Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 14 de septiembre de 2008 Num: 706

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Visión del polvo
LEANDRO ARELLANO

Dos poemas
TASOS DENEGRIS

Tres crónicas tres

Alessandro Baricco: configurar la maravilla
JORGE ALBERTO GUDIÑO

Cuarenta años de la Teología de la Liberación
ÁNGEL DARÍO CARRERO entrevista con GUSTAVO GUTIÉRREZ

Noticieros matutinos: la insolencia de los mediocres
FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Alonso Arreola
[email protected]

Felicidades, Buena Vista

Buena Vista Social Club… Cuba… Ibrahim, Compay y Rubén... El bolero de zapatos, el creador del “Chan Chan” y el pianista virtuoso… Nombres llenos de simpatía, ternura y admiración, igual que los de Omara, Cachaíto, Guajiro y otros tantos, como el de Eliades Ochoa, máximo testigo en su rol de benjamín junto a quienes hace diez años exactamente, guiados por la sobria intuición de Ry Cooder y Nick Gold a su vez liderados por Juan de Marcos, sorprendieron al mundo para hacerlo bailar al son del “Chan Chan”, tema emblemático que próximamente abrirá un álbum de aniversario con el mítico concierto en el Carnegie Hall de Nueva York (Discos Corason).

“Cuando escuché el ‘Chan Chan' por primera vez pensé que era una armonía muy extraña, muy especial”, dice Eliades Ochoa al otro lado de un teléfono, que apenas resiste los embates climáticos del Caribe. “Me pasó por entre mí pensar ‘coño, qué canción tan bonita, qué armonía más linda tiene'. Por la noche de aquel día vi a Compay allá en la Casa de la Trova de Santiago y le dije: ‘oye Compay, escuché tu casete y hay ahí un tema que dice que de Alto Cedro voy para Marcané…, ¿qué es eso?' Y él empezó a reírse. Me preguntó si yo creía que se podía hacer algo con esa pieza. Y me di a la tarea de ponerle estribillo, música de guitarra, todos los arpegios esos que yo le hice, y empezamos a tocarla en la Casa de la Trova. Y bueno, se fue pegando y pegando y el público ya la pedía. Ya luego en homenaje a la fuerza que cogió el ‘Chan Chan' hicimos ese disco que se llamó Chanchaneando con Compay Segundo.

¿Y qué piensa hoy de ese concierto neoyorquino que abrieron, justamente, con “Chan Chan”?

Que ahora tiene más valor que antes. Recuérdate que lo mismo que el vino y que el ron, entre más añejo mejor. Y eso que yo todavía no la he escuchado esa grabación.

¿Cuál fue el aporte de Ry Cooder y Nick Gold a esas canciones?

Ry Cooder emitió su sonido en el momento preciso, para enriquecer sin estorbar. Se adaptó a nosotros y en ningún momento quiso poner el patrón, pues sabía que el patrón lo tenía la música tradicional cubana. Tuvo mucho respeto. Y Nick Gold, aparte de ser el dueño de la discográfica World Circuit, es trompetista, así que es un músico de primera. Tuvo esa posibilidad de ver más allá de donde otros podían ver.


Eliades Ochoa

¿Y todavía ve la película que Wim Wenders hiciera sobre el Buena Vista?

Te voy a ser sincero. La vi en Puerto Rico la tercera vez que fui. Claro que también la vi cuando salió; esas dos veces y seguramente alguna más en mi casa, pero no soy de los que se sientan a verla todos los días. No lo necesito. Recuerdo todo aquello como si estuviera frente a mí.

Sé que esto es difícil para usted, pero por favor cuéntenos tres momentos importantes con los desaparecidos del Buena Vista. Primero con Ibrahim Ferrer.

Bueno chico… cuando Ibrahim llegó a donde íbamos a grabar el Buena Vista aquí en la Habana , me encontró y se asombró. Hacía años que yo no lo veía, pues se ganaba la vida honradamente limpiando zapatos. Y bueno, lo llevé al baño para quitarle la tinta de sus manos, para que la gente no lo viera así... Recuerdo mucho aquél momento.

Con Rubén González…

No nos conocíamos de antes. Un día Juan de Marcos me dijo: “Vete aquí a casa de Rubén que tenemos que hacer un ensayito de unas cosas para grabar; tú espérame ahí que yo enseguida vengo.” Y bueno, estamos hablando de los primeros días del Buena Vista, así que le toqué a Rubén y cuando salió le di el mensaje de Juan de Marcos y se me quedó mirando de arriba abajo y me repitió: “¿Le dijo que lo esperara aquí en mi casa? No, no… mire, espérelo bajo la mata aquella.” Así que cuando llegó Juan de Marcos me encontró bajo un palo, porque Rubén no me dejó entrar a su casa.

Con Compay…

Me recuerdo la última vez que iba yo para trabajar al extranjero y pasé por casa de Compay porque sabía que estaba muy enfermo. ¡Cuando vi a aquel hombre que había sido tan dinámico con sus noventa y cinco años, y que ya no podía ponerse el tabaco en la boca! Cuando lo abracé sentí los huesos sin carne y eso me causó una mala impresión que casi me caigo; se me aflojaron las rodillas. Mira, hay unas pastillas para calmar los nervios aquí en Cuba, y yo pedí permiso para ir al baño y me mastiqué dos con agua del baño, porque pensé que me iba a dar una cosa. No podía ni mirarlo a Compay. Ya tenía la muerte reflejada en su rostro y me repetía: “Eliades, estoy muy mal Eliades, estoy jodido chico.” Y bueno, estando ya en mi viaje por Turquía me llegó un cable diciéndome que Compay había muerto. No pude participar de sus funerales, pero esas son cosas que no se olvidan, son cosas pasadas, pero que no se olvidan nunca, como todo el Buena Vista.