Usted está aquí: miércoles 17 de septiembre de 2008 Opinión Toledo: Conejo y Coyote

Teresa del Conde

Toledo: Conejo y Coyote

La galería Arvil celebra su aniversario 39 con una edición de lujo del libro Cuento del conejo y el coyote, que ilustró Francisco Toledo inicialmente para la revista Colibrí, en 1976.

El conjunto de gouaches, mayor al incluido en aquella edición, se encuentra en exhibición en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, y pese a algunas fallas museográficas (las piezas en doble cara que exhibidas sobre pedestales no alcanzan a apreciarse bien, debido a carencia de iluminación), la muestra es muy visitada no sólo por el público cautivo, numeroso, que asiste a esa comodísima y bien surtida librería, que además cuenta con personal siempre dispuesto a atender al usuario. De verdad que lugares de la ciudad como éste son un oasis.

En los muros se despliega la narración en tres idiomas –zapoteco, castellano e inglés– como sucede en el libro impreso por Prisma editorial.

El diseño es sencillo y, por tanto, efectivo. El cotejo de las ilustraciones con las imágenes originales da cuenta de la buena calidad de impresión, de modo que el volumen se convertirá en pieza de colección.

Uno de los méritos que posee es que este episodio del conejo y el coyote –digo “episodio”, porque son varios los que existen– se presenta en la versión original del Istmo, recogida por Natalia, la hija mayor del artista, quien como bien se sabe ha sido merecedora no sólo del premio de poesía Nezahualcóyotl, sino de otras distinciones como experta que es en lengua zapoteca.

Como las ilustraciones para el cuento estuvieron destinadas a niños, la iconografía lo sigue a pie juntillas, de modo que los gouaches, congregados en recuadros, entregan la narración se diría que tal cual, ya sea que el conejo simule empujar la enorme piedra o que el coyote se vea inmerso en el agua que habrá de beberse en su totalidad a efecto de hacerse del “queso” allí sumergido, que no es otra cosa que el reflejo de la Luna.

En esta ocasión, Toledo sí procedió como ilustrador, cosa que no siempre ha acontecido en los numerosos libros en los que ha colaborado con espléndido material visual, pues en varios priva su propio arsenal y su peculiar manera de introyectar los textos, como ocurre en la zoología fantástica de Borges o en los 13 mirlos (pájaro negro que habla) de Wallace Stevens (1879-1955). Este poeta estadunidense, quien hasta donde recuerdo escribía indistintamente en inglés y francés, viajó a Tehuantepec y dejó memoria de su estancia en uno de sus poemas.

Nadie confundiría las figuras de este cuento con las de ningún otro artista, son totalmente toledescas, ya se trate del diseño de un pie descalzo que de las patas abiertas de Coyote, cuando es sumergido en la olla de agua hirviendo, o de Conejo, atrapado en la red que pende del techo de carrizo de la cabaña.

La vena corresponde a la humorística revalorización moderna de lo primitivo, como ha observado Luis Carlos Emerich. Éste, Carlos Monsiváis, el imprescindible, y Elisa Ramírez, son los autores de los textos que acompañan la narración de Natalia Toledo, antecedida por breves prólogos de ella misma y de Josefina Vázquez Mota, titular de la Secretaría de Educación Pública.

Aun apreciando estos textos, el que quizá arroja más luces en cuanto a historia de las fábulas (¿o no son realmente tales?) es el de Elisa Ramírez, pues produjo un ensayo que funciona por cuenta propia, tanto en el aspecto antropológico como en el histórico. Por ejemplo, al leer ese texto uno se entera de que Conejo sustituye a Pedro de Urdemalas, que en su nombre resume los menesteres a los que se dedica.

El origen del personaje pícaro y folclórico es pues ibérico y lo conocemos principalmente a través de la fijación definitiva hecha por Miguel de Cervantes en sus comedias y entremeses, como también mediante Lope de Vega y más tarde de Quevedo.

Se trata entonces de una tradición universal, rastreable en varias culturas.

Conejo es inteligente, astuto, pillo e ingenioso; Coyote, quien es más poderoso como presencia y como fuerza, en esta versión será siempre engañado por su contraparte, de modo que el mensaje –si alguno– contiene connotaciones acerca de la fábula del poder.

Sobre niños diré que de manera espontánea, José Ignacio (cuarto de primaria) hizo su propia versión de Coyote y la utilizó como trabajo conmemorativo de las fiestas patrias.

 
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