cápita, la cual se calcula en 350 quetzales5 por mes, pero aún insuficiente para atender las necesidades elementales del bienestar personal. Del estrato medio bajo salen 32% de empleados del comercio y servicios (llamados trabajadores de “cuello blanco”) y; 20% de trabajadores de fábricas o empresas; 58% son “dueños” de las microempresas del sector informal de la economía6, y también la baja burocracia. En una perspectiva ocupacional, del total de empleados públicos, 35% pertenece a este estrato y 35% laboran en la enseñanza.

La escolaridad de este estrato medio bajo es un promedio de 6.2 años, es decir, tienen la primaria completa y 98% son alfabetos. Este sector social experimenta de manera muy sensible y con efectos malignos, más que los otros estratos, los efectos de las crisis económicas, del estancamiento y de manera especial, de la inflación, por la fragilidad de su status social, que cuidan y del cual dependen emocionalmente. Son inseguros e infelices, porque están cerca del sótano y no tienen recursos para pintar la casa, ponerle cortinas, tener una buena televisión. Cualquier aumento en los precios los alarma.

Aquí se encuentra el típico mestizo, ése que reniega de sus evidentes raíces indígenas y se comporta reconociendo negativamente a los más pobres y a los claramente indígenas (conducta común en otros estratos). Son en su mayoría urbanos, compran la prensa popular (Al Día y Nuestro Diario), se movilizan en autobús y un pequeño sector tiene automóviles, viejos casi siempre, que cuidan con fervor filial. Compran en tiendas y supermercados de barrio, toman “venado” o “indita”, y se surten de ropa comprada en PACA, ropa usada que luego llaman “seminueva”. Un buen porcentaje vota y tiene alguna experiencia organizacional o de participación, sindical, barrial o de otro tipo, y una mayor aproximación a la vida pública, a la política. De hecho, estos sectores son politizados sin ideología, militantes del oportunismo sin mala conciencia; perciben el clientelismo político como un medio, características que ni todos tienen ni son sólo propias de esta clase, sino también de otros estratos, ricos o pobres.

Forman una legión de fanáticos religiosos, con tendencias al evangelismo. Nunca consultan un médico y recurren a los servicios públicos de salud. Forman un porcentaje alto de los fanáticos y del público que llena los estadios de futbol. En diciembre, la Navidad es para la mayoría asistir al Desfile Navideño de Paiz, dar vueltas al Árbol Gallo o disfrutar de los juegos pirotécnicos Campero. Son los que asisten con la familia a los espectáculos gratuitos, en una experiencia de circo sin pan. Sus gustos por el arte son pocos y alaban lo kitsch como la belleza percibible. Leen poco, compran cd de contrabando y utilizan tarjeta de crédito, siempre endeudados.

EL SEGUNDO PISO

En este segundo nivel del edificio ya se descubre un horizonte distinto, amplio, luminoso y discernible. Hay algo para otear y ya, a estas alturas, la arquitectura del edificio aparece bien pintada, ventanas con cortinas con pretensiones, portones automáticos y automóviles usados o nuevos comprados a largos plazos. Un porcentaje grande de estas familias vive en casas propias, agobiado por las cuotas de pago casi vitalicias, pero con jardines, salas y alfombras, Y ¡pinturas casi nunca originales!; sala y comedor, dormitorio y salón de estar con una pretenciosa exhibición de bienestar, pero casi siempre con arreglos de mal gusto. Muchos viven en condominios que imitan el apartheid de la clase alta. Todo lo que se diga sobre las clases medias es cierto pero relativo, pues como sucede en toda sociedad, es un estrato heterogéneo, múltiple, difícil a veces de identificar. La descripción busca imaginar una familia promedio.


Foto: Paul Guy

Aquí habita el estrato medio de esta sociedad, cuyos rasgos típicos coinciden con la heterogeneidad abigarrada de las clases medias del subdesarrollo. Es decir, la esperada dispersión de sectores socialmente intermedios que se mueven entre el temor de “caer” en la pobrería y las esperanzas de “subir” adonde vive la “gente decente”. En este piso hay varios subniveles. Lo forman 894 mil 613 personas (7.8% de la población total nacional), de los cuales ya sólo 6.8% son indígenas (60 mil 834) y el 82% son ladinos (93.2%). Del total, el 9.5% rurales, constituyendo grupos de “ladinos” (mestizos y blancos) heterogéneos por la pigmentación de su piel, con identificaciones dolorosas por su condición de mestizos de diverso color.

Son en su inmensa mayoría población urbana de los nuevos barrios; son los “ladinos” guatemaltecos de esa falsa dicotomía que olvidó el mestizaje. Un buen porcentaje de la clase media también reniega de sus orígenes indígenas, que sufren cuando descubren que no pueden evitar “la rabadilla morada”.

El estrato medio lo forman 334 mil 082 familias, en su mayoría de familia nuclear con 2.6 hijos promedio y ya sólo 29% de la población menor de los 15 años. Recordando de nuevo el valor variable del ingreso promedio monetario, estos sectores tienen un ingreso mensual personal de mil 558.81 quetzales, equivalente a 51.96 quetzales diarios (USA $ 6.50), es decir, con una capacidad para consumir el equivalente a tres canastas básicas. Este ingreso les permite disfrutar (como promedio) de razonables condiciones de bienestar, un equipamiento domestico (¡los bienes de la línea blanca!) a la altura de sus ideales de consumo, lo que se traduce en una disponibilidad de los electrodomésticos básicos, celulares, tv, cd y dvd, computadoras, automóviles. El servicio doméstico aparece ya en buen número. Nunca van en autobús.

Los estratos medios presentan una variabilidad muy grande de formas de ingreso (salarios, beneficios, ganancias, intereses, etcétera) pues incluyen la llamada “pequeña burguesía” (propietarios medianos de las más variadas actividades comerciales, servicios, manufacturas rurales y urbanas), profesionales liberales de diversa calificación, asalariados bien pagados del sector público o privado, o independientes, así como empleados calificados con alta remuneración. Por categoría ocupacional 46% son empleados de la empresa privada y 18% trabaja por cuenta propia. Según el sector de actividad, del empleo en el sector financiero 42% sale de los estratos medios, 36% en la enseñanza y en el sector público 28%.

Son todos alfabetos, con 11 años promedio de escolaridad, lo que revela un sector numeroso con educación superior completa. Forman parte del gran público de los cines, los restaurantes y los espectáculos pagados. Leen y en el nivel superior hablan otro idioma. Sin duda pertenecen a ese grupo de ciudadanos que tiene dos probabilidades entre 10 mil de tener educación en arte; a los dos de cada mil que tienen la posibilidad de leer un artículo en los diarios, y a los tres de cada 50 mil personas que pueden asistir a un concierto a lo largo del año7. Los hogares de este sector intermedio envían a sus hijos a la Universidad Nacional, y no a las privadas, precisamente; los sectores bajos del estrato medio exhiben un nivel de bienestar hacia fuera que en numerosos casos los endeudan crónicamente o que financian con tarjetas o al crédito. Van a hospitales privados y tienen seguros de todo lo asegurable.

Sin duda forman lo que se llama “la opinión pública” nacional, participan desigualmente en la vida de los partidos políticos y en otras actividades deportivas, sociales y culturales, y de este Segundo Piso salen quienes dirigen en buena medida el Estado, el ejército, la Iglesia, las universidades y otras instituciones públicas y privadas. Son en su inmensa mayoría urbanos, incluyendo a los indígenas. Los “estratos medios” utilizan la computadora, empiezan a entrar a red, a experimentar la ingesta de vinos y licores extranjeros, por lo general aún con poco gusto para discriminar. Hacen turismo interno y cuando pueden, cumplen con el ritual de llevar a los nenes a Orlando. En este nivel hay numerosas puertas, pero recuérdese que en este edificio no hay ascensores sino varias escaleras. La movilidad social, cuando ocurre, no es estructural sino estrictamente individual. Y puede suceder que sea descendente.

En algunos países se dice que las clases medias son el pilar de la democracia y de los programas sociales. En Guatemala no existe información que permita afirmarlo, pero sin duda los grupos de izquierda y los sectores progresistas pertenecen a estos estratos; también la mayoría de intelectuales y artistas, buenos y malos, los que compran libros y disfrutan de variadas formas del tiempo libre.

EL PENTHOUSE

El tercer nivel es el Penthouse del edificio, donde éste adopta la forma elegante de la construcción moderna, llena de luz y sol, grandes espacios, vidrio esmerilado y caoba pulida, silencio e higiene, agua abundante hasta para el pasto verde con árboles y flores, extensas paredes casi siempre en una modalidad defensiva de un apartheid social. Habita aquí 1.5% del total de la población nacional, urbana, equivalente a 166 mil 717 personas, de las que sólo una minoría de 4 mil 459 personas son indígenas (0.7%). Del total de la gente de clase alta, sólo 25% son menores de 15 años y aumenta el número de adultos mayores. Los hogares de este llamado estrato alto de la sociedad forman la típica familia nuclear y tienen un promedio de 2.4 hijos.

La composición de la clase alta en Guatemala no es muy heterogénea y hay una minoría que concentra en grado extremo una altísima calidad de bienestar (que aquí no es posible describir). El estrato alto tiene como promedio un ingreso mensual por cabeza de 4 mil 658.67 quetzales, equivalente a 155.28 quetzales diarios (19.48 dólares), lo que se traduce en una desigualdad equivalente a 384 veces más de lo que reciben quienes viven en el Sótano8.

En general, la elite que habita el Penthouse tiene espacios a su disposición en la forma de varias salas y dormitorios con pantry y walking closet, sitios privados de diversión, jardines, garages. Disponen de abundante servicio doméstico, choferes y guardaespaldas. Son todos alfabetos y muchos bilingües; la escolaridad es de 14.3 años promedio. Los hijos van a la universidad privada y muchos culminan sus posgrados en el exterior, del cual a veces no regresan. Disfrutan del total ideal en lo que se refiere a la disponibilidad de electrodomésticos, tv, computadoras, automóviles de lujo y para otros usos y en numerosos casos, helicópteros, avionetas y lanchas de motor.

El estrato alto está formado por propietarios y gerentes (socios o no) de los más importantes activos productivos, tanto en el país como en el exterior, y sus principales fuentes de ingreso son los beneficios (ganancias) del capital invertido productivamente, intereses, bonos y otras derivaciones del capital financiero. El diecinueve por ciento está en el comercio, 18% en finanzas y 18% en servicios. Es una elite criolla y/o blanca europea y sólo excepcionalmente es mestiza; practican la endogamia y el racismo así como formas abiertas de discriminación en sus relaciones sociales. Tienen lo que se llama “impunidad de clase”, que les permite, llegado el momento, cometer abusos. Viven de cara al exterior, con el corazón, la bolsa y la responsabilidad de la salud principalmente en Estados Unidos.

Tienen un alto grado de organización gremial, activa vida social y cultural, pero menos participación directa en las lides políticas, la que practican en defensa de sus intereses por interpósita mano. En el interior del Penthouse hay una importante interacción personal y grupal, competencia, odios y amores en clave de negocios, matrimonios y otras aventuras propias de la clase dominante. Viven aquí, segregados positivamente, los que se reconocen como “los dueños del país”. Vivir en el piso más alto los vuelve insensibles a los problemas del edificio; una falta de solidaridad, que tiene excepciones, es una expresión de una débil lealtad nacional. Son ciudadanos de un mundo globalizado.

COLOFÓN

Lo anterior es una descripción que ata de manera personal, información estadística cierta pero provisional, con opiniones y juicios discutibles sin duda, pero con cierto contenido histórico verdadero. Lo importante son tres conclusiones que reflejan realidades ya conocidas, ciertamente, pero presentadas por vez primera con respaldo estadístico.

La primera, son importantes las distancias sociales, económicas y culturales de una sociedad reconocidamente desigual, especialmente para los sectores indígenas. La segunda, es la magnitud de la pobreza, que más que simbólicamente representan los habitantes de los dos sótanos y un buen sector del primer piso. Esto significa que la población mayoritaria guatemalteca es marcadamente pobre. Y la tercera, es la distancia que con relación a éstos tiene la elite que vive en el penthouse. Las desigualdades son múltiples y forman un síndrome que revela de otra manera que las desigualdades no se dan solas; por el contrario, se acompañan para reforzarse circularmente.

Una sociedad que fuese menos desigual no tiene la forma de una pirámide sino que se le percibe gráficamente con la imagen de una cebolla: ello se explica por tener en su interior una fuerte y numerosa clase media, una base menos extensa en gente pobre y una cúpula con un vértice mayor. Nótese que de la descripción anterior se deduce que este es un edificio sin ascensores. Es una sociedad sin movilidad social ascendente, es una comunidad donde sus habitantes probablemente no tienen futuro. ¿Ni para ellos ni tampoco para sus hijos?

No obstante, la realidad que se vive hoy en Guatemala no es tan negativa, pues con el fin del conflicto armado y el advenimiento de la democracia, la sociedad va adquiriendo otra dinámica. Ciertamente el crecimiento económico no es aún suficiente para “acelerar” los procesos de diferenciación social modernizadora, pero se han ampliado las oportunidades educativas, aumenta en calidad la oferta en el consumo, las remesas familiares contribuyen poderosamente a mejorar el ingreso de las familias pobres, hecho que las estadísticas no pueden recoger ni reflejar. Las exportaciones no tradicionales son una fuente de iniciativas.

De hecho, el edificio de cinco niveles se mantiene y algunos rasgos persistirán. La población indígena está estratificada y en su interior la homogeneidad revela que 80% de los pobres son indígenas. Para ellos y para el resto de guatemaltecos no indígenas el porvenir tiene que ser mejor. No basta desearlo. Las buenas intenciones asfaltan el camino del averno y sólo la acción colectiva rinde dividendos, en el mediano y largo plazos. Ninguna catástrofe natural destruirá este viejo edificio de cinco pisos. Hay que reconstruirlo con la cooperación de todos, incluida la elite del penthouse.


* El texto completo de este Cuaderno es parte de la antología Centroamérica: entre revoluciones y democracia, organizada y presentada por Jorge Rovira Mas, Colección del Pensamiento Crítico Latinoamericano editada por CLACSO Coediciones con Siglo del Hombre editores (Colombia, 2008) y PROMETEO editores (Buenos Aires, 2008).

** Sociólogo centroamericano. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Diplomado de la Escuela Latinoamericana de Sociología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Estudios doctorales sobre desarrollo en la Universidad de Essex (Inglaterra). Doctorado honoris causa de FLACSO. Primer director y organizador del Programa Centroamericano de Ciencias Sociales del Consejo Superior de Universidades de Centro América (CSUCA), en San José de Costa Rica. Secretario general de la FLACSO (1985-1993). Actualmente se desempeña en Guatemala como consultor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y como Director del Programa Centroamericano de Posgrado en Ciencias Sociales de FLACSO.

1 Se refiere a la destrucción que ocurre en un cuerpo hacia adentro y cuando la presión o la fuerza externa es superior a la que existe en el interior.

2 Es esta una propuesta provisional de un índice para realizar ejercicios de estratificación social a partir de datos estadísticos de la ENCOVI; este texto fue presentado en una reunión internacional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), pero la institución no tiene ninguna responsabilidad en este ejercicio, que es estrictamente personal.

3 Es importante tomar nota que se trata de promedios estadísticos, haciendo referencia, por tanto, a una dispersión mayor y menor, y que tiene efectos descriptivos importantes cuando, por ejemplo, se refiere a ingresos o gastos.

4 Las categorías indígenas y ladinos, como expresión dicotómica de la sociedad nacional, son equívocas y no corresponden a la actual realidad; se utilizan en este ensayo con evidente disgusto por la imposibilidad de entrar a proponer una explicación que no corresponde en este trabajo y porque el sentido común aún maneja muy difundidamente estas categorías

5 Cálculos con base en ENCOVI 2000.

6 Adviértase que unas cifras se refieren a Ramo de Actividad y otras a Posición Ocupacional, por lo que no tienen que sumar l00%.

7 PNUD, Guatemala, la fuerza incluyente del desarrollo humano, Informe de Desarrollo Humano 2000, Guatemala, 2000, p. 5.

8 El grado de variación en el ingreso del estrato alto es muy grande. El promedio, en este caso, no permite captar el hecho de que en su dimensión alta, hay personas que pueden tener un ingreso promedio mensual de 80 mil quetzales. El promedio, una vez más, “oculta” esta realidad.